El otro Picasso
No creemos que presten un buen servicio a Picasso los que, obsesionados por la carga emocional y el simbolismo del Guernica, olvidan otras épocas de su pintura más comprensibles y al alcance de todos. ¡Qué poco se ha hablado, por ejemplo, en estos días de su centenario, de esos períodos azul y rosa en que -como escribe Venturi- su simpatía por la gente humilde y su miseria, por los payasos de circo y su tristeza, se manifiesta con una delicadeza y ternura infinitas! Muy posiblemente, cuando los años pasen y cicatricen dolorosas heridas, ése será el Picasso que perdure en la admiración de las generaciones futuras.Que el mismo Picasso no está muy lejos de esta idea parece desprenderse de la carta en que -refiriéndose despectivamente a quienes "cuanto menos le comprendían, más le admiraban"- se desahoga con el escritor Giovanni Papini: "A fuerza de divertirme (está hablando de su época cubista) con todos estos juegos, con todas estas paparruchas, con todos estos rompecabezas, jeroglíficos y arabescos, me he hecho célebre, y muy rápidamente. Y la celebridad significa para un pintor venta y ganancias, fortuna y riquezas. Y hoy, como usted sabe, soy célebre, soy rico. Pero cuando estoy a solas conmigo mismo no tengo el valor de considerarme como un artista en el sentido grande y antiguo de la palabra. Grandes pintores fueron Giotto, Ticiano, Rembrandt y Goya: yo soy solamente un entretenedor público que se ha aprovechado lo mejor que ha podido de la imbecilidad, la vanidad y la avidez de sus contemporáneos. La mía es una amarga confesión, más dolorosa de lo que pueda parecer, pero tiene el mérito de ser sincera". Sin comentarios./
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