"Lenta, pesada y azul" investigación coreográfica
En la patria del academicismo, la llamada danza moderna era, hasta hace una docena de años, un producto exótico. Es verdad que París ha jugado siempre -desde que en 1900 aplaudió por primera vez a Isadora Duncan- un papel determinante en la consagración de las innovaciones coreográficas venidas de fuera. Pero la vitalidad misma de sus tradiciones propias y la capacidad de renovación "desde dentro" del ballet francés, hicieron muy difícil la penetración en Francia de la corrientes de danza ajenas a esa tradición.El ballet francés fue produciendo, con toda naturalidad, una línea ininterrumpida de modernizadores de la danza académica (Lifar, Pépit Charat, Béjart) que consiguieron, a menudo con enorme éxito, dar la ilusión de la "modernidad" y asimilar casi todo aquello que parecía amenazarlo. Por fin, en 1975, la dirección de la Ópera de París decidió invitar a la coreógrafa y bailarina americana Carolyn Carlson a que dirigiera un grupo de danza de vanguardia en el seno de la vieja casa.
Grupo de Investigación
Coreográfica de la Ópera de ParísAureola. Coreografía de Paul Taylor sobre música de G.H. Hendel. Pas de deux. Coreografía de Jacques Garnier sobre música de A. Webern. Aunis. Coreografía Jacques Garnier sobre música de Maurice Pacher. Slow, heavy and blue. Coreografía de Carolyn Carlson sobre música de René Aubry. Director artístico: Jacques Garnier. Centro Cultural de la Villa de Madrid. Estreno, miércoles 5 de mayo 1982; hasta el sábado día 8.
El resultado es el Grupo de Investigación Coreográfica de la Ópera de París que, bajo la dirección de Jacques Garnier (sucesor en el puesto de la Carlson desde hace un año), se presentó en Madrid en el marco del Il Festival de Teatro y al que el público del Centro Cultural de la Villa dedicó una larga ovación, en pie al finalizar el último número, Slow, heavy and blue, obra envolvente y casi mágica de Carlson que los diez bailarines interpretaron a la perfección.
"Lento, pesado y azul" es otra manera de decir ritmo, esfuerzo y color. La Carlson juega con estos elementos, pero sobre todo con el ritmo -la danza está montada sobre una música de René Aubry que no pasa de ser "metrónomo ilustrado"- para crear, a base de movimientos sencillos, repetidos rítmicamente sin un solo momento de descanso, una atmósfera cerrada y absorbente en el interior de la cual fluye el movimiento controlado con la misma suavidad y necesidad que la sangre por las venas.
Muy bien iluminada, e interpretada por unos bailarines que parecían ir entrando en trance conforme avanzaban, Slow, heavy and blue tuvo, además, momentos de una belleza cegadora y envolvió al público por completo en su atmósfera. Podría argumentarse que el uso del ritmo primario, en la forma en que lo hace Carlson sea un recurso fácil: como se demostró en el segundo de los ballets de Garnier -Aunis- un ritmo vigoroso e capaz de poner de pie la más pobre coreografía, expresión máxima de la cual sería un desfile militar, que puede tener fascinadas a miles de personas completamente ajenas al espíritu de la cosa, durante varias horas. Pero en el caso de Slow heavi and blue el recurso era legítimo y el resultado, gracias a la cristalina interpretación colectiva, magnífico.
El resto del programa no estuvo a la misma altura: Aureola, de Paul Taylor no sirvió para dar a conocer a uno de los grandes creadores de la tradición americana. Aunque tuvo momentos muy logrados, los bailarines no parecían haber asimilado el sentido lúdico de esta obra ya clásica que fue creada en 1962. Sí sirvió para revelar al público de Madrid al bailarín Jean Christopher Paré, extraordinario de físico y facultades y que no sufre, como la supuesta estrella del grupo, Jean Pierre Franchetti del trasplante a la danza moderna. Franchetti estaba claramente desplazado aquí.
Grave enfermedad
Bien es verdad que el Pas de deux de Garnier que bailó no era una obra maestra. Sufría, como tantos pasos a dos que se crean sin cesar en todas las compañías del mundo de la grave enfermedad de la "innecesariedad". En cambio, el trío del mismo Garnier -Aunis- sí consiguió dar vida a una danza masculina con curiosas resonancias folklóricas.
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