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Crítica:El cine en la pequeña pantalla
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Los sobornados' y el gran cine negro

La televisión ha proyectado en los últimos meses dos importantes filmes de la etapa norteamericana de Fritz Lang -Deseos humanos y Más allá de la duda- y esto nos ha permitido hablar de uno de los encuentros más singulares de la historia del cine: el de la escuela expresionista alemana, en la que Lang alcanzó entre otras las cimas de Mabuse, Los Nibelungos y El maldito, con la escuela realista de Hollywood. De este encuentro saltaron ascuas en forma de película, una veintena de filmes de gran clase, entre los que hay media docena insuperables. Uno de ellos es The Big Heat, realizado en 1953, y traducido aquí como Los sobornados, que es una de las obras más perfectas del llamado cine negro, una de las tradiciones más ricas del cine norteamericano.El cine negro nació, en los años treinta, de otro encuentro de escuelas: el documento social sobre los bajos fondos de la vida urbana en los Estados Unidos y la literatura pulp, estilo de relatospolicíacos muy violentos, concebidos para revistuchas baratas, como Black Mask, editadas en papel de estraza -eso significa precisamente pulp- en las que se formaron narradores del fuste de Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Jim Thompson y James Cain. El cine fundió sin esfuerzo ambos modelos en uno solo y de él surgió una de las contadas posibilidades de la narrativa contemporánea de exponer, desde su revés sombrío y sangriento, las luces de una sociedad montada sobre la violencia. Este modelo ofreció a Fritz Lang la posibilidad de reescribir Mabuse o El maldito en lenguaje directo y sobre situaciones captadas casi en evidencia documental.

Los sobornados se emitirá hoy a las 21

50 por la primera cadena.

Eso es Los sobornados: un tercer encuentro entre las obsesiones primordiales de un cineasta y un género cinematográfico que canalizó automáticamente y dió forma nueva a esas obsesiones. Fritz Lang rodó el filme en estado de gracia, con dominio matemático de las leyes del relato negro, cuyos moldes hizo rebosarsin aparente esfuerzo, mediante una realización transparente pero intensa hasta lo insoportable. Lo consiguió gracias, sobre todo, a que volcó su instinto para captar y reproducir los mecanismos de la violencia -tanto moral como física- en un alarde de acoplamiento entre los, en ocasiones fastuosos, movimientos de la cámara y el juego de tres actores de gran talla, que se cuentan entre los más dotados para afrontar las serias dificultades que el género negro presenta a sus intérpretes. Estos actores son Glenn Ford, Lee Marvin y, sobre todo, Gloria Grahame.

Lee Marvin, cuando interpretó el frenético gangster de Los sobornados, era todavía un desconocido, que había debutado en el cine un año antes, en dos películas de Henry Hathaway. Merece recordarse Correo diplomático, en la que no pasó de dar algunos destellos de capacidad para la acción violenta. Su primera auténtica composición de un personaje la hizo en Los sobornados, que fijó, por así decirlo, las creaciones más afortunadas de su carrera posterior. Glenn Ford, con el magnífico antecedente, en 1946, de Gilda, de Charles Vidor, fue a la cima de su carrera precisamente de la mano de Lang en esta película y, al año siguiente, con Deseos humanos. En ambas su oponente femenina fue Gloria Grahame.

Tras unos comienzos balbucientes en los últimos años cuarenta, la Grahame, en cinco años, entre 1950 y 1955, interpretó, casi sin respiro, en una especie de fiebre, nada menos que... i 16 películas!, en las que se mostró como una de las actrices más singulares del cine. Después, la fiebre se apagó y Grahame fue bajando hacia la nada, en que murió hace unos meses.

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