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Reportaje:

Un peluquero asturiano, concejal de UCD, estudia la imagen psicoestética de los políticos españoles

Ramiro Fernández, seleccionador nacional y director artístico de la escuela de peluquería de caballeros, que compatibiliza estos cargos con el de concejal de UCD en el Ayuntamiento de Oviedo, acaba de finalizar una serie de estudios sobre la imagen psicoestética de los principales políticos españoles, entre cuyas conclusiones destaca su preocupación por la falta de expresividad del presldente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo; la ausencla de un marco natural y flexible del cabello en Juan José Rosón; la necesidad de resaltar la simpatía de Fraga Iribarne, y la poca fortaleza del pelo de Carrillo. En Sevilla ha sido elegido hace días el mejor peluquero de España en el año 1981.

De los líderes analizados por Ramiro Fernández, solamente dos, el rey Juan Carlos y Felipe González, secretario general del PSOE, salen tan bien parados que no necesitan un tratamiento específico para ofrecer una imagen aceptable. A finales de 1977, el peluquero centrista envió una respetuosa carta al Rey en la que le recomendó, al parecer con éxito, prolongar las patillas hasta el lóbulo auricular y propiciar una mayor cobertura del cuero cabelludo de las sienes y la región occipital. De Felipe González afirma que se trata de uno de los políticos mejor peinados, aunque falla en su forma de vestir, en general poco coordinada con el moderno estilo de llevar la cabellera.Al referirse a su jefe de partido, Calvo Sotelo, Ramiro Fernández dice de entrada que «su imagen no parece la más adecuada para un auténtico líder». Como remedio propone alargar y ahuecar su cabello para dinamizar el rostro; una ligera cubierta del pabellón auricular, que acortaría la dimensión horizontal del semblante y posibilitaría una línea armónica en la zona parietal, y dejar crecer el pelo durante cierto tiempo en la nuca.

La modificación en el peinado deberia ir acompañada de un cambio en la montura de las gafas capaz de imprimirle una imagen más expresiva.

Rosón, con su pelo planchado, las angulosidades del rostro y ojos penetrantes contenidos por unas pobladas cejas, ofrece una fuerte impresión de dureza y rigidez, máxime en un ministro del Interior. Ramiro Fernández propone ampliar el recorrido visual con la finalidad de dulcificar sensiblemente su rostro, en el que, actualmente, le falta el marco natural y flexible del cabello y provoca así la focalización de la vista en la zona de los labios, enmarcados por grandes angulosidades.

El peluquero Fernández se muestra desolado ante el cabello debilitado y oxidado de Santiago Carrillo, secretario general del PCE. «Si el peinado», afirma, «es el vestir natural del cuerpo y el marco del rostro, hemos de concluir que Carrillo va desnudo o desenmarcado, ya que su pelo sólo es visible cuando se sitúa de perfil, por llevar rebajado hasta límites increíbles el cabello de la zona parietal y, en especial, las patillas». Un tratamiento de rehabilitación del pelo daría a su imagen una mayor expresividad y mejor facilidad de comunicación.

De los líderes estudiados por Ramiro Fernández es Juan Antonio García Díez, vicepresidente económico, el que, en su opinión, presenta una imagen más actualizada y moderna. La cantidad y fortaleza de su cabello ofrecen grandes posibilidades, siempre que emplee un peinado a raya más lateral y ahuecado en la parte superior, acuda con más frecuencia al peluquero para contrastar la tendencía a la ondulación del cabello de las zonas parietal y occipital y use trajes más ajustados. Tiene bien pobladas las sienes y la nuca; sin embargo, el pelo, al circunvalar las orejas, fuerza la naturalidad del peinado. Su línea corporal es estilizada, pero usa trajes demasiado holgados, que, unidos a la forma acampanada de la nuca por el ensortijamiento del pelo, distorsionan su figura.

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Fraga y sus «puntos flacos»

Ramiro se quita el sombrero ante Fraga, al recordar que en su cabeza cabe el Estado, como dijo Felipe González; sin embargo, se ve obligado a reconocer que han sido su cabeza y los tirantes los puntos flacos más atacados por los humoristas. «Para convertirle», dice, «de un chiquillo o un hombre listo, travieso y simpático en una persona retorcida y huraña sólo hay que ponerle cuatro pelos ralos y erizados como peinado». Con la finalidad de dificultar a los caricaturistas tan truculento recurso, el peluquero asturiano le sugiere la creación de una línea natural de cabello en la zona occipital y propiciar una mayor cobertura de la parietal, en consonancia con la configuración de los pómulos, para resaltar la imagen de vivacidad y simpatía.Finalmente, Ramiro Fernández recomienda a Jaime Lamo de Espinosa, ministro adjunto al presidente del Gobierno y portavoz de UCD en el Congreso, la eliminación del engomado en el pelo y el cambio de las gafas por otras de montura ligera y más transparentes que resalten mejor la expresividad de sus ojos, a la vez que da valiosos consejos a José Luis Alvarez, ministro de Agricultura, sobre la conveniencia de adoptar un peinado a raya, que le aportaría más naturalidad y un aspecto juvenil.

Para los políticos poco receptivos a la psicoestética, Ramiro Fernández invoca la profunda meditación del profesor Muñoz Espinal, quién llegó a afirmar que la revolución rusa quedó frustrada, después de su triunfo, cuando no supo, al contrario que la revolución francesa, crear un traje nuevo para el ser humano.

La empresa más ambiciosa emprendida por el peluquero asturiano consistió en ofertar un nuevo modelo de peinado a Agustín Rodríguez Sahagún, obligado, más tarde, a dimitir de su cargo de presidente de UCD por Leopoldo Calvo Sotelo.

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