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Rubert de Ventós: "Yo no llego a escéptico, solamente estoy desconcertado"

El filósofo habla sobre "La feliz desintegración de la cultura mítica"

La primera conferencia del club Marco Aurelio, de intelectuales escépticos, a cargo del filósofo catalán Xavier Rubert de Ventós, fue, paradójicamente, una expresión de creencias. Además, en su discurso sobre La feliz desintegración de la cultura mítica, dentro del ciclo titulado Homo ludens-homo axiológicus, Rubert de Ventós rechazó la vigencia de lo lúdico frente a lo comprometido, prefiriendo también el desconcierto al escepticismo. "Llamarse escéptico es ya mucho decir. Yo no llego a escéptico; solamente estoy desconcertado", dijo. En los próximos días hablarán sobre el mismo tema en el Centro Superior de Investigaciones Científicas y sede del citado club de escépticos, el novelista Gonzalo Torrente Ballester y los filósofos Javier Muguerza, Eugenio Trías y José Luis L. Aranguren.

Xavier Rubert de Ventós, catedrático de Estética en la Universidad de Barcelona, piensa que el mejor gesto creativo consiste "en sacar las cosas de donde están para usarlas de modo perverso". En consecuencia, su conferencia ante el club fue un requiebro perverso y perfecto, además de intencionado, porque, como explicó, la mejor mariera de rizar el rizo ante un auditorio de escépticos era expresar mis creencias, no mis dudas".El autor de De la modernidad no muestra ningún entusiasmo por el término lúdico, que le parece más apropiado para una revista ilustrada o para una tesina de licenciatura. "Eso de lúdico", dice, "empieza a ser ya tan cursi como lo fue el término compromiso. Es más: diría que, en cierto modo, las imprecaciones a las realizaciones lúdicas se han transformado en un imperativo de nuestra época. Y cuando hay un término que adquiere más prestigio de la cuenta y que acaba siendo sinónimo de positivo, inmediatamnete me desagrada".

Buenos, científicos y serios

El filósofo, antes de llegar a Kant, al que alabará, entre otros motivos, por haber sido el único que tuvo, "que tiene", el valor de reconocer "que las uvas están maduras y que están más allá de nuestro alcance", desmitifica la cultura mítica como paso previo para explicar por qué piensa que será feliz su desintegración. "La mitología propia de los discursos modernos de los que habiamos vivido", dice refiriéndose a los discursos marxo-estructuro-analítico-freudianos, "esa pasta ideológica se caracterizaba, por un lado, porque nos ofrecía la posibilidad de ser en un mismo gesto buenos y científicos y serios, y estar con los pobres, y estar con la historia, y estar con el partido, etcétera. Además, se pensaba que existía un nivel de la realidad y un nivel de la práctica en el que podía conjuntarse la comprensión de los fenómenos y la incidencia sobre los mismos, lo lógico y lo ontológico".Para cada una de esta "pasta ideológica" tiene Rubert de Ventós un ejemplo. Así, para el discurso ideológico-psicoanalítico el nivel totalizador sería el inconsciente, y "en el diván resultaría que se produce a la vez la explicación y la curación". Si se es estructuralista podría creerse que las leyes de formación de los procesos y las leyes de inteligibilidad de esos procesos, son leyes formales que coinciden. Y en el tercer ejemplo, el marxista, la dialéctica sería a la vez una ley de la realidad y una ley de la comprensión de la realidad. "Yo", exclama el filósofo, "acabaría diciendo ¡qué lindo todo esto! Las mitologías apaches, al lado, son pálidos bosquejos".

Contra ese contexto totalizador sitúa Rubert de Ventós la necesidad de desintegrar la cultura mítica porque, en su opinión, todos los intentos que se han hecho en nuestros días para unir, una vez más, "esos hijos pródigos" que son la moral, el arte, la religión y la política, o esas facultades separa das que son la raza, la bondad, el entendimiento, la belleza, la ética y la estética, se han hecho, en la época moderna, a partir de Estados que "los querían reunir como en un fascio", dice, "para salvar a la sociedad en sí misma, para mantener su coherencia y su turgencia frente al chisporroteo de los intereses particulares".

El filósofo de la modernidad cree que ese tipo de cultura hizo crisis ya en Atenas, con el nacimiento de la ciudad democrática, cuando surgió la política, y que su renacimiento sólo sería posible "cargándose esa polis democrática".

Un discurso catalanista

Este discurso, "leído al través", le parece a Rubert de Ventós un discurso "obviamente catalanista", lo que subraya no sin advertir que lo es "porque tenemos apuros en tanto que catalanistas". "Aunque sea por esnobismo", dice, "en estos momentos me divierte más sentirme comprometido -que es el tópico de anteayer- que sentirme lúdico -que es el tópicó de ayer mismo-".Las creencias afirmadas en la primera conferencia pronunciada en el club de los intelectuales escépticos no hay que tomarlas, sin embargo, como categóricas. El propio Rubert de Ventós lo indica al afirmar que habría expresado sus dudas, en lugar de sus afirmaciones, si hubiese hablado en un centro de creyentes. En todo caso, el filósofo catalán reafirma su entusiasmo kantiano. "De repente hoy, como yo", dice, "hay otros muchos que tambien se declaran kantianos, es decir empiezan a hacer neoclasicismo mondo y lirondo, a la brava, porque ya no encuentran el modo de legitimar, con coartadas funcionales, si me pongo a hacer cornisas, frontones o columnas dóricas. Es una animalada: como animalada es ser kantiano y no estructuralista".

"Sólo Kant", concluye el autor de La estética y sus heterodoxias "tiene el valor de reconocer que hay problemas que no podemos solucionar, pero que tampoco podemos dejar de plantearnos; sólo en Kant encontramos la firme decisión de no ceder ni en la aspiración absoluta ni en la lucidez radical; de aceptar, en fin, el carácter tan absoluto como nómada, tan radical como huérfano, de nuestras necesidades intelectuales y de nuestras aspiraciones existenciales".

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