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Reportaje:Dos años de sequía / y 2

Numerosas poblaciones de la mitad sur de España sufren drásticas restricciones de agua desde hace meses

El pantano de Gasset, unos kilómetros al norte de Ciudad Real, surtía hasta no hace mucho a la capital manchega. Ahora, el único resto de los veintidós millones de metros cúbicos que embalsaba es una superficie de unos cuantos metros cuadrados de lodo ceniciento y maloliente, que una pala excavadora traslada a camiones, porque no hay mal que por bien no venga, y se aprovecha esta sequía para limpiar estas suciedades que los años han depositado en la boca del pantano.Ciudad Real es quizá, la capital de provincia que peor lo ha pasado con la sequía. Cuando fue bajando el pantano hubo que ordenar restricciones, hace ya más de un año. La red de distribución era mala y por ella se perdía casi la mitad del caudal disponible. Cuando se reparó era ya tarde, y en el pantano quedaba más barro que agua. Este verano los barrios más favorecidos de la ciudad tenían cuatro horas de una mezcla de agua, barro y cloro, con guarnición de larvas, y los menos favorecidos, dos horas. Ramón Gallego, concejal del Ayuntamiento, confiesa que ha habido que trabajar muy duro para resolver la situación: «Al final era insostenible, porque lo último que nos venia del pantano de Gasset no servía para beber ni apenas para lavarse o lavar la ropa, porque lo dejaba todo cubierto de arenilla. Sí, aquí se ha pasado mal».

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La sequía comenzó a gestarse en junio de 1980

Exceso de nitratos

La solución se ha remediado con la excavación de un pozo que extrae agua del Acuífero 23, la mayor de las bolsas de agua subterráneas que existen bajo la Mancha. El recurso ha servido para que la ciudad ya no sufra restricciones, pero la situación dista mucho de ser óptima: «En el año 1975, el Instituto Geológico y Minero detectó que el Acuífero 23 está cargado de nitratos. Concretamente, está cerca de las sesenta partes por millón. La Organización Mundial de la Salud señaló como tope para el agua potable las treinta partes por millón, y como tope permisible, las cincuenta. Aquí la estamos mezclando con algo de agua del pantano del Vicario y le reducimos el índice, que está entre 39 y 41; pero de todas formas se ha avisado de que no se les dé a los niños pequeños. Hasta los siete años puede producir trastornos gástricos de importancia. Para los adultos es simplemente un cancerígeno más. Tampoco las plantas que tenemos en nuestras casas sobreviven. A mí se me han muerto casi todas, y las pocas que quedan vivas tienen una capa blanca sobre la tierra y no creo que duren mucho».

Las aves abandonan Daimiel

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Por el momento, el parque nacional de las Tablas de Daimiel, una extensión pantanosa escogida como estación por las aves migratorias, está seco. Su director, Pedro Molina, ve el problema con la frialdad del científico: «Las aves tienen un instinto de supervivencia más desarrollado que nosotros, que nos empeñamos en instalarnos en un sitio contra todas las desventajas. Ellas han venido, y al ver que no habla agua aquí, pues simplemente se han marchado, a Doñana o a Africa, hasta encontrarla».

Le preocupa el descenso del nivel freático en toda la Mancha, pero entiende que el hombre debe buscar el agua donde la hay: «El agua es primordial, y cuando falta no se puede pensar en otra cosa que en conseguirla. No les va a explicar usted a los habitantes de Ciudad Real o a los campesinos de los alrededores que no caven pozos, que se pasen sin agua, porque pueden peligrar Las Tablas. De todas formas no hay que ser catastrofista. Esta sequía es duradera, pero no es, nada antinatural. La tierra está hecha a sufrir estiajes e inundaciones».

Llamamiento en Toledo

Toledo todavía no sufre restricciones, pero está a punto de sufirirlas. Los pantanos de Argés y Torcón, de los que se surte, han bajado alarmantemente, y el Ayuntamiento ha apelado a la propia capacidad de los vecinos para restringir voluntariamente el consumo. Se pide una disminución voluntaria del 30%, con la advertencia de que, si no se lleva a cabo, habrá que recurrir a las restricciones. De momento, el problema preocupa tanto que el pasado jue-

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vles un alto número de fieles desfiló en procesión, encabezada por el cardenal primado de España, arzobispo Marcelo González, en petición de lluvias. Pese a lo temprano de la hora, las siete de la mañana, la multitud rebosó la capacidad de la catedral en la misa con que finalizó el acto.

Badajoz aguanta como puede. Este verano hubo restricciones, y aunque en estas fechas no las hay, la potencia del agua es tan pobre que en algunos barrios llega con dificultades o simplemente no llega a partir de media tarde.

Sevilla, siete horas diarias

José Luis Prat, gerente de Emaesa, la empresa encargada de suministrar agua a Sevilla y veintitrés poblaciones próximas, un millón de habitantes en total, es un hombre preocupado: «Se puede decir que la situación es muy grave, aunque no desesperada... por el momento. Hemos estudiado la recurrencia de la sequía para Sevilla, es decir, el período de tiempo en que es probable que concurran la serie de circunstancias negativas que han producido esta escasez de agua en la zona de Sevilla, y es de los cientos años. Nos enfrentamos, pues, a un problema completamente especial; un problema, además, mucho más grave en las ciudades grandes, más vulnerables a cualquier tipo de catástrofe. Si Falta agua en una zona rural, usted puede sostener a la población con camiones cisterna, y al menos eso está asegurado, aunque el desastre le la agricultura sea irresoluble. Pero lo que no se puede hacer es sostener con camiones cisterna el siministro de una ciudad como Sevilla».

Sevilla y su área consumen 9.000.000 de metros cúbicos en un mes. Los tres pantanos de los que normalmente se surte, Aracena, Jergal y Minilla, tienen una capacidad de 220 millones, pero actualmente sólo embalsan catorce, entre los tres: «Así dicho podría parecer que en un mes y medio no va a quedar gota de agua para Sevilla, pero la catástrofe no es tan grande, porque desde el 1 de febrero se arbitraron unos planes de urgencia que le han permitido a la ciudad proveerse con otros cincuenta millones, que han salido del pantano de Cala, de pozos, del Guadalquivir, de cualquier parte».

Claro que estos recursos también se están agotando: «Del río ya no podemos sacar nada, porque Sanidad estableció unos umbrales que ya hemos alcanzado. Lo que queda está muy contaminado, y hay que dejar claro que siempre hemos querido mantener una calidad en el agua para que fuera potable. No es igual que antes, pero se puede beber perfectamente lo que sale del grifo. De todas formas, seguimos utilizando recursos distintos de esos catorce millones que quedan en nuestros pantanos».

Sin embargo, si sigue sin llover, habrá que recortar más y más las horas de suministro: «Hasta ahora veníamos garantizando un suministro normal desde las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde. Desde el próximo sábado habrá que recortarlo un poco más, es decir, dar agua desde una hora después hasta una hora antes de lo que estamos haciendo hasta ahora. Estamos tratando de compatibilizar la pésima situación con todos los recursos posibles para que las molestias sean mínimas, pero ya hay poco que inventar, aunque seguimos combatiendo la situación con todo lo que podemos. Piense además que en una ciudad así no se trata sólo del problema que las restricciones crean en el orden doméstico. Hay también industrias que sufren problemas de producción por culpa de las restricciones, y eso llevará a reducir la jornada laboral en algunos casos. Tal y como están las cosas, no podemos preservar de las restricciones más que a servicios básicos, como los hospitales o las panaderías».

Avila, un año de restricciones

Avila tiene el récord de restricciones, pues ya se ha cumplido un año desde que comenzaron. Desde el 20 de octubre de 1980, los 40.000 ciudadanos de Avila no disponen más que de once horas diarias de agua, de siete de la mañana a seis de la tarde, y en ocasiones de sólo seis. Unicamente en La Semana de la Santa, del 10 al 20 de octubre, han gozado de veinticuatro horas de suministro. El pantano de Becerril, del que normalmente se aprovisiona la ciudad, está casi seco, y lo mismo ocurre con el río Adaja, del que se extrae agua para reforzar aquel suministro. Se acelera la construcción de la presa del Voltoya, que en su día podrá, en condiciones normales, garantizar el suministro para 100.000 personas, pero hasta ahora todo lo que este río proporciona es poco más que un refuerzo para la actual situación. En un futuro próximo, las restricciones volverán a ser de seis horas.

Al otro lado del Estrecho, Ceuta, que siempre ha tenido problemas de agua, los sufre ahora más que nunca. La falta de lluvias hace que la ciudad dependa exclusivamente del buque-aljibe que cada día lleva 7.000 litros desde Algeciras. La ciudad está dividida en dos sectores y cada uno de ellos tiene suministro de agua un día sí y otro no, y ello por un corto espacio de horas. La ciudad, aun sin problemas de sequía, no suele disponer de más de cinco horas diarias de suministro.

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