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Korkala estuvo en España en septiembre de 1980, cuando ya estaba huido de Estados Unidos

El traficante de armas norteamericano George G. Korkala, detenido el pasado 25 de febrero en Madrid e ingresado posteriormente en la prisión de Carabanchel, a la espera de que se resuelva la solicitud de extradición presentada por el Gobierno de Estados Unidos, estuvo en España a finales de septiembre de 1980, fecha en la que ya se encontraba huido de Estados Unidos y con domicilio desconocido, junto con su amigo el ex agente de la CIA Frank Terpil.

Los servicios del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) detectaron en aquellos momentos la presencia en España de Korkala, quien ahora, según manifestó a EL PAIS en la prisión de Carbanchel, sólo vino a contactar "con una importante empresa de fabricación de armas situada en el País Vasco". Fuentes solventes aseguraron que Korkala había entrado en contacto con esta empresa antes de ser detenido.Según supo este periódico, Korkala ha recibido órdenes en los últimos días de no hablar con la Prensa, por el momento, después de haber concertado el pasado jueves con el EL PAIS una entrevista que se realizaría esta semana. Los enlaces de Korkala, a quienes él mismo avisó recientemente y que, posiblemente, se encuentren ya en Madrid, le "sugirieron tener la boca cerrada" y prescindir de los servicios del abogado Juan Mollá López, que hasta el pasado lunes le representaba.

Entrevista en la prisión de Carabanchel

George Korkala, de 41 años de edad, natural de Detroit (Michigan), que parece haber tenido vínculos, al menos indirectos, con la Agencia Central de Información (CIA), por mediación de Frank Terpil, quien perteneció a esta organización, mantuvo una entrevista informal con este periódico, el pasado jueves, en la prisión de Carabanchel, donde él, manifestó que contaría "toda la historia", pero en presencia de su abogado. Durante esa conversación, el traficante de armas, de trato muy amable, seguro y mostrando una frialdad extraordinaria, como si nada hubiera ocurrido, afirmó, que había trabajado en muchas ocasiones con Terpil, pero precisó que a Kevin Mulcahy, socio de este último, con quien los medios de comunicación le relacionaron, únicamente le conocía de haber hablado con él algunas veces por teléfono.Absolutamente tranquilo y distendido, vestido con vaqueros, camisa y una bufanda que no se quita nunca de encima, Korkala decía que le extrañaban mucho las informaciones que habían difundido los periódicos españoles. "Yo no entré en España con pasaporte falso, como dijo la policía, y no he realizado aquí ninguna actividad ilegal", comentaba Gary, como le llaman normalmente sus amigos, mientras levantaba los hombros, y añadía que tampoco estaba relacionado con una empresa de seguridad de Gran Bretaña, donde dicen que vivía, "porque yo llevo bastante tiempo en Beirut... No entiendo. ¿Quién ha facilitado esa información?". Eso era lo único que le preocupaba. ¿De dónde salía la información que se había difundido? Y ¿cuáles eran esas fuentes de información?.

Aunque trataba de evadir hábilmente cualquier pregunta sobre sus supuestas conexiones con la CIA y todo lo relacionado con el tráfico de armas, Korkala comentó, entre bromas, sobre su situación en Carabanchel; que únicamente vino a España a comunicarse con una gran empresa situada en el Norte, y que se encontraba en la exposición sobre sistemas de seguridad Sicur-82, situada en la Casa de Campo, exclusivamente de visita. Algunas fuentes bien informadas indicaron a este periódico que Korkala, antes de vsitar esta exposición, ya había viajado al norte de España, aunque no se ha podido confirmar si mantuvo algún contacto con la empresa que él mismo cita.

"Quieren colocar una nube sobre mí"

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Posteriormente, y hablando sobre su situación en Estados Unidos, Korkala manifestó textualmente: "Antes brillaba una luz muy clara, pero ahora quieren colocar una nube sobre mí". Tras varios frustrados intentos de obtener alguna información sobre sus relaciones con los agentes de la CIA y sus actividades en Líbano, decidimos esperar a volver con su abogado para entrevistarle, a lo que él accedió amablemente. Y, es más, manifestó: "No intentéis sacarme un pedazo del pastel ahora. Cuando hable con mi abogado os daré toda la tarta. Ya lo hemos decidido".El pasado lunes, su hasta ese momento abogado, Juan Molla López, nos acompañó hasta la prisión para entrevistarle, pero su amabilidad se tornó en un absoluto mutismo y seriedad. En uno de los locutorios del centro informó que había recibido instruccciones de no hablar con la Prensa y además decidió prescindir de los servicios de este letrado. La máquina había comenzado a funcionar.

Donna, la esposa de Korkala, piensa desplazarse próximamente a España para visitarle, y los desconocidos enlaces que él avisó, tras ser detenido en Madrid, habían entrado en contacto con él. Vestido con las mismas ropas que llevaba el primer día, el traficante de armas, visiblemente malhumorado, explicó además que estaba muy enfadado por la información que recientemente publicó un diario madrileño de la mañana, en la que se afirmaba que su historia, junto con la de Terpil, estaba relacionada con la "ayuda a los más peligrosos terroristas y tiranos del mundo", y donde se les tildaba a ambos de "profesionales del terror".Korkala, junto con Terpil, fue condenado, en ausencia, por un tribunal de Nueva York, en junio de 1981, a 53 años de prisión por intentar vender 10.000 ametralladoras a unos presuntos guerrilleros latinoamericanos, que en realidad eran agentes federales camuflados. Ambos, que habían sido detenidos por aquel delito en diciembre de 1979, se encontraban huidos de Estados Unidos.

Gary aparece vinculado a los ex agentes de la CIA Edwing P. Wilson y Frank Terpil, intensamente buscados por la policía norteamericana por sus conexiones con negocios de venta ilegal de armas y material de precisión al coronel Muamar el Gadafi, de Libia. La localización de las actividades ¡legales de los dos ex agentes de la CIA fue denunciada en el otoño de 1976 por Kevin Mulcahy, que era entonces socio de ambos, quien expuso a la CIA y al FBI sus dudas sobre la legalidad y la ética de los negocios con Libia.

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