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Casi cien millones movió el Grand Prix de Madrid

El presupuesto del Gran Prix de Madrid está fijado en veinte millones de pesetas. Sin embargo, todo lo que rodea un torneo de esta magnitud fuera de las pistas hace que en siete días sean casi cien millones de pesetas los que se manejan. Los derechos de televisión para España y el extranjero, la venta de artículos en las casetas que hay dentro del club, el consumo de bebidas y comidas, taquillas y gastos de funcionarios, personal especial contratado y gastos de organizadores e infraestructura en general hacen que se muevan cifras tan elevadas.

El tenis, un deporte que, como casi todos, está rodeado y dirigido por conservadores, se muestra como liberal en sus estructuras y reglamento, hasta el punto de que el jugador puede contradecir al árbitro y hacer prevalecer su criterio sobre la decisión del juez.El primer Grand Prix de Madrid se disputó en el Club de Tenis Chamartín, pero insospechadamente o "por necesidades de programación" se trasladó a las pistas del Club de Campo, donde después de siete días es fácil observar todo lo que rodea y se mueve en torno al más importante torneo de la capital de España. Habrá que ir pensando en que la Administración o los clubes privados hagan una pista que dé cabida en sus gradas a más aficionados. La pista central del Club de Campo se quedó pequeña, pese a los precios, 600, 800, 1.200 y 1.500 pesetas, de lunes a domingo, y a que Televisión Española ofreció abundantes espacios.

Nada más llegar a los alrededores del Club de Campo es inevitable pensar que allí se están moviendo muchos millones. La fila de coches es larga y las taquillas no pueden atender las demandas, surgiendo a veces hasta la indignación. Es casi imposible, pese a que la organización es buena, improvisar una infraestructura que resuelva los problemas de todos los que se quieren acercar a ver a los grandes ídolos del deporte de la raqueta. Por otro lado, el reglamento y las características del tenis obligan a permanecer muchas horas en la pista. Nadie sabe el tiempo que deberá permanecer allí.

En un torneo de tenis como el Grand Prix se consume y compra de todo. En estos días se consumieron unos 60.000 refrescos, 30.000 bocadillos y se sirvieron unas 5.000 comidas en el restaurante. Los 12.000 gorros que se utilizaron para protegerse del sol y las 3.500 camisetas hicieron que este capítulo de consumo ascendiera a 14.000.000 de pesetas.

El hecho de que el torneo haya tenido una gran difusión en la publicidad en Estados Unidos ha supuesto unos ingresos de 27.000.000 de pesetas. Los derechos de televisión, en directo para España y Estados Unidos y en diferido para Italia (canal 5) y Japón (canal 12), suponen 24.000.000 millones. Estos tres capítulos suman 65.000.000, a lo que hay que añadir todo lo que está fuera del consumo, como es taquilla, azafatas, organización, gastos de publicidad y lo que se da en llamar varios. No es difícil calcular que sean cerca de cien millones los que se muevan en este Grand Prix que, evidentemente, ha despertado una expectación muy superior a la de años anteriores. El presupuesto ha sido superior y, a excepción de Borg y los norteamericanos, que indudablemente constituyen un capítulo importante, por ahora inaccesible, estuvieron las primeras figuras mundiales. Por otro lado nadie ignora la marcha ascendente del deporte de la raqueta en España.

La magnífica actuación de Manuel Orantes contribuyó, por el enorme eco que tuvo en los medios de comunicación, a que el sábado el desbordamiento en las gradas y palcos, incluido el de Prensa, se vieran abarrotados.

Una anécdota, que por supuesto conocen todos los asiduos al tenis y que tiene que ver con el talante liberal de este deporte, la protagoniza Guillermo Vilas. Siempre que juega tiene en uno de los palcos del fondo de la pista a Tiriac, su asesor y amigo, al que le lanza y le pide las raquetas. En el tenis, el que manda es el jugador. Entre juego y juego puede cambiar de raqueta, y aunque el juez dé una bola como buena, si él considera que no ha sido así, revoca su decisión cuando va en contra de este jugador. Manuel Orantes, sin el partido claro, lo hizo en dos ocasiones, por considerar que era injusto que le concedieran el tanto. El granadino jamás protesta una bola cuando va en perjuicio suyo, pero no quiere, por contra, que le regalen tantos.

El cambio de raquetas de Vilas resultó maldito para el checo Ivan Lendl. Dentro de esta anécdota se podría señalar que un empleado del club le pidió una raqueta al argentino y, con expresión ingenua, le dijo: "No puedo, sólo tengo siete", completamente convencido de que era un número pequeño. No faltó quien se preguntó, no estaba dentro del mundo del tenis, si Juanito tendría siete pares de botas de fútbol.

Por último hay que señalar que, abundando en lo que dijo Orantes al terminar su partido con Ivan Lendl, al manifestar que no comprendía la fuerza del checo, con tantos partidos y viajes, no deja de ser un dato elocuente el que Vilas y Lendl, que llegan con facilidad a las finales de los torneos, se enfrentaron en dos años en trece ocasiones. Ocho triunfos fueron para el checo y cinco para el argentino, entre ellos, los dos últimos en Montecarlo (6-1,7-6,6-3) y Madrid. Antes, y en este mismo año, Lendl se impuso a Vilas en el Masters por 6-4 y 6-1.

El tenis, deporte que sabe caminar paralelamente al mundo de la publicidad, cobra día a día mayor magnitud no sólo en los grandes Torneos como puede ser Wimbledon, Roland Garros o el Masters, sino en muchos Grand Prix, como el de Madrid que mejora día a día. Los aficionados ven a las grandes figuras gracias al apoyo comercial., como el de Sanyo en esta ocasión. Al entendido no le "asusta" ver carteles si disfruta con sus ídolos.

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