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Tribuna:TEMAS PARA DEBATEEl paro de los licenciados
Tribuna
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De los estudios a la realidad

La principal iniciativa de la universidad en este grave problema sería estimular lo más hondamente posible las investigaciones sobre él. Aquí apuntamos sólo algunas sugerencias en ese sentido.La experiencia reciente parece mostrar que la posesión de un título de enseñanza superior no constituye una garantía de un empleo estable y bien remunerado; los graduados superiores se ven afectados por el paro y muchos de ellos se encuentran empleados por debajo de sus capacidades. Esta situación es consecuencia de la propia situación general del empleo, que hace particularmante difícil el acceso de los jóvenes al mercado de trabajo y de la propia. afluencia de titulados a aquél.

Es conocido que nuestra estructura socioeconórnica absorbe muy pocos titulados superiores, lo que hace que tengamos un nivel elevado de paro de graduados. Es también un hecho evidente que existe una inadecuación entre oferta de titulados y demanda empresarial de personas para cubrir dichos puestos.

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En relación con ello, la acomodación del funcionamiento de la enseñanza superior a las necesidades de la sociedad en cuanto a la formación de profesionales, técnicos y cuadros, directivos, constituye un aspecto fundamental que hoy es un punto central de las preocupaciones sobre la universidad en todos los países occidentales, si bien no puede ni debe reducirse únicamente la misión universitaria a la solución de este tipo de problemas.

Apoyándose en algunas de las últimas encuestas sobre la población activa realizada por el INE, puede estimarse que el paro de licenciados e ingenieros superiores afecta a unos 35.000 o 40.000 titulados, y a ello habría que añadir otros 40.000 o 50.000 titulados medios, principalmente en escuelas universitarias de formación del profesorado de EGB. Estas cifras suponen un porcentaje de paro aún ligeramente inferior al de la media de población que no tiene estudios universitarios. Más preocupante es el hecho de que el porcentaje de paro entre los titulados superiores está aumentando en los últimos años más rápidamente que el del conjunto de la población, hasta el punto de que entre la población activa que tiene menos de treinta años, las cifras de paro universitario son ya superiores a las de la población no universitaria.

Si a ello se une el que la salida de graduados va a continuar aumentando, a causa del incremento de la matrícula en los años anteriores, puede suponerse que los nuevos graduados van a tener en el futuro aún más serias dificultades de empleo.

Estas dificultades van a ser especialmente graves en algunas áreas de estudios universitarios, como la tradicionalmente llamada Filosofía y Letras, donde el número de estudiantes ha crecido más deprisa_que en el resto de los ámbitos universitarios, y también en las citadas escuelas universitarias del profesorado de EGB. Para esta última carrera, un estudio realizado acerca de sus posibilidades de empleo muestra que entre 1979 y 1985 puede preverse un exceso de 110.000 a 120.000 graduados sobre el número de nuevas oportunidades de empleo que se producirán en ese período. En este sentido, habría que hacer llegar a la opinión pública, y a las familias y estudiantes, la idea de que las expectativas de colocación futura no se pueden lograr para todo el mundo, y mucho menos para aquellas carreras en las que apenas existe demanda.

Por otra parte, puede detectarse un considerable aumento del número de titulados que se encuantran subempleados, aunque es muy difícil de establecer cifras precisas.

Dado que la demanda social de estudios universitarios no parece descender, es obvio que el número de futuros graduados va a estar muy condicionado por la mayor o menor dificultad que establezcan las normas de acceso a la universidad, prescindiendo aquí de analizar los aspectos constitucionales que pudieran suscitarse en una política de planificación en tema de titulados.

Importante es también la correspondencia efectiva entre la educación universitaria y la clase de formación que requiere el ejercicio profesional de la carrera respectiva. Con frecuencia, los empleadores de titulados superiores han señalado que aprecian una dicotomía entre los conocimientos que los graduados obtienen a lo largo de la carrera y las necesidades prácticas y reales de la profesión. Pero es cuestión muy discutida la articulación que la universidad deba establecer entre ambos puntos de vista. Si bien no debe olvidarse que en muchos campos el número de especialidades de los planes de estudios no se ampara en una diversificación profesional real, y existen especialidades que no parecen justificadas por ninguna exigencia profesional.

Los contenidos de los planes de estudios son elaborados con frecuencia desde una perspectiva muy peculiar. Basta citar en esta línea que entre las cerca de cien especialidades que existen en el campo de Filosofía y Letras, hay seis o siete especialidades en Geografía y ocho o diez en Historia, pero quizá no hay ninguna que responda de modo plenamente satisfactorio a las expectativas que la sociedad parece solicitar de un profesor de Geografía e Historia. La distancia entre la formación académica y el ejercicio profesional se acentúa por el escaso espacio que tiene la formación práctica en la educación universitaria y por la falta de experiencia profesional de buena parte del profesorado, ya que no está resuelto el espinoso tema de cómo valorar la experiencia profesional para el acceso a la docencia. El desfase existente exigiría revisiones profundas, por ejemplo, de algunos (no todos) de los planes de estudio, así como un cambio no menos profundo en la estructura y en la orientación de muchas de las actividades universitarias.

José Manuel Pérez-Prendes es director general de Ordenación Académica y Profesorado.

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