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GENTE

Eduardo,

rey de Inglaterra de 975 a 978, o más bien sus supuestos restos, reposa por el momento en una caja fuerte de un banco de Exeter, aguardando un futuro incierto mientras que su caso se debate ante un tribunal. En los años treinta, según el Catholic Herald de Londres, el sarcófago de plomo que contenía sus huesos fue encontrado entre las ruinas de la abadía de Shaftesbury, cuyo antiguo propietario, John Wilson Claridge, se quedó con las reliquias cuando en 1954 vendió estos terrenos y las depositó en el banco, pensando que estos restos no deben quedar en manos privadas, informa Andrés Ortega. Claridge se los ha ofrecido a la Iglesia ortodoxa rusa que desea darles una nueva sepultura en el cementerio de Brookwood. El actual propietario de la abadía, Kenneth Taylor, quiere que las reliquias vuelvan a su lugar original. Claridge podría haber actuado ilegalmente, pues, según una antigua ley británica, cuando se compra una iglesia en desuso, los restos enterrados en lugares consagrados no pertenecen al propietario de los terrenos y no pueden ser trasladados sin permiso de la diócesis.

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