La venerable prensa
Una de las consecuencias del otro golpe, el victorioso, el de 1936-39, en el orden periodístico, fue pasar por sus armas a periodistas, periódicos y empresas conforme vencían sin convencer. Ciertamente, con las excepciones de neoadictos y conversos. Al final, en 1939, un Tribunal Especial de Prensa repartió suerte: paredones, perpetuas e inabilitaciones de por vida. Simultáneamente, diligentemente, se articularon las incautaciones de rotativas y cabeceras por toda la piel de toro y -nunca mejor dicho- máquinas y mesas de redacción gimieron con otros cantares: El Sol, La Voz, Febus se rebautizaron Arriba y Efe; El Heraldo se transmutó en Madrid, Solidaridad Obrera en Solidaridad Nacional, La Vanguardia en La Vanguardia Española y etc., etc., etc... Otras cabeceras, La Libertad, Avance, El Mercantil (valenciano), El Liberal (de Bilbao), El Socialista, Mundo Obrero y tantos y tantos más fueron tan enterrados como sus redactores, éstos tras juicio o breve pausa en una cuneta.Pasaron las ominosas décadas. En nuestro entorno, sólo absortos retornados del exilio, viudas, desconocedores jóvenes colegas punteros y el etéreo común patrimonio de la vieja estirpe: nuestras cabeceras perdidas en las hemerotecas.
Pues bien -pues mal-, en pocos meses, en el orden periodístico que comentamos, se han consumado dos irritantes depredaciones que, al margen de su dudosísima legitimidad, claman por su denuncia pública. En los dos casos -Heraldo y La Voz-, han recurrido los arbitristas a una adición de imposible españolidad o progresía, vergonzante, cuasi oculta, para, en definitiva, apropincuarse, sin el justo trámite mercantil de la impensable compra, unas cabeceras de prensa que todavía resuenan en la memoria histórica de los españoles.
Nada valdría la pena lo escrito al respecto, sino mejor esperar po.cos meses a la autoconsunción previsible, como ya ocurrió con el no menos manipulado El Imparcial, si no se utilizasen hoy, en estos graves momentos para la consolidación democrática de España, las cabeceras señeras de Heraldo y La Voz para la exaltación de incalificables sucesos. ¿Tan pobres de todo se muestran, se saben y se sienten para su inviable intento que tienen que depredar hasta los apellidos que, todavía, nos honran a sus víctimas?/
/ Ex redactor de La Voz.
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