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Reportaje:Justicia en Madrid, un colapso permanente / y 3

Aglomeración de personas y documentos en los firmados de primera instancia y de distrito

La trama judicial se completa por arriba con las Audiencias Provincial y Territorial, la Nacional y el Tribunal Supremo, y por debajo, con los juzgados de primera instancia, instrucción y los de distrito, que desempeñan funciones complementarias, pero igualmente importantes. En ellos se repiten las constantes de agobio y los problemas de falta de recursos. Si se pregunta a los funcionarios qué necesitan más perentoriamente, suelen responder "Que nos reconozcan nuestras auténticas funciones".

En el interior del palacio de justicia, la desigual multitud de visitantes, en la que están representadas todas las clases sociales, costumbres, procedencias y estilos, se dirige a los ascensores y escaleras. Poco después comienza a dividirse y clasificarse en los rellanos, de forma que a primera vista los más elegantes prefieren la derecha de las plantas, mientras que la mayoría de los desencajados, violentos, tristes y mal vestidos llega hasta las galerías de la izquierda. Las diferencias entre los grupos están seguramente delimitadas por sus destinos finales: unos van hacia los juzgados de Instrucción, es decir, a resolver asuntos catalogados en el Código Penal, y los otros, hacia los juzgados de primera instancia, a resolver asuntos catalogados en el Código Civil.Hasta el Juzgado número 4 de Primera Instancia llegan así procuradores, abogados, financieros y estafadores; siempre hombres-cartera, ciudadanos king-size perfectamente enmarcados en los cuadros grises de sus trajes príncipe de Gales. Sólo durante el segundo trimestre de este año, Eduardo García Pérez, competente oficial del Juzgado de Primera Instancia número 4 y novelista, ha contabilizado exactamente 447 asuntos, diez expedientes de pobreza, 33 procedimientos hipotecarios y 242 juicios ejecutivos. Cuando algún visitante lo reclama, Eduardo se extiende en explicaciones sobre los procedimientos: "Un juicio ejecutivo es el procedimiento más rápido en lo Civil; supongamos que una letra de cambio ha vencido y que cumple todas las condiciones; pues bien, por este sistema puede ejecutarse fulminantemente... En cuanto a los expedientes de pobreza, tienen una razón de ser: la justicia es gratuita para los pobres, pero la pobreza es una condición que hay que acreditar, y con ese fin se abren los expedientes. Hay también tres juzgados que se dedican específicamente a asuntos familiares. Son los que intervienen en divorcios, separaciones, nulidades, medidas provisionales de separación, adopciones de niños...". En los juzgados de primera instancia, las relaciones son casi siempre corteses, indirectas; hablan abogados con procuradores, procuradores con negociantes y negociantes con abogados, en turnos circulares. Las consultas, opiniones y tratos tienen un tonillo profesional que ni siquiera se pierde cuando los abogados ofrecen o piden tabaco a sus colegas y colaboradores. Y suelen terminar hablando de dinero, porque un 95% de los asuntos que el Decanato les envía, siempre de diez a doce, son simplemente reclamaciones de deudas.

El lento vuelo de los subasteros

En sus años de profesión, Eduardo ha logrado penetrar en el espíritu del juzgado, y entiende a la perfección la psicología de sus personajes. Sabe dar un tono natural, casi rutinario, a los grandes embargos financieros; razona con los perjudicados y con sus vecinos en los pequeños embargos suburbiales; media en discusiones familiares en las que siempre hay maridos calaveras y esposas fieles y llorosas. Conoce los resortes delicados, mínimos, pero legales, que ciertas empresas utilizan para preparar sus quiebras y suspensiones de pagos. "El juzgado observa siempre una conducta formal: si el expediente cumple las formalidades de la ]Ley, el juzgado tiene que admitirlas a trámite; basta con que en una letra de cambio falte una sola palabra, la palabra pesetas, para que lo que parece un documento irreprochable carezca de fuerza ejecutiva", dice, cuando piensa en voz alta. Siempre que es necesario recuerda a los ciudadanos sus derechos con la soltura con que los agentes federales norteamericanos leen a sus víctimas los artículos cautelares de la Constitución. Cada día su juzgado tiene que practicar cuatro o cinco embargos, y él procura resolver los suyos del modo más rápido y menos doloroso.

Frecuentemente sorprende en los pasillos a docenas de personas que parecen aguardar, subidas a la rama más alta del árbol, el comienzo de las subastas. Son los subasteros. Algunos de ellos están maquinando, proponiendo y acordando la puja. Luego, el protocolo siempre es el mismo: los peritos tasan los bienes, deciden el tipo de subasta; pero los subasteros no se presentan y hay que decretarla desierta. Tampoco suelen presentarse en la segunda vuelta, cuando los bienes han sido depreciados en un veinticinco por ciento. A la tercera, sin sujeción a tipo, pueden hacer sus ofertas desde una peseta en adelante. Llegada la hora descienden de sus árboles, después de un largo planeo, y se posan suavemente en los bancos.

Olor a pintura

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A los juzgados de distrito de la calle de Hermanos Alvarez Quintero, juzgados 6, 10, 11, 16, 20 y 21, como a los otros treinta de Madrid, llegan asuntos penales y civiles de inferior cuantía desde el Decanato de Imperial, 8. Se repite en ellos la misma ceremonia diaria que en sus hermanos de la plaza de Castilla, si bien aquí las secretarías están detrás de lo que hace tiempo fueron una escalera de mármol y una vidriera, y son lanchas de mármol y vidrios rotos. En los despachos, donde lo civil y lo penal están separados por una débil mampara, o quizá por un biombo, las riñas familiares se cruzan con los diálogos sobre carteristas o sobre imprudentes temerarios, y con un irresistible olor a pintura al aceite. Detrás de los expedientes, apenas llegan a vislumbrarse las piezas más altas de los armarios. En las largas colas sólo falta una plañidera que diga a los querellantes y querellados: "Descanse en paz".

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