El presidente de El Salvador es un defensor moderado de las reformas sociales
El nuevo presidente salvadoreño, Alvaro Magaña, banquero de 56 años que fue discípulo del premio Nobel de Economía Milton Friedman en la Universidad de Chicago, piensa en su país, en términos de empresario privado, pero no se considera un defensor a ultranza de las teorías económicas ultraliberales.
"La organización económica que nos enseñaron en Chicago", ha declarado, "puede producir desigualdades sociales que hacen inestable un país; de modo que el Estado tiene que actuar para corregirlas".Su elección ha venido a demostrar que el poder sigue estando en El Salvador donde siempre estuvo. Bastó que el Ejército propusiera oficialmente su candidatura para que se rompieran los pactos previos de la derecha y se unieran los votos de la Democracia Cristiana y el Partido de Conciliación Nacional (PCN).
El Departamento de Estado no es ajeno a esta componenda de última hora, que ha impedido el acceso a la presidencia de un hombre de la ultraderechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), que hubiera creado muchas dificultades en el seno del Congreso norteamericano.
La votación (36 papeletas a favor, diecisiete en contra y siete abstenciones) ha revelado también que la alianza derechista es mucho menos monolítica de lo que quiso hacer ver el máximo líder de Arena, Roberto d'Aubuisson, que fue el gran perdedor de esta jornada. El tercer partido de la Cámara, el PCN, se ha erigido en el verdadero árbitro de la situación. Situado en el centro del derechizado espectro político salvadoreño, sus catorce votos se unieron a la DC para la elección de presidente y a Arena para las dos vicepresidencias, que han recaído en Raúl Molina (PCN) y Gabriel Gutiérrez (Arena).Los democristianos no consiguieron colocar a ninguno de sus hombres, pero la fluidez de la situación les permite abrigar esperanzas en el reparto de carteras ministeriales y en el propio funcionamiento de la Asamblea, que tiene como tareas inmediatas la elaboración de una nueva Constitución y una ley electoral.
Alvaro Magaña era hasta la fecha presidente del Banco Hipotecario. Fue subsecretario de Hacienda y desempeñó varios cargos económicos en organismos internacionales, como la Organización de Estados Americanos y el Banco Interamericano para el Desarrollo. Políticamente independiente, participó desde la presidencia del Banco Hipotecario en la nacionalización de la banca decretada por la Junta Cívico-Militar. Cree que para salvar a su país es necesario crear clima de confianza en la empresa privada y que eso exige primero la eliminación de la guerrilla. Cuenta para ello con la ayuda financiera y militar de EE UU.
Ha dedicado grandes elogios al plan expuesto por Ronald Reagan para Centroamérica y el Caribe, que, por lo que respecta a El Salvador, incluye este año equipos militares por importe de 81 millones de dólares y una cooperación económica cifrada en 110 millones. La Asamblea Constituyente no ha decidido aún la fecha en la que el nuevo presidente tomará posesión de su cargo, previa disolución de la actual Junta, que preside el democristiano José Duarte.
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