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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Concierto-batiburrillo de Wagner

Creo que los conciertos hechos a base de retales operísticos no son, en principio, deseables. Ni los intérpretes ni el público tienen oportunidad ni tiempo para "situarse" anímicamente en el núcleo de la acción dramática correspondiente, ni tan siquiera en el significado del texto concreto cantado en cada intervención (y no servido, en esta ocasión, en el programa de mano). Es claro también que este razonamiento hace aguas en cuanto se sitúa delante de la orquesta una voz excepcional (Una voce molto fa!), y no porque cesen o cambien las razones, sino porque esa calidad vocal, si nos arrebata, resulta suficiente por sí misma. No fue el caso de la larga y calurosa velada wagneriana, a cargo de los solistas, coro y orquesta de Leipzig, que se ofreció en el teatro de la Zarzuela, en sesión fuera de abono incluida en la presente temporada operística.Corrección y dignidad

Recital de ópera de Wagner

Tannhüser: Obertura-Bacanal, Aria de Isabel, Dúo, Entrada de los ¡nvitados, Recitativo del Conde y Canción de la estrella. El holandés errante: Balada de Senta y Coro del Timonel. Lohengrin: Preludio III y Narración del Graal. Wesendonk-Lieder. Tristán e Isolda: Preludio y muerte. H. Lisowska, J. Marsh y S. Kehl (sopranos); K. Kónig (tenor); J. Kurth (baritono): R. Tomaszewski (bajo). Coro de la Opera de Leipzig. Orquesta del Gewandhaus de Leipzig. Directores: A ndré Rieu y Gert Bahner. Teatro de la Zarzuela. 2 de junio de 1982.

Comentando la versión de Maestros cantores hablaba de corrección y dignidad artísticas que hacían positivos los resultados de la representación. La misma corrección y dignidad, en conciertobatiburrillo, no da, a mí entender, tan plausibles resultados. Salvados algún desajuste y alguna imprecisión en el ataque, me reafirmo en admirar, sobre todo los componentes del elenco, a la disciplinada y biensonante Orquesta del Gewandhaus, capaz de las mayores sutilezas en la familia de las cuerdas y quizá con el punto más débil en el grupo de trombones. Creo, no obstante, que este conjunto puede dar más de sí, pero en las seis horas que lo he observado bajo la batuta -por otra parte, de intachable oficio- de André Rieu, no se le ha pedido nada más allá de la pura corrección. Los fragmentos de Holandés errante y Tristán, así como los Wesendonk-Lieder, fueron dirigidos por Gert Bahner con algo más de nervio e intención.

Lo mejor del concierto

Precisamente en las dos últimas interpretaciones estuvo lo mejor del concierto: la soprano Jan Marsh alcanzó la máxima altura de la noche haciendo los Lieder con poderosa, afinada y expresiva línea vocal. Finalmente, la soprano Sigrid Kehl hizo el papel de Isolda con buenos tintes dramáticos, en el maravilloso díptico Preludio y muerte. Con anterioridad, se había aplaudido a Hanna Lisowska en varias intervenciones que evidenciaron su mejor disposición para la viabración dramática que para el lirismo contenido, por ejemplo, en los más bellos pasajes de la Balada de Senta. Todo lo demás no rebasó la medianía, y en concreto el Coro anduvo por debajo de este listón, sobre todo en el grupo femenino, tremeolante e inseguro en demasiados momentos.

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