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El Salvador y la Prensa

El asesinato de cuatro periodistas holandeses en El Salvador no es, por supuesto, más grave que los restantes crímenes que se producen en los países donde los sistemas instaurados no tienen respeto por la vida humana. ( ... )Militares, policías y activistas de la ultraderecha se dedican a torturar, mutilar y matar sin descanso, con la complicidad del silencio gubernamental, con la connivencia del presidente-títere José Napoleón Duarte, y con el asentimiento de Ronald Reagan, quien -con la bandera de que peor sería el comunismo- presta su apoyo para que la situación se perpetúe.

De un horror, del que no están escapando ni los niños, ni las embarazadas ni los ancianos, no hay ninguna razón objetiva para esperar que puedan salvarse los representantes de los medios informativos internacionales. Todo lo contrario: lo único que impide que muchos de los asesinatos de El Salvador sean crímenes perfectos es, precisamente, la existencia de periodistas occidentales que cuentan al mundo quiénes son los autores. Y esa información, aun sin ser ningún alivio físico para las víctimas, es lo único que enlaza a los niños machacados, a las mujeres tiroteadas y a los hombres que sufren suplicio con una posibilidad futura de justicia. la información es lo único que les separa de que, encima, sus muertes sean incluso ignoradas.

No pretendemos entonar un canto gremialista hacia los compañeros periodistas muertos. Subrayamos su asesinato para que la opinión pública de aquí reflexione sobre el sentido profundo de la información. Lo hacemos en unos momentos en que también aquí, en España, los enemigos de la democracia tienen entre ellos y la opinión pública la barrera de la información sobre lo que traman. Por eso arrecian sus esfuerzos para presentar a la Prensa libre como culpable, y por eso intentan desacreditar el papel de los periodistas.

20 de marzo

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