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Del Vaticano al Testaccio

Hace 44 años que aterricé por primera vez en Roma, y, hace también muchos años que no falto a la cita anual con la ciudad del Tíber. Esto parecería indicar que Roma no ofrece para mí novedad alguna. Y, sin embargo, no es así. Acabo de venir de allí y, entre las muchas experiencias y novedades de la urbe, puedo destacar el fuerte contraste entre la acostumbrada manifestación turístico-religlosa de la plaza de San Pedro, en pleno mediodía dominical, y la insólita exhibición, juvenil fundamentalmente, que el grupo llamado Il Male (El Mal) ofrece en las agradables noches de la ottobrata romana en el barrio del Testaccio (léase Testacho), algo más allá del Trastévere.Todo se desarrolla intramuros del Mattattoio, el antiguo matadero convertido en espacio lúdico. Aquella noche había un desfile para obtener la votación popular de Miss Miseria 81: las desfilantes eran hombres vestidos grotescamente de rnujeres, entre las cuales había incluso una miss Pamplona, que fue introducida, lógicamente (?), con fondo musical aflamencado.

Pero lo más interesante era la Filosofía que aquellos jóvenes, extremadamente pacíficos y serenos, destilaban en sus grupos coloquiales y en las publicaciones que vendían en los numerosos puestos que jalonaban el amplio redondel.

Adquirí un fascículo de Cacao, con pretensiones de enciclopedia universal. El título es sencillamente este: Cómo hacer el comunismo sin hacerse daño.

Por una parte -reconocen los nuevos enciclopedistas-, hacer de comunista es ciertamente muy duro. Los comunistas, los verdaderos comunistas, mueren como moscas. Los comunistas, cuando hacen de comunistas, lo hacen en serio. Millones de comunistas han sido bárbaramente despedazados, torturados, violentados, encarcelados. Pero ellos, impertérritos y jamás humillados, han continuado avanzando por el camino de la historia y han seguido multiplicándose como granos de trigo en un campo bien arado. Nunca la humanidad asistió a un martirio tan espantoso de millones de hombres unidos por la misma idea.

Quizá -añaden nuestros neoenciclopedistas trasteverinos- el único episodio homologable a este sea el exterminio de los primeros cristianos. La analogía entre los mártires del cristianismo y los del comunismo es enorme; enorme es también la capacidad de entrambos para resistir de forma sorprendente, casi ultraterrena, a las torturas más crueles y aberrantes. Y análogo es también el hecho de que, una vez que su fe tomaba el poder,

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surgía un tipo de autoridad que nada tenía que ver con los primordiales convencimientos espirituales que llevaron a los mártires del comunismo y del cristianismo a sacrificarse en forma sublime para defender una fe y un modo de ver la vida. Así, la Sancta Romana Ecclesia, como los varios PC en el poder, comenzaron a masacrar a los desviados, vengando los martirios sufridos por sus predecesores en la fe. Así, durante varios siglos, los cristianos masacraron, torturaron y exterminaron a paganos y brujas, de la misma manera como ahora se exterminan anarquistas, disidentes, hebreos, laosianos y afganos.

Como se puede observar, en estas manifestaciones, sin pretensiones de exportación (como las de los nouveaux philosophes, de Francia), aparece en el horizonte la nostalgia rencorosa del Mayo 68. Entonces -se decía en el Testaccio- se gritaba: "Burgueses, os quedan pocos meses". Y era un eslogan exacto. Era precisamente el momento en que la burguesía en cuanto clase dejaba de existir: de ella quedó solarnente una casta privada de poder, como ya había ocurrido con la nobleza, que todavía hoy sobrevive manteniendo aquí y allá el poder formal, sin que nadie crea que tiene algún peso. El amo hace como que ejerce el poder y lo disfruta; pero, en realidad, el amo murió en el Mayo 68; el movimiento de aquellos años no fue más que la fiesta macabra de su funeral.

Los jóvenes de Miseria 81 seguían proclamando en la noche plácida del Testaccio cosas como estas: los curas se asombran de que la fe esté en crisis. Pero ¡es lógico! Toda la fe posible, todas las energías místicas, están concentradas en el esfuerzo de creer que se sigue formando parte de una situación civilizada.

La gente cree, cree más de la cuenta. En virtud de esa fe podremos ver en el futuro colas de nudistas en,las ventanillas de los bancos, viejecitas que violen a jóvenes pasotas, ministros honrados, generales que impidan las guerras. Pero, ¡ay!, ¿será esta fe sólo un sueño de verano o una pura nostalgia de la ottobrata romana en el redondel acogedor del Mattattoio del Testaccio?

La gente seguía hablando a media voz. Los argentinos y chilenos seguían vendiendo sus bisuterías en los puestecillos improvisados acá y allá. Iban entrando parejas uniformadas con el modelo imperialista, a pesar de las críticas acerbas al gran vaquero que se asiente en la Casa Blanca.

El último interrogante que se me quedó abortado en las comisuras de la boca fue sencillamente este: ¿Es una actud alegre, triste, soñadora, desencantada, optimista, rencorosa?, Lo que sí pude sacar en limpio es que se trata de una juventud mucho más pacífica y realista de las inmediatamente anteriores.

Y esto supone algún punto de partida moderadamente optimista.

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