_
_
_
_

La dimisión de Allen facilita una remodelación del equipo de política exterior de Reagan

La Administración Reagan se ha servido del escándalo que en las últimas semanas ha envuelto a Richard Allen para obligar a dimitir a éste y hacer una reestructuración a fondo del equipo de política exterior del Gobierno norteamericano. William Clark, hasta ahora subsecretario de Estado y amigo personal del presidente, es el nuevo consejero nacional de seguridad de Estados Unidos.

William Clark tiene fama de excelente negociador y coordinador, y en los nueve meses que ha trabajado en el Departamento de Estado ha conseguido algo que, según los funcionarios que le rodean, no es en absoluto fácil: llevarse bien con el secretario Alexander Haig y hacer compatibles las decisiones de éste con las del ministro de Defensa, Caspar Weinberger, y el consejero de la Casa Blanca, Edwin Meese.Pero el propio Clark, un californiano, confiesa no tener ningún conocimiento de política internacional, y cuando fue interrogado en las audiencias del Senado para su confirmación, dijo que "no sabía" los nombres de los primeros ministros de Suráfrica y Zimbabue, y que "desconocía" cual es la actitud de los aliados europeos respecto a la colocación de armas nucleares en su territorio.

A pesar de todo ello, el presidente Ronald Reagan ha decidido conceder a Clark más atribuciones de las que tenía su predecesor, Richard Allen, y una de sus tareas será informar diaria y personalmente al titular de la Casa Blanca de los temas de más actualidad en política exterior, y de todas aquellas cuestiones que afecten a la seguridad nacional.

Ello supondrá una pérdida de poder para Edwin Meese, que es considerado como el personaje más influyente de la Casa Blanca, y que servía de intermediario entre Richard Allen y el presidente Reagan.

William Clark va a tener como objetivo fundamental la coordinación de las decisiones del Departamento de Estado, el ministro de Defensa y la Casa Blanca en cuestiones internacionales, y el objetivo que se le ha asignado es dar a la Administración Reagan una imagen de armonía, de la que hasta ahora ha carecido por completo.

Tanto el Departamento de Justicia como la oficina de asuntos jurídicos de la Casa Blanca declararon a Richard Allen inocente de cualquier ilegalidad por el hecho de haber aceptado mil dólares y dos relojes de una revista japonesa a cambio de convencer a la primera dama, Nancy Reagan, de que concediera una entrevista en exclusiva a la publicación.

Pero el escándalo que el tema suscitó ha sido utilizado por el triunvirato de consejeros de la Casa Blanca para remodelar el proceso de decisiones en cuestiones de política exterior, para derrocar a Richard Allen, cuyas relaciones con Haig eran pésimas, y para dar el consejo nacional de seguridad a una persona que tiene la confianza de Reagan y no suele meterse en problemas con nadie.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_