La crisis, a nivel mundial
LOS DOS organismos económicos internacionales de mayor prestigio, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI),se han reunido a su más alto nivel, en la primera quincena de mayo, para pasar revista al estado de la economía de los países industriales y del mundo en general. En ambos casos el panorama es desolador. La producción mundial ha permanecido estacionaria en los dos últimos años, y lo mismo le ha sucedido al comercio internacional.El paro se ha situado en su cota más alta desde el comienzo de la crisis del petróleo. Sólo en los países industriales ha alcanzado la cifra de 25,5 millones de personas, y la perspectiva para finales de este año apunta a la escalofriante cima de treinta millones de parados. En los países del Tercer Mundo, excluidos los exportadores de petróleo de la OPEP, que habían mantenido una tasa decrecimiento satisfactoria desde la iniciación de la crisis, el incremento de la población en 1981 ha superado al de la producción de bienes y servicios. Por vez primera en los últimos diez años se ha producido una caída en la renta por habitante. Las perspectivas inmediatas no indican que este fenómeno sea un hecho aislado. Las cuentas exteriores de estos países -antes llamados en vías de desarrollo- han seguido deteriorándose. El descenso de la factura del petróleo ha sido compensado con, unos tipos de interés que castigan de modo creciente a los deudores del Tercer Mundo.
Los únicos síntomas alentadores son un descenso de la inflación en Estados Unidos y en varios países europeos y una mejor situación de las balanzas de pagos de las grandes naciones industriales. Estos resultados reflejan el éxito relativo de unas políticas monetarias estabilizadoras y de un mayor control en el gasto público. Pero también son la consecuencia de la debilidad de la actividad interior y de la reducción en cantidades físicas de las importaciones, especialmente de los crudos de petróleo, a lo que habría que agregar el descenso de los precios de las materias primas -el propio petróleo incluido-.
No obstante, la inflación se mantiene en cotas elevadas Los expertos de la OCDE y del FMI siguen considerándola el principal obstáculo para una recuperación de los niveles de actividad y de empleo. Las propuestas de los países que, abanderados por Francia, defienden una reactivación de la demanda siguen encontrando la oposición de las autoridades norteamericanas, japonesas y alemanas, empeñadas en evitar a cualquier precio una exacerbación de la inflación, cuando ésta, según sus análisis, comienza a doblegarse. Este último. diagnóstico parte del convencimiento de que, con una inflación superior al 10%, los estímulos por el lado de la demanda no tendrían efectos apreciables en el empleo y contribuirían a aumentar las alzas de los precios. El problema, les responden los defensores de la reactivación de la demanda, es cómo aplicar una política de empleo satisfactoria en el marco de una estrategia rígidamente estabilizadora. El Fondo Monetario Internacional recuerda que el alza de los tipos de interés y su mantenimiento en cotas elevadas no es el resultado de un mayor nivel de inversiones en la economía mundial, sino que, por el contrario, está coincidiendo con un descenso de la inversión en la mayor parte de las economías nacionales. El FMI continúa subrayando que si bien la elevación de los tipos es parcialmente imputable a la contracción de la cantidad de dinero, la causa primordial de ese fenómeno son los fuertes déficit presupuestarios, generados por políticas reactivadoras de la demanda.
Las recomendaciones que se derivan de estas reuniones internacionales son las de continuar practicando una política antiinflacionista y de tratar de introducir una mayor disciplina en las políticas fiscales. Los países ricos y mejor organizados están en condiciones más favorables para seguir esta senda, pero los países del Tercer Mundo, mientras sigan manteniéndose elevados los tipos de interés y estancadas las importaciones de los países industriales, pueden verse abocados a situaciones políticas y sociales absolutamente devastadoras. Es por eso necesario organizar una ayuda más vigorosa por parte de los organismos internacionales en favor de los países en vías de desarrollo; con la esperanza de condicionar esta mayor ayuda a un saneamiento de los despilfarros que realizan numerosos gobiernos tercermundistas.
En lo que se refiere al caso concreto de España la interpretación de los informes no es esperanzadora. Nuestros mejores mercados, los europeos, están en recesión. Aquellos otros mercados donde habíamos ganado participación, los de los países en desarrollo, están prácticamente obligados a entornar sus puertas a nuestras exportaciones por razones estrictamente financieras. Y el más rápido saneamiento de las economías occidentales puede dejarnos fuera de competencia en un mercado internacional cada vez más reducido. La difundida sospecha de que la política de control de salarios conseguida gracias al pacto con los sindicatos no ha sido prolongada, de manera efectiva y racional, por la política económica general del Gobierno encuentra en todo ello vigorosos fundamentos.
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