Se retrasa la congregación general que nombrará al sustituto del padre Arrupe al frente de los jesuítas
«Cada una de nuestras misiones procede del Papa directamente o a través de los superiores de la Compañía y, por tanto, es un deber seguir sus directivas, como cada enviado debe seguir las directivas de quien lo ha mandado». Lo afirma el padre Paolo Dezza, delegado pontificio del papa Juan Pablo II, con plenos poderes en el gobierno de la gran familia de los jesuitas, en una carta enviada a todos los miembros de la Compañía. Paolo Dezza añade que «esta fidelidad a las directivas del Papa puede, naturalmente, acarrear renuncias y sacrificios», pero afirma que esto, «además de ayudar a nuestra santificación mediante el ejercicio de las virtudes religiosas, nos asegura las bendiciones divinas para la fecundidad de nuestro apostolado y son conformes al verdadero espíritu ignaciano».En realidad, toda la carta del nuevo delegado personal del Papa, como la primera homilía que pronunció hace unos días, a puerta cerrada, ante los miembros de la curia generalicia de Roma, está impregnada de una sola y única preocupación: inculcar a los jesuitas, recordándoles al fundador, Ignacio de Loyola, que es necesaria a toda costa «la total fidelidad a los deseos del Papa». En la homilía, Dezza hizo votos «para que los miembros de nuestra Compañía merezcan siempre destacarse en la Iglesia por su fidelidad al vicario de Cristo, testimoniada incluso en los momentos más oscuros y difíciles de la vida». Y añade: «En verdad, esta fidelidad al vicario de Cristo, como se expresa en un voto especial, era para san Ignacio «el principio y el fundamento número uno de nuestra Compañía». Recordando que también el padre Arrupe había pedido esta fidelidad, confirma que la vocación del verdadero jesuita consiste en «servir solamente al Señor y a la Iglesia, su esposa bajo el romano pontífice, vicario de Cristo en la Tierra».
Como respondiendo a las numerosas críticas aparecidas en la Prensa mundial a raíz de la decisión del Papa de interferir directamente en los asuntos de la Compañía para llevarla hacia caminos más conservadores, el delegado papal afirma que «no es intención de los papas el coartar o frenar el ímpetu apostólico de la Compañía de Jesús incluso en los ministerios avanzados, para satisfacer a las exigencias del actual apostolado». Y por lo que se refiere al alejamiento del padre Arrupe y de su política renovadora de los años pasados, el delegado pontificio escribe recordando que el padre Pittau, nombrado oficialmente por el Papa vicario del delegado: «Procede de Japón, como el padre Arrupe», indicando así que el ardor apostólico del espíritu misionero de Arrupe «no se va a apagar en el gobierno de la Compañía».
¿Cuándo será nombrado,en congregación general el nuevo prepósito general que sustituirá definitivamente a Pedro Arrupe? Dezza afirma que el Papa «no desea que su intervención pueda turbar el reglamento interno de la Compañía», y que desea que a través de su delegado, en vez de la de un vicario, «todo se quede inmóvil y conforme a las normas del instituto que permanecen en vigor y deben ser religiosamente observadas». Con estas palabras, Dezza revela que la preocupación del Papa ha sido que no se aprovechara el paréntesis de Arrupe para introducir cambios en la Compañía, o bien el temor de que un vicario nombrado por los cuatro asistentes generales pudiera condicionar de un modo u otro la preparación de la congregación general, que deberá nombrar el sucesor de Arrupe.
En su carta, el padre Dezza afirma que la congregación se va a retrasar, y que será un bien, porque así se podrá esperar a la promulgación del nuevo Código de Derecho Canónico, de modo que «se puedan introducir posibles modificacíones para actualizar la Compañía».
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