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Apoyar la ORA

Si la política del ex alcalde Carlos Arias en materia de tráfico fue la de favorecer el uso del automóvil privado, facilitando su acceso al centro de la ciudad, a base de scalextrics y túneles, allá por los años sesenta, y la de sus sucesores la de provocar intencionadamente el colapso circulatorio, creando así la enfermedad antes de buscar el remedio, el gobierno municipal de izquierdas ha tenido el valor de hacerle frente a la herencia con una medida tan corajuda como impopular: La ORA. Tocándole así al ciudadano una de las cosas más sagradas de su vida cotidiana: el coche.Dos argumentos impecables utilizaron socialistas y comunistas para lanzarse a tomar la decisión: la calle, la red viaria urbana, que es de todos, es un espaciolimitado, mientras que el parque automovilístico crece sin descanso y el dato objetivo de que cuatro de cada cinco viajes al centro en hora punta se hacen en vehículos particulares. Un año después de su implantación, el resultado puede considerarse positivo, tanto para los residentes en los barrios afectados como para los automovilistas en general, desde el punto de vista de que la velocidad media de circulación de vehículos ha aumentado considerablemente y que tanto unos como otros encuentran mayores facilidades para encontrar aparcamiento.

Revisar el Plan General de Ordenación Urbana

La ORA, por sí sola, no va a hacer esta ciudad más habitable. La gran oportunidad para que Madrid pueda salvarse está sobre todo en la revisión del Plan General de' Ordenación Urbana, que el Ayuntamiento está llevando a cabo y que ha prometido tener listo para finales del próximo año. De él depende que no haya que destruir Madrid y hacerlo nuevo a cien kilómetros de distancia. Pero la ORA es un buen primer paso y hay que considerar deber de ciudadanía apoyar la medida, aunque para ello haya que rascarse los bolsillos y atender más las indicaciones de tráfico.

No obstante, la ORA puede y debe ser mejorada. Situaciones administrativas confusas de algunos residentes deben de ser tratadas con mayor tolerancia; la subida de las tasas en casi un 40% parece desmesurada, especialmente si se tiene en cuenta que las cuarenta pesetas por hora que costará aparcar en lo sucesivo son las mismas que se pagan en los aparcamientos subterráneos, y la burocracia tenebrosa de la operación son algunas de las pegas que se encuentran a primera vista. De hecho, la maquinaria municipal es incapaz de tramitar las casi 7.000 denuncias diarias que genera la zona. Y la principal, en fin, es que debe de ser conjugada con una política coherente de transportes públicos, especialmente el Metro, que dista mucho de ser la mejor de las posibles en una ciudad con casi tres millones y medio de personas. Ante la no mala acogida general de la ORA, el Ayuntamiento está tentado de ampliar su radio de acción. Parece primordial, por contra, que la operación actual se consolide antes de lanzarse a nuevas ampliaciones.

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