La acompañante
Lleva uno algún tiempo inquieto, intrigado, curioso, observando las tarjetas que llegan todos los días, por gruesas (doce docenas), para cócteles, almuerzos, comidas, presentaciones, copas, rollos, temas, mogollones, movidas, conferencias y cosas. Antes, y principalmente cuando los actos eran de noche, las tarjetas o tarjetones venían a nombre del invitado y señora. La otra fórmula era señores de. Pero, desde que hemos hecho la revolución inmóvil, la transición que no transita del todo, desde que hemos traído la democracia, la libertad, la aconfesionalidad y el vídeo, la nueva fórmula social es: "Usted y acompañante".Fórmula tan lasa que permite incluso asistir a las recepciones diplomáticas con el novio homosexual (si de esa rareza se trata) o con la criada. Por supuesto, las criadas (no sé los homosexuales) suelen quedar mucho mejor que la legítima en las recepciones diplomáticas o de las otras. Pero este recrudecimiento de la acompañante, que había permanecido en la sombra de cuarenta años, siendo la otralla otra, que a nada tenía derecho porque no llevaba un anillo con la fecha por dentro y que no tenía ley que la amparase ni puerta donde llamar, esta vuelta de la acompañante, que antes era la piculina, el apaño, la furcia, la pelandusca, la lagartona, y sobre todo este reconocimiento implícito/explícito de la otra por parte de los anónimos protocolos, las solemnes pompas y las impecables circunstancias, me revela a mí cómo toda una moral franquista, estrictamente franquista, tan estrictamente como pudiera serlo la moral eduardiana en Inglaterra, una moral doble, convencional, fingida, sostenida exclusivamente por la presencia neutra y casta del difunto, se ha venido abajo sola, a la muerte del muerto, ya que ni siquiera se sustentaba en hilos de araña de iglesia, sino en los críterios financiero/sexuales del Caudillo, que retiró el nombramiento a algún director general "por irregularidades conyugales".
Ramón Tamames me corregirá sí me paso, pero yo diría que la Renfe, por ejemplo, ha sido la iconografia rodante del franquismo, una de sus creaciones más logradas y lentificadas. A lo mejor resulta que ha habido Renfe desde los tiempos del Union Pacific, mas, para los niños de postguerra, la Renfe era el franquismo y a la inversa, ya que la sociología franquista era una sociología ferroviaria: primera, segunda, tercera y topes: en los topes iban maquis y robagallinas a los que con un tiro se les apeaba del tren y de la vida. Bueno, pues la Renfe, que ha revolucionado/mejorado sus estructuras, me invita con tarjetón de cena válido para mi ilustre persona y acompañante.
Mi santa, que es una santa, no ha dicho nada ni ha reparado, pero yo igual podría haberme presentado en la recepción/Renfe con una estrella del sex/porno vestida en uniforme de trabajo y la Renfe habría tenido que bajar la cabeza y besarle el porno a la sex como antes le besaba la mano a la santa, que la Renfe siempre ha sido muy besalamano. O sea, que si la Renfe, incluso la Renfe (y no ya las embajadas extranjeras o las empresas de ética multinacional), la Renfe, acuñación en hierro y lentitud de todos los valores cívicos, civiles y belicosos de los 40/40, admite ya la acompañante, quiere decirse que la democracia ha pregnado lo más profundo e impermeable de la sociedad española.
Sólo sugiero, no sé si a favor del cheli o de la Academia, llamar a la acompañante, en los tarjetones, la acompañanta, en femenino, que queda más entre Arniches y Lidia Falcón, más feminista y castizo al mismo tiempo.
El triunfo social de la otra es, más que un triunfo de la democracia, una derrota de la doble moral, porque la otra /la otra ha estado ahí siempre.
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