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Tribuna:Diferencias y relaciones entre ciencia básica y ciencia aplicada / y 3
Tribuna
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Acoplamiento del sistema cognoscitivo con el sistema económico

Por cierto, que se puede intentar mantener un sistema artificial cualquiera, por ejemplo, una fábrica o un comercio, de manera rutinaria; pero ello no es aconsejable en una sociedad en que todo lo demás cambia rápidamente. Las nuevas necesidades y la competencia estimulan la inventiva, y la innovación confiere ventajas tanto en la competencia como en la cooperación.No sólo hay un flujo incesante de información de la ciencia a la técnica y de ésta a la economía, sino que también hay un reflujo. El laboratorio usa instrumentos, materiales, drogas e incluso animales de experimentación producidos en masa y uniformemente por la industria. La ciencia aplicada y la técnica proveen a la ciencia básica de nuevos materiales y le proponen problemas interesantes. En fin, cada uno de los componentes que figuran en el cuadro 2 actúa sobre todos los demás, sin contar con las demás ramas de la cultura y con la política. Se trata, pues, de todo un sistema característico de la época contemporánea: el sistema de la producción y circulación de conocimientos, artefactos y servicios.

Si se analizan las cosas un poco más profundamente, se advierte que los mencionados no son los únicos componentes del sistema. También están la filosofía y la ideología. En efecto, la filosofía inspira problemas, métodos y teorías científicos. (Recuérdese que la revolución científica del siglo XII fue precedida por una revolución filosófica que desplazó a la fe y colocó a la razón y la experiencia en el centro de las preocupaciones intelectuales.) Y la ideología determina, para bien o para mal, tanto valores como finalidades: es la que determina qué vale la pena hacer y qué es menester evitar, y con ello sugiere un estilo de vida. (Por ejemplo, si se aprecia la riqueza, el servicio público o el conocimiento, se adopta un estilo de vida activo, en lugar de buscar refugio en una ermita.) La figura 1 representa esquemáticamente el sistema total de producción y circulación de conocimientos, artefactos y servicios.

Basta que uno de los componentes del sistema sea débil o funcione mal para que el sistema íntegro funcione mal o no se desarrolle. En particular, para que el sistema sea estable, es necesario, aunque, desde luego, no suficiente, que el componente científico sea vigoroso: que haya investigación permanente y autógena en lugar de esporádica y emprendida siempre por encargo de la producción o del Estado. Y para esto se necesita una filosofía amiga de la ciencia, que la ayude en lugar de obstaculizarla. Por ejemplo, una filosofía enemiga de la razón predispone en contra de la investigación teórica, y una filosofía subjetivista descorazona la investigación empírica.

Si queremos desarrollar la ciencia y la técnica, deberemos comenzar por distinguirlas entre sí; esta es una tarea típica de la filosofía de la ciencia y de la técnica. También es preciso que, una vez que hayamos aprendido a distinguir la ciencia de la técnica, averigüemos cómo están relacionadas entre sí y con las demás actividades, en particular las económicas, y este es un problema típico de la sociología de la ciencia y de la técnica.

Otro requisito del desarrollo científico y técnico es poner al día nuestra tabla de valores. En particular, debemos abandonar la actitud filistea que hace de la ciencia básica un lujo pecaminoso o, a lo sumo, una sirvienta de la técnica, tolerable cuando promete frutos prácticos inmediatos, pero intolerable cuando no hace sino explorar el mundo y amueblar el cerebro. Es indispensable comprender que las naciones atrasadas lo están no sólo económica y políticamente, sino también culturalmente, y que el adelanto científico es una componente obligada del desarrollo global, tanto por su valor intrínseco como por ser palanca de la técnica.

No hay duda de que no se puede constituir o reforzar un sistema científico-técnico si no se entrena un número suficiente de investigadores básicos y aplicados, así como de técnicos. Por este motivo, nuestros países debieran dar prioridad a la formación de investigadores. Ahora bien, esto requiere ciertas reformas institucionales paralelas. Una de ellas es organizar las universidades por departamentos antes que por facultades, a fin de eliminar los obstáculos al flujo de información entre científicos y técnicos. Otra barrera que habrá que derribar es la existente entre la universidad y la sociedad, en particular la economía. Esta división, mínima en los países avanzados, es herencia de los viejos tiempos, cuando el bachiller no se mezclaba con la chusma. Es indispensable abrir la universidad a los problemas de la economía y la política. Pero esta apertura, para ser eficaz, deberá ser científica, no retórica: no se trata de organizar reuniones de protesta dentro de los recintos universitarios, sino de investigar seriamente los problemas sociales. Los ciudadanos podrán hacer uso de los resultados de tales investigaciones para su actuación política, pero la política no debiera avasallar a la universidad.

es profesor en la McGill University, de Montreal.

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