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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El fracaso comunista en Andalucía

Cuando el Comité Central del PCE expulsó de su seno, en noviembre de 1981, a seis de sus miembros, se dijo que tal medida era necesaria para devolver al PCE una imagen de coherencia y seriedad ante el país, ante los electores; para aumentar su fuerza y su influencia. Carrillo dijo textualmente que los seis sancionados eran "la barrera más grande entre las fuerzas de la cultura y el partido comunista" (Mundo Obrero, número 152, página 43); quitada esa barrera, iba a elevarse la capacidad del PCE de ganar prestigio en esos sectores... Los resultados de las elecciones andaluzas han tirado por tierra toda esa argumentación. No cabe atribuir el descenso de votos comunistas registrado en ellas a "peculiaridades andaluzas". Al contrario, el secretariado del PCE estaba convencido de que en Andalucía la crisis del PCE no tendría consecuencias electorales; o, en todo caso, menos que en otras zonas del país.Antes de nada., veamos las cifras sin tamices deformantes, para tener una idea lo más concreta posible de las proporciones del retroceso.

En las tres elecciones que han tenido lugar en España, las parlamentarias de 1977, las de 1979 y las municipales de 1979, el partido comunista ha logrado en Andalucía una progresión considerable: 331.000 votos en las primeras; 392.000, en las segundas, y 476.000, en las terceras. El 23 de mayo, ese curso ascendente se interrumpe, y además con una caída en picado: el PCA ha perdido 232.000 votos y ha obtenido 243.000 votos. Prácticamente ha perdido la mitad de sus votos en relación con las municipales de 1979.

Es cierto que las municipales tienen sus condicionantes propios; también las elecciones de los nuevos órganos autonómicos. Pero, incluso matizándolas, las cifras son clarísimas.

Con los votos de mayo de 1982, el partido comunista tendría sólo dos diputados en las Cortes de Andalucía, en lugar de los siete que tiene; es decir, que habría perdido los diputados comunistas por Granada, por Málaga, por Cádiz, por Jaén, y uno de los dos de Sevilla.

Ante datos tan rotundos, es imprescindible delimitar las causas; y precisar, en lo posible, responsabilidades.

No pretendemos presentar aquí una explicación completa de las causas de lo ocurrido; un artículo de este género no lo permite. Pero una causa esencial del retroceso electoral comunista reside en la política de disgregación de sectores vitales del PCE que ha sido llevada a cabo por el secretariado a partir del X Congreso, celebrado en julio de 1981.

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En dicho congreso, la corriente dogmática, prosoviética, quedó reducida a menos de un 5%. Fue una sorpresa para muchos, después de lo que había sucedido, seis meses antes, en el PSU de Cataluña. Ese avance indiscutible del eurocomunismo se debió, en una gran medida, a la actividad de la tendencia renovadora, que representaba más del 30% de los delegados al X Congreso. Este aprobó, con mayorías que se acercaban a la unanimidad, unas tesis políticas eurocomunistas, algunas de las cuales fueron presentadas y defendidas por los firmantes del presente artículo. Nosotros propugnamos, asimismo, que la renovación eurocomunista se llevase al funcionamiento del partido: más democracia, un clima de debate y de respeto mutuo, un acercamiento efectivo a los problemas reales del país.

El congreso se expresó de un modo inequívoco, al dar, por ejemplo, un número de votos muy elevado a los renovadores en la elección del Comité Central, en favor de una política de síntesis y de integración de todas las fuerzas eurocomunistas. Carrillo no supo, o no quiso, tener en cuenta esa voluntad del congreso. Su principal error, que hoy paga el partido comunista, consistió en su negativa a salir del X Congreso con una política de síntesis y de apertura que hubiese permitido, con toda probabilidad, ensanchar la influencia y la capacidad de inserción de los comunistas en el tejido social. El secretario general se planteó como objetivo eliminar del partido a la tendencia renovadora que se había manifestado con gran vitalidad en el congreso. Dijo textualmente que había que limpiar el partido de fracciones. Esa limpia se inició en la candidatura al nuevo Comité Central, de la que fueron eliminados, en concreto, los renovadores de Andalucía. Continué luego con la exclusión del ejecutivo de Pilar Brabo y Carlos Alonso Zaldívar, con la destitución de Azcárate como director de Nuestra Bandera; todo esto antes de que surgiesen los problemas en Euskadi que dieron lugar a la separación de seis miembros del Comité Central y a la expulsión del partido de los concejales de Madrid y de un elevado número de militantes de la capital. Pero estas medidas -más visibles porque afectaban al órgano supremo de dirección y al Ayuntamiento de Madrid- no fueron más que una pequeña parte de la labor sistemática llevada a cabo por el secretariado para excluir, marginar, desmoralizar a los renovadores en numerosos lugares de España. Por decisiones arbitrarias del secretanado, no permitidas por los estatutos, se ha destituido a una serie de comités provinciales, locales, etcétera. Se ha creado un ambiente irrespirable, de miedo, de recelos, en muchas organizaciones. Ha sido un proceso. de desmantelamiento, provocado desde la cúspide del PoCE, de organizaciones enteras, de sectores vitales del eurocomunismo español.

La receta imposible

No se trata de problemas internos, ni de cuestiones de organización, la política del secretariado ha determinado el alejamiento del partido comunista de una masa considerable de obreros y de campesinos, de profesionales e intelectuales, para los cuales la democracia, la participación, son componentes necesarios de una actitud progresista, revolucionaria.

En Andalucía, la izquierda, globalmente, ha avanzado en las recientes elecciones. Pero ese avance no ha significado, como en otras coyunturas históricas, avances de los dos partidos obreros, aunque sea en proporciones distintas. No. Ha sido un avance de la izquierda con un masivo descenso del voto comunista.

Por otro lado, la campaña electoral del PCA, o más bien de Carrillo, que la dirigió de un modo muy directo, ha puesto de relieve el vacío, el empobrecimiento político de las propuestas presentadas a la opinión por los comunistas. Todo el contenido de la alternativa curocomunista ha sido enterrado. El eje de la campaña fue decir: el PSOE no obtendrá la mayoría absoluta, luego tendrá que aceptar ministros comunistas, luego somos necesarios... De una parte, se provocaba el choque frontal con los socialistas. De otra, se colocaba al PCA como un apéndice, más o menos incómodo, del PSOE. ¿Qué atractivo podía tener el voto comunista a partir de esa argumentación? El PCA se ha quejado de que el voto útil polarizase los votos en favor del PSOE. Pero ha sido precisamente la campaña electoral del PCA la que ha colocado el voto útil como cuestión decisiva y motivación suprema.

Además, los oradores comunistas han repetido hasta la saciedad, por toda la geografía andaluza, que el PSOE no podía tener una mayoría absoluta. Luego sí la ha tenido. No sólo se han perdido muchos votos. Se ha hecho el ridículo, cosa imperdonable en política.

La peor de todas las soluciones es la que está aplicando la dirección del PCE: cuando un libre debate es más necesario que nunca, imponer la obediencia a lo que viene de arriba. La receta de ser eurocomunista por fuera y lo contrario por dentro es inviable.

Un partido eurocomunista sólo puede afianzar y extender su presencia política y, por tanto, su espacio electoral, si es capaz de entender lo que piensan los diversos sectores de la sociedad, de dar respuestas progresistas a los problemas reales. En cambio, hay un camino que lleva directamente a la derrota del eurocomunismo: es atrincherar el espacio electoral comunista en la memoria histórica y en el carisma personal. Es lo que se ha hecho en Andalucía.

Ese camino conduce a un partido cada vez más reducido en afiliados y en electores, dedicado a recordar el pasado, más y más alejado de las realidades contemporáneas, paralizado por el culto tradicional a la jerarquía y a la disciplina, apartado de lo que es hacer política.

La actual evolución del PCE, le lleva a ese tipo de partido. En determinadas circunstancias históricas, una derrota parecida a la que el partido comunista acaba de sufrir en Andalucía ha servido para despertar energías y voluntades transformadoras. En otros casos sólo ha sido un Paso más en un proceso de decadencia. Nos preocupa mucho que tal decadencia llegue a producirse, precisamente porque nuestra principal dedicación actual, es contribuir a la renovación de la izquierda.

Manuel Azcárate Pilar Brabo y Carlos Alonso Zaldívar han sido miembros del Comité Central del PCE hasta noviembre de 1981.

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