Amplio relato escrito del doctor Iglesias sobre su secuestro
La familia Iglesias repartió ayer en Miami, poco antes de que se celebrara la anunciada conferencia de Prensa con el doctor Iglesias y sus dos hijos, Carlos y Julio, una extensa declaración del propio secuestrado, con una detallada descripción sobre las circunstancias en que se produjo su secuestro y posterior cautiverio. Ofrecemos a continuación un amplio resumen del extenso relato del doctor Iglesias.
ENVIADA ESPECIAL
"A mediados de noviembre recibí una llamada de un señor, que me dijo ser representante de la televisión alemana, proponiéndome la realización de una entrevista. Le hice ver que no era interesante, pues yo sólo era el padre de Julio, pero me respondió que quería realizarme el reportaje como médico y también como padre del cantante, que en su país era muy famoso"."Me dijo que cuánto quería cobrar, que no había ningún problema de dinero, pero me negé rotundamente. Nueva insistencia y entonces le indiqué, ya que iba a venir de Alemania, que me trajese un televisor pequeño".
"Una señorita guapa, agraciada y bien vestida me visitó en mi casa a una hora en la que realmente no podía ser vista, y me dejó el cuestionario. Como yo les indiqué que realizaba un viaje para pasar las fiestas de Navidad con mis hijos en Miami, convinimos la cita para mi regreso, que ellos sabían sería el 28 de diciembre".
"Y, efectivamente, encontrándome en la mañana del 28, el mismo día que llegué a España, en mi despacho, con Pedro Rosales, llegaron los dos señores. Uno tenía pinta de señorito. Parecía el jefe. Me entregaron el mando a distancia del televisor Saba que habían dejado en mi domicilio el día 23 de diciembre. En el momento de la entrega del mando me dice: "Esto que es la cosa más preciada de la televisión, hemos querido entregárselo personalmente". El otro señor era bajito y con pinta rara".
Martes 29 de diciembre
"Me dicen que si íbamos a hacer el reportaje, pero como estaba lloviendo y yo tenía muchas cosas que hacer, les dije que, era mejor posponerlo para el día siguiente. Me acompañaron hasta la puerta y allí se despidieron después de haber quedado citados para el día siguiente a las diez de la mañana, en mi domicilio, con objeto de acompañarles a efectuar el reportaje que ellos querían hacer en la Casa de Campo, como me indicaron"."Pasadas las diez de la mañana, y como nadie se había presentado, le digo al portero que estaba esperando a unos señores, pero que como no habían llegado que me marchaba al despacho.
"Está claro que ellos no querían que se les viese allí, y por eso pienso que me siguieron hasta Maternidad. Llegué a una agencia de viajes que hay próxima a la clínica, y tras recoger unos billetes de avión me dirigí al aparcamiento, dejando en el coche el papel que autorizaba el aparcamiento por una hora. El señor con buena pinta que se hacía pasar por alemán me abre la puerta de mi coche y me pide disculpas por el retraso. Me pide que le acompañe a su coche, pero él no lo encuentra en un primer momento. En el coche había dos señores, pero ninguno de ellos era el señor bajito que el día anterior había acompañado al que ahora me había conducido hasta el coche".
"Me dicen que vamos hacia la Casa de Campo y que si lloviera haríamos la entrevista en los locales de Televisión Española de Prado del Rey. El desplazamiento fue rápido, y al llegar en la Casa de Campo al desvío hacia El Pardo, da un volantazo fulminante metiéndonos entre baches y demás en pleno campo.
"Asustado, exclamo: "¿A dónde vamos, a dónde vamos, qué hacen ustedes?", y en ese momento el que está sentado conmigo en la parte de atrás me pone en el pecho un pistolón grande con un cañón alargado, que yo creo que era el silenciador, y me dice: "Si no cooperas, te matarnos".
"Rápidamente, los de delante se vuelven, me colocan un antifaz y me dan una pastilla. Me meten en el portamaletas del coche y de lo último que me di cuenta es de un golpe que al cerrar el capó recibí en la frente".
"Ya no sé más hasta que despierto en una habitación y veo como un tío muy grande y gordo con antifaz. Lo vi como en sueños.
A las diez de la mañana llaman a la puerta y me dicen: "Desayuno, desayuno". Respondo que me dejen dormir, sólo dormir. A las tres vuelven a llamar con la comida y digo lo mismo: "Dejadme dormir, dejadme dormir". A las once de la noche entran con la cena. Pasan con una bandeja. Es una mujer rubia con antifaz. Los tres primeros días siempre me sirven comida, desayuno y cena en bandeja. Buena comida y además con vino. Luego ya volaría el vino. El cuarto día me levanto por primera vez".
"Todo lo de los días y las horas lo sé porque no me quitaron el reloj, que tiene calendario. Tampoco me quitaron 70.000 pesetas que llevaba en billetes. Al levantarme por primera vez me caí, cosa que me hizo recapacitar sobre el sistema que debería seguir durante el encierro para sobrevivir".
Ejercicios diarios
"Empecé a andar diariamente. Como mínimo, ocho kilómetros diarios. Contaba las vueltas a la habitación. Una, dos, tres, para saber que al cabo de las cien vueltas eran 400 metros. Luego ya lo cronometré, y cuando hacía deprisa tardaba trece minutos en un kilómetro y despacio diecisiete minutos. Me hacía de once a trece kilómetros diarios. Además, las cien genuflexiones sin perder el equilibrio. Me hacía otros cien ejercicios para fortalecer las manos, porque me asustó la caída del primer día"."Ese día me pasan unos periódicos. Al día siguiente me pasan el Abc y me dicen que tengo que escribir una carta a mis hijos dando una referencia de una determinada crónica que ese día publica el periódico. Ocho días después me pidieron que escribiera otra carta. Esta segunda es la que ha publicado la Prensa, pues de la primera nada se ha sabido".
"Superé la depresión, pero les pedí algunas medicinas, entre ellas Valium, pues yo quería dormir para no enloquecerme. Me tomaba c ada seis horas una pastilla. Esto lo empecé a hacer el día 15".
La liberación
"Yo estaba dormido, adormilado por las pastillas, y siento como un bombazo. Pensé que era como una bomba de gas butano. Instantes después sentí varias explosiones. "Ya vienen por mí". Después de la primera explosión me incorporo y enciendo la luz. Cuando me doy cuenta, en mi habitación hay dos personas. Parecen marcianos"."Doctor Iglesias, doctor Iglesias, no se preocupe, Policía Nacional, está usted liberado".
"Me puse a llorar y uno de ellos, el comandante de los GEO, me dio un abrazo. Se me acercó Joaquín Domingo Martorell, el jefe de la Brigada Central de Información, y me llevó hasta la central de teléfonos del pueblo, que estaba enfrente, y me puso en comunicación con el ministro Rosón.
"Unos quince minutos después me meten en un coche. Aunque yo ya había hablado con Rosón, ante la forma de vestir los que me acompañaban en el automóvil no me creo todavía nada y pienso que pueden ser otros secuestradores que me llevan a otro lugar distinto".
"No respiré totalmente tranquilo hasta que no entré en la carretera general y ya vi el coche del comandante. Entonces sí que supe que estaba liberado. Me abracé a Martorell y llegamos a la DSE, donde me esperaba mi hijo Carlos.
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