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La concentración de Las Ventas, un castigo a los sindicatos

Como en la famosa frase de Groucho Marx, la campaña de movilizaciones, convocada por CC OO y UGT contra el paro y en defensa del ANE, ha subido desde la pobreza más absoluta a las más altas cumbres de la miseria. La, en principio, prevista "multitudinaria concentración" en la explanada de Las Ventas de Madrid ha terminado convirtiéndose -tal vez por la cercanía del recinto taurino- en un rejón de castigo que debe hacer reflexionar a los sindicatos.La escasa respuesta de los trabajadores de Madrid al llamamiento del acto celebrado el pasado martes tiene diferentes lecturas, y ninguna de ellas debe suponer satisfacción para CC OO y UGT. Las movilizaciones que concluyeron ayer han pasado sin pena ni gloria y su convocatoria ha tenido muy poco entusiasmo por parte de ambas centrales.

A pesar de las asambleas que se han venido celebrando en las fábricas, de los paros esporádicos que se han producido en distintos sectores, de las reuniones de delegados, las jornadas no han tenido ni el reflejo que se pretendía ni han cumplido, siquiera medianamente, sus objetivos.

Las divergencias, cada vez más profundas entre las dos centrales mayoritarias, hirieron de muerte desde sus inicios a una campaña que tenía sobre el papel una intencionalidad muy concreta.

La defensa del puesto de trabajo, la exigencia del cumplimiento del Acuerdo Nacional sobre Empleo (ANE), la oposición a la flexibilidad de plantillas que suponen los decretos de contratación temporal, eran razones absolutamente claras que, al plantearse la campaña, justificaban la realización de acciones de presión como las pensadas en un principio.

Pero el martes, los pocos trabajadores que se concentraron ante la plaza de Las Ventas, acogieron con abucheos hasta la mínima referencia al ANE. El acuerdo se convirtió así en el punto de discordia de la concentración. Y ello se producía justamente cuando partidos y sindicatos vuelven a cantar sus bondades y califican al ANE -aunque demasiado tarde- de fórmula ideal para la concertación como salida de la crisis.

El ANE, en su principal objetivo, el mantenimiento de la población asalariada, se está cumpliendo. Y esta presunción ha venido a descabalar uno de los apoyos más importantes en los que se ha basado la estrategia sindical en el último año.

La presunta imposibilidad por parte del Gobierno de conseguir mantener la tasa de población asalariada ha sido el caballo de batalla de las centrales desde la firma de los acuerdos. Los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) hacen prever que ese objetivo se cumplirá. El ANE no era tan malo, y el sacrificio salarial exigido a los trabajadores ha tenido su contrapartida en el nivel de compromiso asumido por el Gobierno.

Los sindicatos no fueron capaces de reunir el martes a un número importante de trabajadores. Tan importante, al menos, como lo requería la magnitud de los temas que habían provocado la convocatoria.

La tibieza de los oradores que, prácticamente repitieron hasta la saciedad la catástrofe de unos índices de paro en constante aumento, la intransigencia de la patronal y las malas intenciones del Gobierno, fueron contestadas por los asistentes con gritos de la huelga general".

En algunos momentos daba incluso la sensación de que el acto se había escapado de las manos y la destacada ausencia de algunas primeras figuras políticas y sindicales, convirtió la concentración en un puro trámite.

Si lo que se pretendía es que la campaña tuviera carácter simbólico, eso sí se consiguió. Los escasos 4.000 trabajadores, representaban -desde luego simbólicamente- a los miles de trabajadores que prefirieron quedarse en su casa, ajenos a unas acciones que no comprendían ni en su planteamiento ni en su desarrollo.

A partir de este momento, a CC OO y UGT les queda el análisis de los resultados obtenidos y del camino avanzado desde la firma del Acuerdo Nacional sobre Empleo. Nunca viene mal el examen de conciencia, sobre todo cuando las centrales sindicales han estado ejerciendo un protagonismo que, en algunos casos, no ha sido demasiado bien digerido. El martes lo que vinieron a plantear los miles de trabajadores que no acudieron a la concentración era precisamente eso: su desacuerdo con unas acciones que aparentemente no concuerdan con la realidad.

El miedo al miedo, el miedo a una presunta desestabilización está provocando en los últimos meses un cambio en la política sindical fácilmente apreciable. La incertidumbre de unas elecciones generales anticipadas, el aire de triunfo que se respira en círculos cercanos al PSOE y la confrontación entre CC OO y UGT con motivo de las elecciones sindicales están provocando un enrarecimiento en el mundo sindical que tiene su mayor expresión en la sensación de espera, de ir dejando temas para mañaria y de cierta tibieza en la postura de los sindicatos.

Posiblemente haya llegado la hora de enfrentarse a una encrucijada que las centrales han estado esperando y temiendo: readaptar el modelo sindical a una situación social y política muy distinta de los tiempos que les vieron nacer.

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