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El proceso De Broglie puede sacudir los cimientos de la era Giscard

El cadáver de un príncipe, Jean de Broglie, político depreciado del mundo giscardiano de la V República; un presunto cerebro del crimen, Pierre de Varga, abogado y hombre de negocios turbio; un organizador del asesinato, el inspector principal de policía Guy Simone, amigo y deudor de los dos anteriores; un intermediario y un ejecutante, truhanes ambos, Serge Tessedre y Gerard Greche; veinte abogados, 140 testigos, con el padre del ex presidente Giscard a la cabeza y, posiblemente, el propio ex presidente; sin olvidar al español Juan Vila Reyes, el ex responsable de Matesa. Un abogado, Roland Dumas, albacea de Picasso, amigo íntimo del presidente François Mitterrand y defensor del policía Simone. La política, la policía y la justicia al desnudo. Todos estos elementos que tejen el más sensacional affaire de la V República tras el de la desaparición del líder marroquí Ben Barka, en 1966.

, Hace dos semanas que se inició el proceso y, si el desarrollo es normal, dentro de dos meses pudiera saberse si De Broglie fue víctima de los estafadores que giraban en torno a sus negocios, o de un compló político en el que podrían encontrarse implicados altos personajes de la pirámide del Estado giscardiano.24 de diciembre de 1975, poco antes de las nueve de la mañana, en la calle de los Dardanelos parisiense, en el distrito número diecisiete. De Broglie abandona el domicilio de su consejero jurídico y asociado, De Varga. Greche, a pocos metros, aprieta el gatillo de su pistola Reck, del calibre 38 y tres impactos de bala dejan tendido en el asfalto al príncipe. Momentos después, la Francia navideña queda estupefacta. De Broglie, en apariencia, es más bien el protagonista de una novela rosa. ¿Qué ocurre?

Casi redondo, cortés, simpático para todos los que le conocen, 55 años, biznieto de madame De Stael, descendiente de una familia ilustre, príncipe, propietario de varios castillos, de 1.200 hectáreas de bosques, de 400 hectáreas de tierras, de cinco fincas, de doce apartamentos en París, de seis parkings, de un terreno en Sicilia, de un chalé en Mallorca, de recuerdos históricos de valor incalculable. Y varias veces secretario de Estado, negociador de los acuerdos de Evian con los argelinos en tiempos del general Charles de Gaulle, fundador del partido de los republicanos independientes con su amigo íntimo Giscard d'Estaing y hombre de negocios sin mucho olfato. Este era el príncipe De Broglie, abatido por un sicario que pensaba cobrar 30.000 francos (medio millón de pesetas) por su labor aquel día de Nochebuena.

En aquellos momentos, otro príncipe, amigo y confidente de Giscard, Michel Poniatowski, es el ministro del Interior, y bajo su responsabilidad la investigación policial se desencadena en tromba. Cinco días después, triunfante, Poniatowski, flanqueado por los dos principales responsables de la policía judicial, Jean Ducret y Pierre Ottavioli, ofrece una conferencia de Prensa para deshacer ante la opinión pública el misterio de la muerte de su amigo

La versión oficial

Todo está claro. Todos los culpables han sido detenidos: el hombre que disparó fue Freche, un golfo vulgar con un tatuaje sobre el pecho que dice: "Vencido, pero nunca domado". Tessedre fue el intermediario entre el matón y el policía indelicado, Simone. Y De Varga, el consejero jurídico y hombre de negocios, que ya ha pasado varias veces por los calabozos, ha sido el cerebro del asesinato. Poniatowski citó otros dos nombres como cómplices. Los dos fueron detenidos, pero liberados poco después.

Fue el primer patinazo del ministro del Interior. El segundo fue el móvil del asesinato: según Poniatowski, los tres disparos de pistola fueron provocados por uno de los tinglados económico-financieros del príncipe, que poseía una gran fortuna, pero no tenía ni un céntimo en dinero contante y sonante. De Broglie había avalado un préstamo de cuatro millones de francos para comprar el restaurante La Rotisserie de la Reine Pedauque, lugar célebre de la época de los años locos. De Varga era el comprador y, mediante un juego bancario y de pólizas de seguros, eliminar físicamente al príncipe equivaldría a no tener que devolverle los cuatro millones de francos.

Frente a este desenlace feliz presentado por el ministro del Interior, algunos periódicos hurgaron en la vida del príncipe. Y poco a poco cunde el sentimiento de que la policía, la justicia y el Gobierno han puesto demasiado empeño en trivializar rápidamente el asunto. Las explicaciones oficiales no aparecen claras.

El ministro Poniatowski se frota las manos con exceso de fruición ante el cadáver reciente de un amigo. Del ex diputado giscardiano se empiezan a conocer los detalles de su vida y, sobre todo, de sus negocios, de sus angustias constantes de tesorería, y de sus relaciones con hombres tortuosos, como De Varga y el inspector Simone. Durante los años que precedieron a su asesinato fueron incontables los negocios que montó para salir del atasco", pero atascándose un poco más en cada ocasión. Una de sus aventuras la urdió con Matesa, montando Sodetex, una empresa que debía enriquecerle y cuya quiebra le costó cerca de veinticinco millones de pesetas.

El affaire culebreó por meandros inexplicables, mezclando a nuevos personajes, todos ellos dudosos, hasta que en 1980 el semanario satírico Le Canard Enchainé publicó documentos probatorios de que las autoridades policiales estaban al corriente de que el príncipe podía ser asesinado. Con anterioridad al día de autos, en tres ocasiones estuvo proyectada la ejecución del crimen. Esta revelación prolongó más la investigación y planteó una cuestión clave: puesto que los servicios del Ministerio del Interior conocían los peligros que pesaban sobre el príncipe, ¿no estaba también al tanto del asunto el ministro Poniatowski?. Y la pregunta inevitable: de ser así, ¿por qué no fue protegido?.

El proceso deberá esclarecer si se trata de un compló político, o de un crimen mercantil-crapulesco. Roland Dumas, el abogado vedette de la República mitterrandista, que empezó a defender al policía Simone contra el poder giscardiano, hoy se encuentra con una nueva dimensión de un asunto, que ya ha inspirado cuatro libros.

El último de ellos, aparecido hace pocos días, es del español Jesús Ynfante (Un crimen bajo Giscard), que sigue de cerca el proceso : "El móvil oficial facilitado por Poniatowski parece falso. Los ejecutantes están todos en el banquillo de los acusados, pero en su mismo lugar pueden llegar a encontrarse personajes que estuvieron situados muy arriba en el aparato giscardiano.".

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