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Repentina fiebre compradora

Las bolsas españolas fueron sometidas ayer a unos importantes flujos compradores que provocaron unas fuertes elevaciones en el precio de las acciones que se contrataban y que conferían un aire de cierto optimismo a los cierres de los mercados.La consigna de primera hora de la mañana parecía ser que las acciones se acababan y, por tanto, que había que intentar comprar como fuese. Con el furor de los nuevos conversos se lanzaron los inversores sobre las acciones eléctricas, cuyos precios experimentaron unos incrementos casi olvidados.

Pero fueron, una vez más, los valores de menor rango en el sector los que concentraron el mayor volumen de demanda. Viesgo, Reunidas de Zaragoza, Cantábrico e incluso Fenosa registraron subidas muy abultadas en los precios de sus acciones. Sus cambios comienzan a encaramarse a unas alturas que les separan abiertamente de la lógica, pero la especulación es la especulación, y las expectativas siempre deben ser cotizadas en los mercados de valores. Si estas subidas son excesivas o no, tendrán que decidirlo los propios inversores, y su bolsillo será quien dé o quite razones.

En el sector bancario sorprendió relativamente el importante incremento en el saldo comprador del Santander, quien sumó 90.176 títulos a la compra. Esta circunstancia no pareció influir excesivamente en el ánimo de los cuidadores de la entidad, que sólo aceptaron subir tres puntos en el mercado madrileño y mantener la política de desánimo para los inversores a corto plazo que parecen tener planteada.

El resto de las entidades del sector aprovechó el buen momento del mercado y se apresuró a mejorar sus cambios. La realidad es que, después del banco montañés, sólo Banesto presentaba un saldo comprador apreciable, que se cifraba en 24.518, acciones, y que podía ofrecer una cierta justificación a su ganancia de cinco puntos. El resto de los siete grandes presentó pequeñas partidas compradoras, como eran los casos del Central, Popular o Vizcaya, e incluso llegaron a contar con excesos de oferta, como el Bilbao y el Hispano.

Por si no hubiese resultado suficiente la buena. disposición del mercado, desde primera hora de la mañana circulaba por el parqué madrileño la consigna de que Telefónica debía subir. Y estos comentarios, recogidos veinte minutos antes de que el valor marcase su cambio, según casi todos los testimonios, respondían a un estímulo concreto: el vicepresidente económico del Gobierno, Juan Antonio García Diez, iba a visitar la Bolsa madrileña y a pronunciar una conferencia.

Como en los tiempos gloriosos o, mejor dicho, casi igual que entonces, las voluntades institucionales se dieron cita para recibir al vicepresidente del Gobierno como se merecía, esto es, con una subida del índice general. Para ello, nada más fácil y más seguro que generar un alza en el valor que mayor peso específico tiene en el indicador intersectorial: Telefónica.

El discurso de García Díez respondió a un acto formal, y apenas se pudo entresacar la voluntad del Gobierno de que el crédito al sector privado sea superior en tres puntos a la inflación a lo largo de 1982, de la preocupación oficial porque los gastos de la Seguridad Social no crezcan por encima del incremento del producto interior bruto y de la voluntad de continuar con la reforma del sistema financiero para adecuarla a las necesidades actuales del sistema.

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