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La 'guerra de los seis dias', quince años después

Y el 'Dios de Israel' descargó su puño la mañana del 5 de junio de 1967

A las 7.45 horas de aquel lunes 5 de junio de 1967, los pilotos de la aviación egipcia estaban tomando tranquilamente su desayuno de té, pan y labne. Todo parecía tranquilo en el cielo del Sinaí, aunque el mariscal Amer, comandante supremo de las fuerzas armadas, estaba realizando una gira aérea para comprobar desde el aire el despliegue de las cinco nuevas divisiones que se habían agregado a las fuerzas egipcias de la península. Una inquietud atormentaba al mando: que, dado el estado de nervios, cada vez más tensos desde que dieciocho días antes se habían retirado los cascos azules que les separaban de los israelíes desde 1956, alguna batería antiaérea abriera fuego contra el avión del mariscal, tomándolo por un aparato enemigo. Por eso se había impartido una orden estricta: prohibido hacer fuego antiaéreo.La casualidad -o Yahvé- parecía estar del lado de Israel, aunque no se puede achacar a la casualidad lo que ocurriría en los próximos minutos, sino a un plan perfectamente diseñado y ejecutado.

El desayuno fue interrumpido de pronto por las sirenas de alarma. Derribando sillas y vasos de té, los pilotos egipcios corrieron a sus aviones, los sacaron de los hangares, encendieron motores y... no tuvieron tiempo de hacer nada más antes de morir.

La aviación israelí había despegado unos cincuenta minutos antes, había enfilado hacia sus objetivos -diez aeródromos egipcios-, volando a ras de suelo para escapar a la detección de los radares, y se había elevado cuando ya estaba casi encima de sus blancos. De esta manera, al dejarse detectar por el radar en el último momento, consiguió lo que quería: que los aviones egipcios estuvieran en el momento del ataque en las pistas, con los pilotos embarcados y encendiendo motores. Así, el calor de éstos atraería como un imán a los proyectiles dirigidos israelíes (Nord AS-30, que persiguen el calor) y los impactos matarían tres pájaros de un tiro: avión, hombre y pista de aterrizaje...

Los folletos de propaganda editados por Israel después de la guerra de los seis días decían, con bíblicas resonancias en el estilo: "Los enemigos de Israel alzaron sus manos contra nosotros, pero nuestro puño cayó sobre ellos".

En el primer ataque, los israelíes, además de aniquilar aviones y pilotos en tierra, sembraron de bombas perforantes las pistas de despegue de las bases egipcias, dejando prácticamente inmóvil a la fuerza aérea de la RAU. A partir de entonces, un diabólico carrusel se puso en funcionamiento: mientras una oleada de aviones -unos cuarenta- atacaban los aeródromos egipcios, otra volvía hacia sus bases, otra se encontraba repostando y una cuarta venía de camino para sustituir a la primera en el bombardeo. Con unos 160 aviones de ataque a tierra, Israel estuvo machacando a Egipto ininterrumpidamente durante tres horas, impidiendo todo intento de reparar las pistas.

Cuando terminaron, habían conseguido en 180 minutos la supremacía aérea total. Desde ese momento, lo (que se desarrolló fue una especie de lección práctica de escuela de Estado Mayor: "De cómo la aviación de ataque a tierra es el arma definitiva en batalla en la que grandes masas de maniobra se mueven en terreno abierto". Las columnas blindadas y motorizadas árabes, sin cobertura aérea ni apropiada defensa antiaérea -no disponían de la panoplia de SAM actualmente existente-, se convirtieron en blancos de barraca de feria. La guerra de los seis días estaba decidida.

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