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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
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Las enfermeras y la medicina machista

La feminización es un proceso objetivo e históricamente condicionado. La teoría de que la profesión de enfermería es típicamente femenina se justifica fundamentalmente por razón de número, ya que la mayoría de las profesionales que la integran son mujeres.Este dato es válido a nivel mundial. En 1973, en nuestro país, el 82% de los ayudantes técnicos sanitarios (ATS) eran mujeres.

La palabra enfermera es sinónimo de mujer, se corresponde con una imagen femenina. Tradicionalmente, enfermera es la mujer que cuida o asiste a otra persona.

La figura de la enfermera fue inventada por mujeres. Es un producto muy directo de la opresión de las mujeres en la época victoriana.

La enfermería, por su carácter de profesión femenina y social, tiene una serie de características derivadas de lo que este hecho comporta.

Persona digna de confianza, encanto personal, arquetipo de madre, etcétera, son algunas de las características inherentes de la enfermera.

A la razón de número hay que añadir la imagen generalizada que se tiene de la enfermería. Esta imagen refleja muchas de las virtudes tradicionales de la mujer.

Las enfermeras han sido educadas para reproducir en la profesión los papeles que la mujer tiene tradicionalmente asignados en nuestra sociedad. Los valores a los que se ha dado mayor énfasis en la educación son lo que la sociedad ha considerado esencialmente femeninos.

En resumen, la orientación de la figura de la enfermera responde a las características de la mujer ideal de nuestra sociedad.

Existen ejemplos elocuentes. El plan de estudios de ATS, vigente desde el año 1953 hasta 1977, además de tener asignaturas diferenciadas para hombres y mujeres, contenía como ideas básicas las siguientes: la enfermera ha de ser abnegada, paciente y religiosa, debe estar siempre subordinada al médico y no debe saber mucho.

La enfermera dentro del sistema

La situación de la mujer dentro del sistema sanitario es el reflejo a una parte de la discriminación social que sufre la mujer a niveles más generales.

Las tres cuartas partes de los trabajadores sanitarios en los países desarrollados son mujeres. La sanidad es una de las ramas del sector servicios que cuenta con mayor presencia femenina, y dentro de los estamentos sanitarios es la enfermería la más importante por razón numérica.

El sector sanitario es uno de los más jerarquizados, y la separación sexual de roles, bastante pronunciada. Un dato que sirve para ilustrar este hecho es la cuestión ingresos/salarios. Existe una marcada diferencia entre el salario del médico-varón y el personal paramédico-mujeres.

Otro dato significativo son las relaciones que se establecen entre mujer-enfermera-inferior frente a varón-médico- superior; el poder es un factor primordial en este tipo de relaciones.

La tasa de enfermeras en activo es baja, aunque parezca lo contrario por la distribución geográfica, y, en general, todas son muy jóvenes, porque uno de los mayores obstáculos con los que cuenta la mujer para trabajar, en sanidad sobre todo, son los horarios y el tipo de trabajo, impidiendo combinar profesión con matrimonio y maternidad. Además, la falta de servicios colectivos agrava este problema.

El problema fundamental de las enfermeras es ser miembros de una profesión femenina en una cultura dominada por hombres. Es patente que si la mayoría de los profesionales de enfermería son mujeres, la independencia de ambos está unida indisolublemente. Como dato objetivo, se puede añadir que las mujeres, como trabajadoras y consumidoras de servicios sanitarios, ocupan la base ancha de una pirámide cuyo vértice está ocupado por médicos varones.

La historia

Para entender con más claridad este fenómeno es obligado hacer una reseña histórica de los orígenes de la enfermería como profesión. Estos orígenes están directamente relacionados con una serie de cambios sociales, unas invocaciones en la mentalidad de la época.

El siglo XIX es el siglo de la toma de conciencia de la comunicación social. En esta época se producen hechos de trascendental importancia, como la independencia de EE UU y la revolución francesa. Con la revolución industrial se consolida la burguesía como clase y se produce un proceso de secularización de todas las teorías. Es en este momento donde se puede situar la inserción histórica de la enfermería como profesión.

Históricamente, por tanto, la aparición de la enfermedad social y la utilización de mujeres y niños como mano de obra barata en plena revolución industrial marca el punto de partida de la historia de la enfermería.

La enfermería, hasta entonces, era una mera ocupación presidida por valores de caridad y espíritu de servicio, siendo utilizada a veces como refugio para marginadas sociales. Un prototipo de enfermera de la época es la señora Gamp, descrita por Charles Dickens en su obra Martin Chuzlewit.

También las órdenes religiosas, femeninas por supuesto, marcaron una impronta en la enfermería. La idea de vocación remarca el tipo histórico de enfermera-monja.

Las matronas romanas, la beguinas en el siglo XII y las diaconisas de Kaiserwertil, por citar algunos ejemplos, fueron comunidades de mujeres dedicadas a la enfermería.

Florence Nightingale, la dama de la linterna, como se la conoce, está considerada como una de las pioneras en el cuidado de los enfermos. Fue una gran experta de la sanidad militar, y fundó, en 1860, la primera escuela de enfermeras en el hospital de Santo Tomás, en Londres. Publicó algunos trabajos sobre salud y administración hospitalaria. Mujer abnegada, mantuvo siempre el ideal de profesión, quiso dar a la enfermería el rango y la categoría que le correspondía. Por su procedencia, era hija de aristócratas burgueses; ella y sus discípulas marcaron la nueva profesión con los prejuicios de su propia clase. La enseñanza incidía más en el carácter que en la habilidad, en la necesidad de desarrollar aptitudes idealmente femeninas.

Otra mujer muy significativa para la enfermería fue Ethel Bedfort Fenwek, enfrentada a la anterior por su ideal de vocación. Fundó en 1887 la British Nurses Association, mal acogida en el ambiente médico porque suponía la separación profesional en la enfermería. Publicó, por primera vez en la historia, una revista paramédica, el British Journal of Nursing, y fundó en 1889 el International Council of Nurses (CIE), auténtico punto de partida para un reconocimiento profesional a niveles internacionales. En este momento, el CIE representa a más de un millón de profesionales de enfermería pertenecientes a 93 países, de los que el 97%, aproximadamente, son mujeres.

En España, a finales del pasado siglo, el Instituto Rubio, un hospital docente de caridad fundado en 1880, creó una escuela de enfermería. La ley de Instrucción Pública de 1857 y el reglamento de 26 de junio de 1880 establecieron estudios especiales para la carrera de partera.

Es evidente que el rol de la mujer en nuestra sociedad va cambiando progresivamente debido a múltiples factores y, sobre todo, a la lucha de las propias mujeres, efecto que sin duda se ve reflejado en la propia enfermería.

Las enfermeras, desde su posición, deberán plantearse el objetivo de hacer desaparecer el sexismo, pues con ello se suprimiría uno de los pilares en que se apoya la jerarquía sanitaria.

También deben dirigir sus esfuerzos a hacer accesible la medicina a todas las mujeres, derribando las barreras que separan a las mujeres trabajadoras de la sanidad y las mujeres consumidoras de servicios médicos.

En definitiva, su papel es desafiar la tradicional subordinación de las mujeres en un sistema de medicina machista.

Lola Herrera es vicepresidenta del Colegio Oficial de Ayudantes Técnicos Sanitarios y Diplomados en Enfermería de Madrid.

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