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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Réplica a González Seara

El señor González Seara, en tres artículos titulados El Estado y la sociedad civil, publicados los días 16, 17 y 18 de los corrientes, obsequia al lector de EL PAIS con un buen trabajo académico, en parte conocido por los estudiosos de derecho político, sociología, economía, etcétera.Ataca al liberalismo -del de quienes comulgan con él hoy únicamente emplea la palabra neoliberal para calificarlos como si continuasen pensando igual que en el siglo XIX- por las disfuncionalidades que produce en la sociedad industrial competitiva, las injusticias múltiples, la irracionalidad del sistema, el desarrollo económico y social no controlados, la burguesía española que se movió siempre... reclamando privilegios y balones de oxígeno para sus canijos proyectos y escuálidas empresas.

Pone de relieve los enfeudam ientos del Estado -en el que destaca su debilidad-, de los que debe librarse: Iglesia, Ejército, universidad, colegios profesionales, etcétera, acusando a la sociedad española de corporativismo y corrupción, cuyos privilegios son otorgados desde el poder.

En el artículo primero, el señor González Seara afirma que "las doctrinas que culminan en la Revolución Francesa partieron, en gran medida, de quienes querían acabar con los privilegios y las desigualdades jurídicas", mientras que, "en el Reino Unido las desigualdades económicas y sociales se defienden desde la sociedad organizada y se le pide al Estado que permanezca al margen, vigilando el orden establecido" (tesis individualistas). Por consiguiente, la conclusión es fácil: para que pasemos del prlmero (Francia o despotismo ilustrado) al segundo estadio (Reino Unido o sociedad vertebrada y organizada), quien debe cambiar antes es el Poder, no la sociedad. Las intervenciones otorgadoras de privilegios deben suprimirse desde el poder, primariamente.

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Llegados a este punto, en el que se viene magnificando desde 1945 el poder supremo del Estado, su imperium, su rectoría de la política económica mediante el presupuesto y la política monetaria y de crédito, resulta ingenuo comentar las disfuncionalidades de nuestra sociedad, desde el momento que el primer agente (económico, político y social) perturbador es la acción del poder, que se ve impotente para arrostrar muchos de los resultados que con su actuación provoca, e incapaz de controlar, prevenir y remediar las actuaciones de otros agentes allende las fronteras del Estado. /

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