Simon y Garfunkel
Creo que la línea de los artículos de los señores Costa y Ullán sobre el concierto de Simon y Garfunkel cuando menos es ofensiva para las 45.000 personas que allí estuvimos, unas porque querían ver a los ídolos de sus veinte años, otras porque querían oír a dos voces que después de diez años de ausencia congregaron en Nueva York a 500.000 personas, y otras simplemente porque nos encantan y queríamos darnos el gusto de verles en directo. Creo que casi ninguno de nosotros esperaba que a sus cuarenta años nos sorprendieran con esos Sonidos del silencio cantados a viva voz sin más acompañamiento que el rasgueo de guitarra de Simon, privilegio que sólo se pueden permitir los grandes, y ellos aún lo son.Que el crítico se meta a cronista le puede llevar a tamaño error de confundir un concierto de Simon y Garfunkel con la procesión de Fátima, a la cual pienso han debido ir recientemente en peregrinación los señores Costa y Ullán, a juzgar por su iluminación a la hora de hacer sus atinadas interpretaciones, que no críticas./
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