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Lavilla, un indeciso "de hielo"

"Plantearse cualquier tema de sustitución en la presidencia del Gobierno carece de sentido en estos momentos. Es decir, no tiene sentido sin unas elecciones; cuando haya elecciones, será lo que resulte de ellas". Estas han sido las únicas palabras que el presidente del Congreso, Landelino Lavilla, uno de los hombres más impenetrables de la política nacional, ha pronunciado para desmentir los rumores que le situaban como inmediato "presidenciable".Y, sin embargo, estos rumores han jalonado la carrera política de Lavilla desde que, a mediados del año 80, los "barones" ucedistas, entonces juramentados contra Adolfo Suárez, llegaron a un cierto consenso en torno a este "hombre de hielo", de sonrisa difícil, que a la sazón figuraba como cabeza de fila de los democristianos.

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Hoy, resulta complicado saber dónde se alinea un Lavilla que se ampara en la institucionalidad de su cargo para no descender al compromiso diario.

Distanciado de los democristianos, o tal vez por encima de ellos, parece mantener la indecisión que, en septiembre de 1.980, en la reunión de "la casa de la pradera", le costó, tal vez para siempre, la posibilidad de residir en La Moncloa. Lavilla quisiera, acaso, repetir el "fenómeno Calvo Sotelo": ser apoyado por todos, a base de mantenerse al margen (o por encima) de los movimientos de las distintas familias.

Parece, en todo caso, impensable una aproximación a Manuel Fraga, contra lo que preferirían otros integrantes del sector confesional de UCD.

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