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El proceso por al rebelión militar del 23 de febrero

Rocambole acecha

Ramón Hermosilla, defensor del general Armada, colocó ayer el clavo de su defensa y empezó a machacar. Desde las diez de la mañana a las seis de la tarde, con el habitual receso matinal al filo de las doce y las dos horas para el almuerzo, martilleó obsesivamente una petición de lecturas sumariales que conducían, una por una, a lo mismo: la caballerosidad y honradez personal del general Armada, su comportamiento rigurosamente disciplinado hacia su jefe natural -Gabeiras- en las jornadas 23 y 24 de febrero del 81, y el asentamiento de coartadas para hacer indemostrable su supuesta entrevista con Tejero en unas oficinas de la madrileña calle Juan Gris en los días 19, 20 ó 21 de febrero pasado. De entre las numerosísimas declaraciones leídas ayer, incluidas las de dos empleadas de hogar de Armada, destaca el relato del comandante Bonell, siete años ayudante del general y acompañante de éste en su prímera entrevista con Tejero en el Congreso secuestrado:-Soy el general Armada.

-Sí, ya le conozco (Tejero).

Ambos entran en el Congreso y se encierran en uno de los despachitos acristalados. Puede vérseles, pero no se les escucha. Se advierte que discuten y hablan por teléfono. En una de las llamadas de Armada sale Tejero y dice a sus hombres: "Nos ofrecen un avión". El capitán Bobis -encausado- y el comandante Bonell entablan el siguiente diálogo:

-¿Qué te ha parecido lo nuestro?.

-Vaya sorpresa nos habéis dado.

-No habrá sido sorpresa para el general Armada.

-Tanto como para mí. Yo le di la noticia cuando estaba reunido con Gabeiras.

-¿Pero no venís de La Zarzuela?.

-No, venimos del Cuartel General.

-¡Otra vez Tejero! (Y volviéndose a los guardias exclama: "¡No vienen de La Zarzuela!").

La defensa de Armada, como ya queda dicho, se centra, hasta ahora, en buscar coartadas sobre los días en que Tejero afirma haberse entrevistado con él en las oficinas de la calle Juan Gris. Tejero cree que fue el 20 de febrero, dudando sobre una fecha más o menos. Allí, supuestamente, habría recibido de Armada las últimas instrucciones para el asalto al Congreso. Armada tiene cubiertas todas las horas de esos días por declaraciones de su mecánico -que sólo llevaba doce días a su servicio y del que no se puede esperar particular fidelidad personal-, sus dos sirvientas, una de sus hijas, oficiales y jefes subordinados, el general Vigón que cenó en su casa, o amigos y amigas de sus hijas que le vieron en su diaria misa vespertina.

Aún faltan declaraciones que abunden en su defensa y refuercen su coartada, pero algún abogado de la línea Milans estima que a Armada le falta por justificar una hora. Aún así, una hora en esos tres posibles días es una marca de justificación de los pasos dados por un ser humano bastante notable.

De entre las numerosas petíciones de lectura sumarial solicitadas por esta defensa destaca igualmente la del general Sáenz de Santamaría: relata el actual Capitán General de Valladolid que la conducta de Armada en el 23-24 de febrero le ocasionó desconcierto y perplejidad. Todo ello en función de que se ofrecía a entrar en el Congreso y plantearle a Tejero un Gobierno provisional presidido por él, siempre y cuando los parlamentarios lo aceptaran y votaran. Armada recalcó que la oferta era a título personal, desvinculándola de la persona del Rey, e insistiendo en que "aquí tiene que haber un sacrificado y ese seré yo".

Hasta aquí, los elementos de información judicial son conocidos; se ignoraba una nueva versión en la que coinciden por lo escuchado ayer multitud de testigos, todos ellos jefes y oficiales del Cuartel General del Ejército: Armada fue sugerido telefónicamente para autoproponerse como jefe del Gobierno a un Congreso sujeto a coacción. Numerosos mandos militares atestiguan de una conversación de Armada con alguíen a quien el general llamaba "Jaime" y a quien respondía con las siguientes frases: "Pero eso no es posible. Eso es una barbaridad. Esto es anticonstitucional. Bueno, lo intentaré, pero tengo que consultar a mis jefes. Si no están de acuerdo te llamo". A contínuacíón, Armada cuenta a los presentes que el Capitán General de la III Región Militar, Jaime Milans del Bosch, le sugiere como salida a la gravísima situación creada en el Congreso ofrecerse como jefe del Gobierno.

Armada pide un texto constitucional e insiste en que la pretendída solución le parece una barbaridad. Después llama a La Zarzuela y a la Junta de Jefes de Estado Mayor -en donde está Gabeiras- y relata lo que se le ha sugerido. Tras el regreso de Gabeiras al Cuartel General del Ejército, éste pide quedarse sólo en su despacho, luego manda que entre Armada, pide su coche dispuesto a acompañar a Armada al Congreso, lo despide a continuación y Armada sale para ir sólo al Congreso entre ofrecimientos de generales para acompañarle. Queda claro que La Zarzuela no acepta que Armada haga tal propuesta a los diputados en nombre de la Corona; no se sabe hasta qué punto se le autoriza para hacerlo a título personal. En cualquier caso el general Armada, a partir de aquí, va repitiendo a todo el que le quiere oir que está hondamente preocupado por la suerte de los secuestrados, que está dispuesto al sacrificio personal y que sin involucrar al Rey, a título personal, pero con autorización de sus superiores, intentará encontrar una solución con Tejero que incluye el avión de Getafe -preparado desde las dos de la madrugada del 23- y la propuesta a los diputados.

El resto de las declaraciones leídas a petición de la defensa de Armada constituyen ese repiqueteo monocorde sobre su excelente reputación personal y profesional, su acendrada religiosidad, su amor por España y la institución monárquica, con pequeños detalles ancedóticos que recrean la figura y el entorno del encausado. Así, cuando terminado el secuestro Suárez le da un gran abrazo, Gutiérrez Mellado le ignora, Fraga le estrecha la mano secamente y Luis Solana le da las gracias efusivamente. O cuando el 25 de febrero, al recibir el cese, encuentra la solidaridad de muchos compañeros de armas ante lo que estiman una injusta decisión política y Armada los calma anteponiendo los íntereses de España y la Momarquía y aludiendo a su deseo de ser designado como jefe de la Artillería. Otro punto a resaltar de tan larga lectura sobre lo mismo es la continua referencia a un sargento de la Guardia Civil -nunca identificado- que al llegar el general al Congreso por primera vez, exclama: "Por fin llega Armada. Le estábamos esperando desde el principio".

Este turno de defensa de Armada -que continuará el lunes, hoy no hay sesión- ha sido sólido, elefantiásico, pesado, machacante. Un punto en la línea del coronel San Martín tomándose del brazo de su jefe, el general Juste -no procesado-, Armada parece querer graparse a Gabeiras y demostrar que en todo momento, durante el 23-24 de febrero, fue un subordinado leal y diligente. En concreto parece demostrado que fue personalmente Armada quien, en ausencia de Gabeiras, ordenó la retirada a las unidades que habían ocupado Radiotelevisión Espafíola. Y testigos presenciales de aquellas horas en el Cuartel General del Ejército respaldan la actitud de Armada: ni el menor auxilio -dicen- a los golpistas, ninguna, reticencia a las órdenes del mando o atisbo de doblez; colaboración absoluta con Gabeiras, entonces jefe del Estado Mayor del Ejército.

En los pasillos de la Sala se comenta este puzzle que lentamente comienza a encasillarse. Es un rompecabezas complicado donde los haya que, se quiera o no, está royendo la imagen de unos militares que tan encarecidamente aluden al honor de sus armas. Parece no haber salida: o se miente o no se dice la verdad. Y, entre tanto, se teje la novela. La conversación telefónica, ante testigos, de Armada con Jaime recuerda en su estructura a la de Milans con Alfonso el domingo 22. Siempre hay alguien al otro lado del hilo telefónico imposible de verificar más que por la palabra dada por cada declarante. La entrevista Armada-Tejero-Cortina en Juan Gris -pieza esencial- que ya se perfila como indemostrable y que va a quedar en un pulso de lo que dice uno contra lo que afirma otro. En la Operación Galaxia, el teniente coronel Quintero afirmó haber recibido la visita conspirativa de Tejero y éste -de tan prodigiosa memoria- niega haberle visto. Ahora se invierte la torna en esta historia, prolongación de una Galaxia que no acaba.

Y en la novela en la que imperceptiblemente penetra este proceso adquiere perfiles relevantes el comandante Cortina, jefe de operaciones especiales de la inteligencia militar y presunto hombre-puente entre Armada, Milans y Tejero. Cortina: un hombre que desde teniente pertenece a los servicios secretos, curiosamente identificado con posiciones próximas a la UMD, que despachaba directamente con Rodríguez Sahagún cuando éste era ministro de Defensa, tenido por inteligente, silencioso y sinuoso. Dos teorías extraprocesales: o aceleró el golpe por cuenta de esa trama civil que no se sienta en el banquillo -García Carrés, a la postre, es tan anecdótico como Tejero- o intentó provocarlo para desactivarlo, se pilló los dedos y ahora no puede contar lo que sabe,

El caso es que estamos a las doce menos cinco de penetrar en un mundo borgiano -tanto de Borges como de los Borgia-, florentino, donde si Armada no vio a Tejero en Juan Gris, ni llamó a Milans ante Ibáñez Inglés y Zancada, ni Milans llamó a Armada para sugerírle su propuesta al Congreso, ni entre los diputados nadie esperaba al elefante, vamos a hacer buena la tesis de Tejero de que como esto siga así, él tampoco estuvo el 23 de febrero en la Carrera de San Jerónimo. Ya se corre la voz, entre oficiales que han conocido a Cortina, de que éste es experto en transformismo, y parece que es verdad. Y para que la realidad continúe imitando al arte, el general Urrutia -hermano del jefe de Estado Mayor de Milans en Valencia- es el delegado del ministro Oliart en el proceso y máximo responsable del aparato extraprocesal. Rocambole acecha.

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