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Groenlandia decide el próximo martes, en referéndum, su continuidad en la CEE

Soledad Gallego-Díaz

Groenlandia, una isla inmensa, recubierta casi en su totalidad por el hielo del Artico, puede decidir el próximo martes, día 23, abandonar la Comunidad Económica Europea (CEE), a la que pertenece desde 1973. Sus cerca de 60.000 habitantes, muchos de ellos esquimales, acudirán a las urnas para refrendar una propuesta del Landsstyre (consejo administrativo o Gobierno local), que estima que pertenecer al Mercado Común les proporciona bastantes más inconvenientes que ventajas.

Hasta el 1 de mayo de 1979, Groenlandia fue, pura y simplemente, una provincia más del pequeño reino de Dinamarca, y como tal entró a formar parte de la CEE en 1973, pese a que muchos de sus habitantes se mostraban reacios, temerosos sobre todo de las repercusiones de la adhesión en sus tradicionales actividades de pesca y caza. Pero a partir de 1979, los nacionalistas groenlandeses obtuvieron de Copenhague la aprobación de un estatuto de autonomía, muy amplio que concede prácticamente todas las competencias, salvo relaciones exteriores y defensa, a un Gobierno y a un Parlamento autónomos. En octubre de 1981, el Larisstyre "mostró sus cartas": no quería seguir perteneciendo a la CEE, a la que le unen, ciertamente, pocos lazos, tanto desde un punto de vista cultural como económico y social.Por primera vez en la historia de la Comunidad, una antigua provincia de un país miembro -un territorio que no es absolutamente soberano- plantea la posibilidad de marcharse de la organización comunitaria. En Bruselas no están contentos: se abre una posibilidad de alcance desconocido y se podría perder un territorio de alto valor estratégico (Groenlandia posee instalaciones militares danesas que utiliza la Alianza Atlántica), con grandes riquezas pesqueras y tal vez yacimientos minerales sin explotar, de gran interés para Occidente.

Los principales resquemores de Groenlandia se refieren a la legislación comunitaria sobre la caza y la pesca, que suponen el 55% de sus exportaciones (otro 35% lo suponen sus reservas de plomo y zinc). El Gobierno local afirma que la viabilidad económica de la isla depende de que la pesca esté en manos de los propios groenlandeses.

La polémica entre partidarios de la retirada y de permanecer como hasta ahora se ha ido agriando según se aproximaba la fecha del referéndum. La última batalla la han entablado el Parlamento europeo y el ministro groenlandés para la Industria, Pesca y Comercio, Lars Emil Johansen. Dos diputados conservadores daneses quisieron que el Gobierno danés realizara un informe sobre las ventajas que Groenlandia ha obtenido de la CEE. Copenhague se negó -no era de su competencia-, pero la propuesta fue aceptada. El informe -según el cual Groenlandia se beneficia enormemente del Mercado Común- ha provocado las iras de Johansen.

Los comunitarios reconocen la importancia de la pesca para Groenlandia (más de 12.000 personas viven de ella), pero aseguran que gracias a la CEE la isla ha podido vigilar mejor sus recursos y aumentar su propia capacidad de capturas.

"Datos manipulados", afirma Johansen; "si nuestras capturas han aumentado ha sido gracias a Dinamarca, unilateralmente, y no gracias a Bruselas, que se ha limitado a ayudarnos a construir dos barcos. Los derechos de pesca en nuestras aguas, si son sólo nuestros, podemos venderlos a quien queramos, no necesariamente a la CEE. Ahí están la URSS y Japón".

Algunos sondeos realizados en la última quincena indican que el resultado del referéndum sigue siendo muy incierto. Dependerá mucho, al parecer, de la temperatura del día D, de si hay borrasca o no, que impida a los esquimales aproximarse a los centros electorales. "Detrás de esta polémica, centrada aparentemente en temas de pesca, hay problemas más graves", afirmaba un parlamentario europeo. Groenlandia posee grandes yacimientos sin explotar de uranio y de hierro, dos minerales de alto valor estratégico, y quién sabe si algún día se descubre gas.

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