Sandro Pertini,
el anciano presidente de la República de Italia, lo tuvo bien claro cuando le pidieron clemencia para Sofia Loren: la actriz, vino a replicar el político, lo pasaba mucho mejor en su celda, según él, que los que sufrieron las prisiones del fascismo. Esa reacción no le acarreó la antipatía del mundo del espectáculo italiano, que el pasado sábado le invitó a entregar los premios cinematográficos que llevan el nombre de una de las creaciones artísticas más entrañables del mundo clásico: el David de Donatello. La estatua fue entregada por el presidente a los reponsables de las películas Borotalco, de Carlo Verdone, como mejor filme italiano; Mephisto, de Istvan Szabo, mejor filme extranjero; Marco Ferreri, mejor director por Historia de la locura ordinaria, y Warren Beatty (Rojos) y Margarethe von Trotta (Años de plomo), mejores directores extranjeros.
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