Cenar bien en Nochevieja en un restaurante de Nueva York, si encuentra sitio, cuesta 19.000 pesetas
¿Cómo celebran los norteamericanos estas fiestas de Navidad y el año nuevo? A grandes rasgos, con idénticas tradiciones que los europeos. Pero con las particularidades propias de este país, marcado por las últimas modas, en las compras de regalos de Papá Noel, afectadas este año por la crisis, con un descenso de ventas de alrededor del 20% en relación con el año pasado. En torno a la mesa se reúnen las familias para degustar menús tradicionales, sobre todo, pavo relleno o jamón cocido (de Virginia, preferentemente). Los pasteles de castañas, tartas de calabaza o de zanahoria acompañan los ágapes clásicos americanos, en la más pura tradición desde la época de los pioneros. Vinos californianos o importados serán consumidos por los más sibaritas.
Se reserva, en general, para la cena de fin de año la carta más sofisticada, Para los pudientes, incluirá caviar Beluga y champaña Dom Perignon, clásicos de las minutas de fin de año en los mejores restaurantes de Nueva York, al módico precio medio de unos doscientos dólares el cubierto (unas 19.000 pesetas). Unico problema: encontrar sitio.Pocos serán, posiblemente, los que tengan en cuenta los consejos divulgados por institutos médicos universitarios en previsión de los peligros de la Navidad, en una sociedad donde todo -salvo lo imprevisto, claro está- está previsto. Un empacho puede conducir al ataque cardíaco. Los adornos del árbol de Navidad pueden producir irritaciones cutáneas, dicen sabiamente los expertos en los males navideños.
Un envenenador en la Casa Blanca
Difícil de predecir si los servicios de seguridad del presidente habrán previsto un probador del menú presidencial, para evitar el riesgo de un atentado gastronómico de mayores consecuencias que una indigestión.
La posibilidad no es ninguna invención. En el pasado, según el semanario Newsweek, uno de los criados del presidente Jimmy Carter había sido introducido en la Casa Blanca con el propósito de envenenar al hoy ex presidente, saliendo a relucir ahora la noticia, con ocasión de la psicosis de atentado nacida con la tensión entre Washington y Trípoli.
Habrá también un reparto benéfico de miles de almuerzos en todo el país a cargo del Ejército de Salvación, cuyos dirigentes reconocen que ha aumentado su paupérrima clientela. Algunos de estos pobres se han visto dañados por los recortes en ayudas sociales impuestos por la necesidad de ahorro público de la Administración Reagan.
Yendo estrechamente unidos gastronomía y regalos en época navideña, los norteamericanos se habrán volcado este año en la compra de lo último inventado por la sociedad de consumo.
Los walkman (casetes stéreo) son capaces de incrementar la soledad e incomunicación en medio de la masa, ya sea en el metro o en el parque, y también de acompañar con Chopin o los Rolling Stones las horas de jogging.
Estos aparatos continúan captando la preferencia de las compras novedosas de los norteamericanos.
Para la sociedad desarrollada que más horas de televisión ve al año, el ingenio humano aplicado a la electrónica (una de las pocas industrias que no conoce la crisis) ha preparado un sinfín de aparatos que, aplicados al televisor normal, permiten convertirse en cazador de platillos volantes , en plena compenetración con la guerra de las galaxias, para que no pare el televisor cuando la docena de cadenas que normalmente se captan en cualquier gran ciudad estadounidense no emita un programa al gusto del telespectador. Es otro de los aparatos preferidos entre los regalos navideños de ahora.
Y comenzará el nuevo año con las promesas de los políticos de que "todo irá mejor", de que la actual recesión económica, incluso en Estados Unidos, es pasajera; de que no habrá nuevos impuestos para limar un déficit público que debía alcanzar su equilibrio en 1984, según promesas del presidente el pasado mes de septiembre, pero que prevén hoy números rojos por valor de 162.000 millones de dólares, difíciles de paliar sin nuevas cargas para el contribuyente.
Para Reagan, 1982 comenzará con la mirada puesta en las elecciones senatoriales de noviembre, primera prueba de fuego sobre la aceptación popular de su gestión en la Casa Blanca.
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