Abandonan la sala los brigadistas procesados en el 'caso Moro'
La segunda sesión del gigantesco proceso a los 54 presuntos responsables del secuestro y asesinato de Aldo Moro y de los cuatro agentes de su escolta se celebró ayer con un nuevo golpe de efecto: todos los brigadistas acusados, menos dos arrepentidos, abandonaron la sala con arrogante y espectacular silencio.
Después de la primera audiencia del pasado día 14, que tuvo que ser interrumpida por los insultos de los brigadistas al tribunal, ahora se ha adoptado una táctica diferente. En la sala se presentó sólo un pequeño grupo para indicar que nadie de entre los procesados asistiría al proceso si no se les permitía escoger a cada uno libremente una de las seis jaulas preparadas para ellos.En dichas jaulas, los jueces han separado a brigadistas según el siguiente criterio: en una parte, las mujeres; en otra, los duros, en una tercera, los arrepentidos, y separados de unos y otros, los llamados movimentistas, es decir, los brigadistas que, como Valerio Morucci y Adriana Faranda, dejaron la organización durante el proceso Moro porque no estaban de acuerdo con la decisión de matarle.
Morucci fue uno de los pocos que se presentó ayer en la sala del foro itálico. Llevaba en la mano El rey Lear, de Shakespeare, y fue el encargado de presentar la protesta en nombre de todos los brigadistas.
La unión de los dos bandos
Políticamente fue el gesto más significativo de la jornada, ya que existe mucha expectación por saber si en la protesta acabarían uniéndose los dos bandos de brigadistas, halcones y palomas, o si se habrían disociado presentándose de este modo divididos entre ellos, y por tanto, con menor fuerza.Ahora se trata de saber si esta no ruptura se debe a una estrategia política o bien a un gesto de prudencia, ya que estos blandos que se han separado de la organización han sido condenados a muerte por sus mismos compañeros.
El presidente del tribunal, Severino Santiapichi, fue intransigente. Se limitó a decir que la petición de los imputados de poder escoger la jaula sería estudiada caso por caso según las razones personales. Y continuó la audiencia con la lectura de las 68 imputaciones, que duró cuarenta minutos.
El servicio de orden es imponente. Ya desde las ocho de la mañana se oían en el cielo de la capital los helicópteros de los carabinieri. El lugar del proceso estuvo protegido por 1.500 policías.
Para los mismos periodistas fue una odisea poder llegar hasta la sala. Y ayer se quedaron sin sitio cincuenta familiares de las víctimas de los diversos atentados de los que son acusados los detenidos. Hubo gritos y protestas. Tuvo que intervenir la policía.
Una madre gritó con todos sus pulmones: "¿Es que nosotros no somos también víctimas del terrorismo? Queremos estar dentro". Una de las mujeres arrepentidas ha pedido cambiarse de jaula porque ya no se considera arrepentida, sino más bien una disociada de la lucha armada.
Y es que también los arrepentidos han sido condenados a muerte por los duros de las Brigadas Rojas. Y todos saben que sus amenazas no son sólo verbales.
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