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Octavio Paz recupera a los viejos surrealistas recitando ante un publico Silencioso y multiracial

Los poemas no se explican, pero los de Octavio Paz mantuvieron ayer durante dos horas a un público numeroso y mezclado, sentado, silencioso, sin fumar. Era la primera lectura del poeta mexicano, que vino a España para recoger el Premio Cervantes el día 23 y que ayer mismo, en el Instituto de Cooperación Iberoamericana, recogía su nombramiento de consejero superior y miembro del órgano consultivo sumo de la institución. Manuel de Prado y Colón de Carvajal le dio la entrada.

En el salón iban entrando los más madrugadores: mucho estudiante, mucho latinoamericano, un público plurirracial. De las primeras que llegan, Rosa Chacel y Clara Janés. También, temprano, Manuel Alvarez Ortega. Las dos primeras filas están reservadas para personalidades y embajadores. Las personalidades son las señoras del presidente del Gobierno y del ministro de Asuntos Exteriores españoles.Manuel de Prado y Colón de Carvajal tiene una voz aristocrática, una rara elegancia grave, voz preparada y modulada para el público, que escucha hablar de la escisión del sentido, del mito de Babel, de la unidad del imperio hispánico, ay, perdida, del Pentecostés milagroso de la lengua común, el público, digo, escucha ya sentado por los pasillos en la moqueta, porque todos los asientos han sido ocupados. Han conseguido sitio, por ejemplo, Pepe Hierro y Aurorita de Albornoz: la conocida crítica acaba de publicar un ensayo sobre el poeta del Norte. Está sentado también Mahmuth Sob, el poeta palestino afincado en Madrid; Jaime Salinas, Luis Rosales. Pero Francisco Brines, Luis Antonio de Villena y Pere Gimferrer, por citar a tres de los poetas más cercanos a Paz-Gimferrer ganó el Premio Anagrama del año pasado con un ensayo sobre la poesía del mexicano-, están de pie, cerca de la puerta.

El poema y el pájaro

Octavio Paz va intercalando poemas cortos y poemas largos, va cortando el discurso difícil para ser oído de sus versos irregulares y muchas veces arrítmicos con cortas explicaciones circunstanciales que muchas veces hacen reír al público. Y veremos pasar paisajes mexicanos que a un griego le pueden parecer griegos, porque "el color local es una ilusión". A un momento dado, Octavio Paz comenta: "No lo encuentro". Sonrisa perpleja del público. Sigue el poeta: "Es un poema sobre un pájaro". Alguien del público: "Voló". Risas. "Pero va a regresar", dice Octavio Paz.Ahora habla de las ciudades edificadas sobre ruinas que ya nombrara antes y cuenta un dato de su biografía: en el poema van a hacer su entrada dos Filósofos: Vasconcelos y Ortega y Gasset. "Vasconcelos me dijo que dejara la poesía y me dedicara a la filosofía, que prepara a bien morir. A Ortega le conocí después y me dio el mismo consejo, pero de una manera más áspera: aprenda el alemán, me dijo, y póngase a pensar. Cuando conocí a Ortega, pequeñito y moreno, él me dijo: parezco un torero ¿verdad?, y recordé lo que decía Nietzsche de Séneca: es un torero de la virtud. Ortega no era un torero moral, era un torero de la historia".

A las 21.45 horas se clausuró el acto de manera apresurada. Uno de los últimos poemas de Octavio Paz estaba dedicado a Miró después de haber recorrido una especie de biografía poética, las ciudades queridas, el colegio de la infancia, los cuerpos del recuerdo y del presente, con el poema a Miró, inédito en libro, Octavio Paz recuperó el humor, la sorpresa; en fin, recuperó a los viejos surrealistas.

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