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La guerra en el Atlántico sur

"Estábamos en el estrecho de San Carlos cuando recibimos el primer impacto"

Un marinero español de 42 años, gallego, es uno de los dos supervivientes del naufragio del mercante argentino Isla de los Estados, que se hundió en las heladas aguas del Atlántico sur después de ser atacado por un buque inglés en la guerra de las Malvinas.Alfonso López, que vive con su esposa y un hijo de corta edad en la ciudad industrial de Avellaneda -en el límite de Buenos Aires con su extensa provincia-, confirmó a EL PAIS aquí que el ataque británico se produjo el lunes 10 en el estrecho de San Carlos, a ochenta kilómetros al oeste de la Gran Malvina, que precisamente es escenario desde el viernes de cruentos combates entre tropas de desembarco inglesas y argentinas.

López, marinero desde hace diecisiete años, poco después de su llegada a Argentina, viajaba por primera vez en el Isla de los Estados.

"Estábamos en el estrecho de San Carlos cuando, de pronto, sentirnos el primer impacto", relata Alfonso. "Yo, que estaba durmiendo, me desperté en el acto y corrí a la cubierta, como lo hicieron los otros veinticuatro tripulantes del barco, era noche cerrada y había tormenta. Intuí que nos habían bombardeado, minutos después recibimos cuatro cañonazos más y el buque empezó a hundirse".

López cuenta a renglón seguido que se intentó arriar los botes -el barco llevaba dos y tres balsas- sin éxito. "Al lado mío", dice, "estaban otros dos marinos, Sandoval y Pallarola. Entre los tres pudimos lanzar una balsa al agua. Sandoval se zambulló en seguida y no lo vimos más. A Pallarola lo vi poco después. Yo me tiré y fui a parar a la balsa, milagrosamente. Desde la balsa pude ver cómo el barco empezaba a hundirse. Diez minutos después había desaparecido bajo las olas".

"El silencio era total. Sólo se escuchaba la voz de la mar. Yo no tenía idea de dónde estaba. Eramos cuatro en una balsa para doce. Empezamos a remar con todas nuestras fuerzas y en seguida nos dimos cuenta de que la balsa hacía agua. Achicábamos como podíamos, comprendiendo que no podríamos aguantar mucho en esas condiciones".

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Así pasaron toda la noche, remando y al garete durante casi siete horas. Cuando comenzaba a alborear divisaron la costa, era tiempo, porque la balsa se hundía.

Alfonso prosigue su relato: "El capitán, que venía con nosotros, se tiró al agua en cuanto vimos tierra, no sé si para ayudarnos o porque pensó que podía ganar la orilla. Una ola gigantesca le arrastró y ya no le vimos más. Poco después, y tras no pocos esfuerzos, pudimos ganar la costa, a los diez minutos de llegar se murió Bottaro -otro de los náufragos-, tal vez por el frío, porque estaba agotado por el esfuerzo desarrollado para mantener la lancha a flote, por las penurias de esas siete horas infernales... no sé".

Después de caminar por espacio de casi cuatro horas por la rocosa superficie de lo que luego sabrían que era la isla Swan, los dos supervivientes, Pallarola y López, encontraron una cabaña abandonada en la que había leche en polvo, azúcar y unos botes de mermelada.

Al cabo de seis días, el pesquero Forrest captó las señales que le hacían López y Pallarola desde la isla con un espejo y mandó un bote a tierra que rescató a los dos marineros. Alfonso López fue trasladado a Río Grande, Tierra del Fuego, y desde allí, hace menos de un día, llegó a su casa de Avellaneda, donde se reencontró con su mujer, Rosa Casais, y su hijo, Manuel Angel, de ocho años.

Veintiún desaparecidos, dos muertos y dos rescatados es el balance del hundimiento del mercante argentino Isla de los Estados.

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