El otro periodismo
Marisa Ciriza, vasca guapa y muy periodista, acaba de publicar Periodismo confidencial, que es un estudio minucioso, puntual, fino, ameno, discreto e indiscreto, de ese periodismo otro u otro periodismo que constituyen los Confidenciales, tan de moda en Madrid (no existen en ninguna otra ciudad española) y que son algo así como el Boletín Oficial del rumor, pero en ciclostyl.Con razón dice el Libro de Estilo de este periódico que "los rumores no son noticia". El periodismo confidencial no es sino una herencia del "rumorismo" franquista (se dice que fulano va a tal Ministerio que perantanito ya no pisa El Pardo). Luego, perantanito seguía pisando el césped de El Pardo durante años, y Franco lo cesaba a la mañana siguiente de haber merendado con él en familia, como ocurrió con cierto ministro de Obras Públicas, anterior a la eficacia divinal de Silva Muñoz. El rumorista franquista era un chisgarabeo de Corte, siempre informativo, nunca crítico, y el rumorismo tardofranquista fue ya intencional, transicional, verdaderamente confidencial. Se divide en dos razas* la raza / couché, que vivaquea en algunas revistas, y la raza / ciclostyl, que por la rudeza de su procedimiento difusorio (e incluso infusorio) pretende alcanzar una mayor y más cruda veracidád, como la pintada (un periodismo que se le ha olvidado a mi querida Marisa en su apasionante libro) se corrobora de supuesta autenticidad por lo directo y neolítico de sus medios. Pero tanto la pintada como el ciclostyl están ulizando el mediti, como mensaje, fingiéndose más reales, más naturales, más cabales, por más elementales. Así, los confidenciales de hoy mismo -"Multiprés", "Análisis político", "Resumen Económico de Europa Press", etc.- resultan irónicos en su presentación rudimentaria, cuando está claro que los manaderos de que nacen podrían editarlos incluso en el mejor couché de Vogue.
El confidencial, pues, es heredero del rumor, y el rumor, como escribiera hace bastantes años mi amigo y vecino Luis Apostúa, "es el florón de las sociedades herméticas". El franquismo era una sociedad hermética, y el confidencial es un vicio -uno de tantos- que hemos heredado de ella, mejorándolo. El confidencial es un periodismo para periodistas, lo cual resulta tan bizantino y degenerescente como un pianista para pianistas. Pretende ser o estar en el cogollo del meollo del bollo, pero, como agudamente señala Marisa, sólo lo está, a veces, en un veinte por ciento de su información. Claro que si el confidencial nace del rumor, no lo extingue, porque somos un país que habla a gritos o al oído: todavía no hemos encontrado el tono medio. Para el rumor organizado como periodismo o el periodismo organizado como rumor están el Club Blanco White (derecha), el Grupo Crónica (centro izquierda), los Desayunos del Ritz (derecha femenina), los Periféricos (provincias) y así: las adscripciones políticas de los grupos son mías y no de Marisa. Lo que sí cuenta muy bien Marisa es la aventura Colpisa / Leguineche / Oneto, que fueron doce años de tardofranquismismo, como la autora señala, llego a publicar varios miles de crónicas sobre / contra el Régimen.
El rumor, guirnalda sucia de países locuaces y ribereños, se convierte en club de opinión, se dignifica, mediante "las lentejas de Mona Jiménez" (fórmula pobre del pretenso liberalismo: luego se ensayaría la fórmula anglosajona), el Club Siglo XXI y el Club de los Cien, de Rafansón. Hay en el Metro una reventa de billetes que consiste en comprarlos por tacos y venderlos por unidad, ganando tres cincuenta en billete. El rumorismo y los confidenciales no hacen cosa distinta. Son los mendigos inversos, opulentos, de la información. Por contraste, refuerzan la imagen de la prensa profesional. Pero Marisa lo cuenta mucho mejor.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.