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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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América, América

Con una manifiesta indiferencia local, que ha contrastado con un vivo interés exterior, se ha celebrado recientemente en Madrid la I Conferencia Iberoamericana de Cooperación Económica. Si esta insensibilidad fuera un acontecimiento aislado, lo sucedido no sería sino una mera anécdota, pero el obstinado desdén resulta tan preocupante como torpe.Desde una perspectiva económica, las relaciones de España con Iberoamérica, que hasta hace relativamente poco no pasaban de un mero intercambio de "sobremesa" -café, azúcar, vinos, turrón-, han registrado una notoria ampliación, en especial a partir de 1975. El establecimiento de un sistema democrático, la afirmación de una relación entre iguales y, sobre todo, el importante crecimiento económico que ha tenido lugar en España e Iberoamérica en los últimos decenios son los principales factores que lo han hecho posible.

En primer lugar, los intercambios comerciales hispano-iberoamericanos han aumentado sustancialmente. Para España, la corriente comercial con Iberoamérica supone el 10% de sus intercambios, porcentaje que cuadruplica la proporción que para los países de la CEE significa su comercio con la región. A su vez, el mercado español absorbe el 3,4% del total de exportaciones iberoamericanas. Se trata de un comercio económicamente deficitario para España y asimétrico en su composición: el 90% de las exportaciones españolas son manufacturadas, mientras que la mayor parte de nuestras importaciones están integradas por productos primarios. La exportación española a Iberoamérica está protagonizada, en mucha mayor medida que con el resto del mundo, por empresas pequeñas y medianas que apenas cuentan con capital multinacional. Estas exportaciones españolas tienen carácter muy diferente a las que se realizan, por ejemplo, a la CEE, ya que estas últimas están básicamente cubiertas por grandes empresas de carácter transnacional que, en general, incorporan, a su vez, una alta proporción de importaciones por unidad exportada.

Es decir, aunque en términos cuantitativos las exportaciones españolas a la CEE son considerablemente mayores, en valores netos, y dado el carácter más "nacional" de las exportaciones a Iberoamérica, las relaciones comerciales con Iberoamérica tienen una importancia cualitativa mayor de lo que indican los datos apuntados.

Por su parte, las inversiones españolas en el exterior se dirigen preferentemente a Iberoamérica (el 53,7% de la inversión española total autorizada entre 1963 y 1980), en una tendencia que se sigue manteniendo e incluso acentuando: en los diez primeros meses de 1981, por ejemplo, las inversiones directas españolas en Iberoamérica han supuesto el 60%, de las inversiones totales, y sólo en Argentina la inversión española supera a toda la realizada en Europa. En cuanto al tipo de empresas que invierten, hay que subrayar la cada vez más intensa presencia de la banca española en la región, lo que parece ser una opción muy definida, que permite prever un incremento futuro de las relaciones económicas de todo tipo. El resto de empresas inversoras son, en general, de capital netamente español, de tipo pequeño y medio -si se exceptúan algunas empresas del INI-, y con una tendencia a la permanencia, como indica el hecho de que las remesas de beneficios sean poco significativas en comparación con el monto acumulado de la inversión, que supera los 1.000 millones de dólares.

Por último, también las transferencias tecnológicas españolas más importantes se contabilizan en esta región -única con la que existe un saldo favorable-, aprovechando sin duda las ventajas de una lengua común.

El futuro americano

En un futuro próximo, las relaciones económicas con Iberoamérica presentan grandes posibilidades de expansión. En efecto, en una situación en la que la escasez de recursos no renovables opera como condicionante del desarrollo económico, América Latina es una región con agudos problemas políticos, económicos y sociales, pero también, y esto es lo más importante, con un impresionante potencial de crecimiento. Cuenta, en primer lugar, con un mercado que se aproxima a los 350 millones de habitantes que no sólo mantiene la expansión demográfica más elevada del mundo -tres veces superior a la de los países industrializados-, sino que también manifiesta una tendencia muy acusada a concentrarse en grandes núcleos urbanos (más de los dos tercios de la población vive en grandes ciudades). No en vano dicho mercado ofrece un ritmo de crecimiento económico muy satisfactorio, a pesar de las adversas circunstancias por las que atraviesa la economía mundial.

El producto interior bruto (PIB) de los países de Iberoamérica, que se ha triplicado en estos últimos veinte años, ha crecido en la crítica década de los setenta a una tasa del 6% anual, muy superior a la de los países industrializados.Ucho crecimiento ha sido facilitado por el reciclaje del ahorro internacional hacia esta región, lo que constituye un reconocimiento más de la confianza que las instituciones financieras internacionales tienen en el futuro de este continente, un futuro que está avalado por su excepcional dotación de recursos.

América Latina es ciertamente una región con excelentes disponibilidades energéticas,si bien carece de tecnología y recursos suficientes para acometer su explotación. Las reservas hidroeléctricas de Iberoamérica, de las que sólo utiliza el 15%, son las mayores del mundo: un 30% superiores a las de la URSS, dos veces mayores que las de EE UU y Canadá juntas y cuatro veces más grandes que las de Europa. Dispone de reservas de hidrocarburos desigualmente distribuidas, pero que hacen que, en todo caso, países como México y Venezuela sean de referencia obligada en las políticas de abastecimiento. Las reservas de minerales, con un tercio del total mundial en el caso del cobre, un cuarto en las de bauxita, un quinto en las de hierro, son, estratégica y económicamente, decisivas. Además, la región tiene un área potencialmente cultivable de 575 millones de hectáreas, de las que sólo se cultivan unos 170 millones. Esta disponibilidad de tierras y recursos constituye, no hace falta demostrarlo, un activo realmente excepcional.

Una torpeza preocupante Por todo ello, la tibieza, cuando no el simple olvido oficial, merece los calificativos empleados al comienzo de estas líneas: evidencia una torpeza en verdad preocupante. Al dinamismo de la iniciativa privada responde la política gubernamenal con una lamentable falta de atención hacia todos los flancos de la cooperación iberoamericana: los presupuestos d estinados al efecto sólo alcanzan cifras ridículas y muy inferiores a las de otros países europeos; las relaciones institucionales avanzan lentamente; las dificultades a los estudiantes americanos en España se multiplican, hasta el punto que su número ha descendido bruscamente; y la politica exterior es unidireccionalmente comunitaria. Si la actividad del Gobierno se limita a declarar fiesta nacional el 12 de octubre, sólo se está ante una nueva expresión de la vieja retórica oficial. No es, pues, extraño, en estas circunstancias, que el Financial Times -después de prestar más atención a la Conferencia de Cooperación Económica que la mayor parte de la Prensa española- pueda captar cómo se dificultan de hecho las grandes oportunidades de expansión que ofrecen las relaciones entre España e Iberoamérica.

Es más: frente a la altura de planteamientos de la Corona en relación con el tema -"quien sí ha mostrado poseer concepción estatal hacia el mundo latinoamericano ha sido el Rey de España", ha reconocido Felipe González-, la política del Gobierno, encubierta por acciones aisladas sin coherencia, no parece decidida a aprovechar ventajas comparativas, esa renta diferencial que se deriva de una identidad histórica, cultural y lingüística con los pueblos de Iberoamérica, que constituyen uno de los activos incuestionables de la economía española en la encrucijada actual, en absoluto incompatible con la opción europea. Puede mantenerse, incluso, que la especificidad española como pueblo europeo moderno es precisamente esa llamada vocación americana. Por eso, América, que en otro tiempo fue la esperanza de una población emigrante asediada por las dificultades económicas, debe hoy volver a formar parte de la esperanza de un pueblo.

Arturo López Muñoz es el nombre del colectivo que integran José Luis García Delgado, Juan Muñoz y Santiago Roldán, catedráticos de Estructura Económica.

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