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Trasvase de poderes del Gobierno federal norteamericano a los Estados de la Unión

Un traspaso de poderes del Gobierno federal norteamericano a los Estados de la Unión y administraciones locales, junto a la promesa de que "no habrá nuevos impuestos para reducir el déficit público" fueron los dos principales capítulos expuestos ante el Congreso en pleno, por el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, en su primer discurso sobre el "estado de la Unión".

A lo largo de los próximos diez años, un total de 47.00 millones de dólares será transferido de la Administración central del Gobierno federal de EE UU a cada uno de los cincuenta Estados de la Unión. "Devolver el poder a los Estados" es la síntesis de la nueva teoría de la Administración Reagan en su programa de descentralización.Plan impuesto, en realidad, en aras de las economías de gasto público que pretende el presidente, acosado por unos crecientes déficit presupuestarios (del orden de 100.000 millones de dólares para 1982, y otros tantos para 1983 y 1984) que inquietan a los inverso res de Wall Street, reacios a estimular la economía norteamericana.

En total, cuarenta directivas, que hoy son competencia de la Administración federal, pasarán a los Estados. Destacan los trasvases de educación, transporte y, sobre todo, de subvenciones para familias pobres y boletos de comida que permiten adquirir alimentos en cualquier supermercado a aquellas personas pobres que no llegan al mínimo de ingresos anuales, considerado como el índice de pobreza.

Oposición y escepticismo

Los líderes del Partido Demócrata, hoy en la oposición, pero también algunos gobernadores o alcaldes vinculados al Partido Republicano, juzgan al "nuevo federalismo" en la línea de las economías del Presupuesto que intenta lograr la Administración Reagan, y no en la creación de un verdadero foco de descentralización federal, en un país de dimensiones continentales donde, en realidad, las competencias en múltiples sectores dependen ya de las administraciones locales."No veo especiales ventajas, a la hora de colocar la comida sobre la mesa", dijo el líder de la mayoría demócrata Thomas Tip O'Neill. Las declaraciones de O'Neill fueron expuestas en un programa de media hora en las principales cadenas de la televisión norteamericana, programa financiado por el Partido Demócrata en réplica a las posturas expuestas por el presidente Reagan en su discurso sobre el "estado de la Unión".

El senador Edward Kennedy, el ex vicepresidente Walter Mondale, el gobernador de California, Edmund Brown, y el senador de Colorado, Gary Hart, todos ellos considerados como delfines del Partido Demócrata cara a las próximas elecciones presidenciales de 1984, intervinieron en la emisión. No lo hizo el ex presidente Jimmy Carter.

En realidad "esperar y ver" es la actitud más generalizada, tanto entre republicanos como demócratas, a la hora de analizar el "nuevo federalismo" de la Administración Reagan.

Hay dudas de que la nueva doctrina solucione los graves problemas de desempleo (8,9% de la población activa, el más alto que ha tenido el país desde 1975) que tiene planteados actualmente Estados Unidos.

Reagan acompaña su plan de un programa de creación "zonas de industrialización" que, en áreas deprimidas de la economía norteamericana, proporcionarán algunas ventajas fiscales para favorecer la inversión.

Los políticos de los Estados con ,grandes dificultades económicas, como es el caso de Michigan, donde se halla centralizada, en las cercanías de Detroit, la casi totalidad de la industria norteamericana del automóvil, hay serias reservas de que el "nuevo federalismo" favorezca a los ciudadanos.

Sin embargo, en otras partes del país, con economías más prósperas o con importantes recursos energéticos (petróleo o carbón), las perspectivas son mucho más optimistas.

Los defensores de la doctrina de "estímulo de la demanda", en que se basa la teoría de la Administración Reagan para sacar la economía de la actual ligera recesión en que se encuentra, saludaron entusiastas la firme determinación del presidente de no aumentar los impuestos en 1982. Gasolina, tabaco y alcohol, entre otros productos, escapan del peligro de incremento de impuestos.

Con el "nuevo federalismo", que Reagan preconizará en próximos viajes por diferentes puntos de Estados Unidos, y la firme oposición a subir los impuestos, el presidente coloca en buena posición preelectoral al Partido Republicano, cara a las próximas elecciones de noviembre en que se renovará la totalidad de la Cámara de Representantes, hoy controlada por el Partido Demócrata, y un tercio del Senado, dominado por la mayoría presidencial del Partido Republicano.

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