La derecha natural
Parece que Fraga Iribarne se lo ha montado en Galicia mediante su nueva filosofía de «la mayoría natural», que naturalmente está ahí, a la derecha. Pero tarde ha descubierto la derecha natural uno de los grandes teórico/ fácticos de la derecha artificial, imperial, contranatural, muñida por la victoria de Franco.
Fraga estaba la otra noche en el estreno de una obra de Strindberg (magisterio de Charo Soriano, cálida y poética revelación de Jeannine Mestre). Strindberg es el gran incendiario de la familia, el gran pirómano de los valores burgueses, el glosador apocalíptico de la derecha natural cuando se desnaturaliza. Esperemos que Fraga se haya autoparafraseado el rollo, aprendiendo/recordando cómo una derecha natural se desnaturaliza cuándo quiere hipostasiarla un dictador doméstico, una mujer/pelícano o un golpista. El hallazgo obvio de la mayoría natural, por parte de Fraga, nos promueve a preguntarle o preguntarnos por qué durante los 40/40 este filósofo convencido de la mayoría natural se obstinó en perfeccionar la ingeniería lúgubre de la mayoría artificial. Tampoco puede decirse que la revelación le haya venido a Fraga por relámpago teológico del Espíritu, querubín sintáctico de santa Teresa u otra iluminación subitánea (subitáneo es la manera estupefaciente que se inventó Ortega para decir súbito), pues que ya en el tardofranquismo teorizaba Fraga en las plazas del Movimiento (hoy y siempre de la Marina Española), sobre «la España real», frente a la España oficial/imperial.
España real, mayoría natural. Lo que pasa es que cuando uno mete en casa la naturaleza y la realidad, es ya muy difícil desahuciarlas. Son inquilinas que se quedan, Fraga lo sabe, y por eso la España real nunca llegó a vestirse de domingo/cortefiel como «derecha natural», pues la existencia indubitable, necesaria y legítima de una derecha natural no presupone que la naturaleza sea de derechas, y eso es lo que temían Franco/Fraga: que las inquilinas naturaleza/realidad, las dos locas de la casa/cuna que fue la democracia orgánica, se volvieran un día de izquierdas, rojas perdidas, dado que la derecha, natural implica por deducción una izquierda natural, que por entonces sólo se reconocía como. horda infernal. El hallazgo de la mayoría natural, tan válido, le correspondía hacerlo a cualquiera, menos a Fraga, que ha desnaturalizado la mayoría pertinazmente desde el Poder, desde el Gobierno, desde los Ministerios, desde la dictadura, desde la cultura, desde la censura y desde la apertura. La derecha natural, resurrección de la carne de los personajes de Strindberg/Benavente con los mismos cuerpos y almas que tuvieron, nos confirma que esa derecha ha estado secuestrada/programada/desnaturalizada durante dos o tres generaciones y que la dictadura temía, tanto como a la izquierda, temor obvio a la derecha reticente que se insinuaba todos los días en periódicos no del Movimiento ni de Emilio Romero. Fraga no debe quedar en la historia mágica de España como represor ideológica de la izquierda infernal, que es lo suyo, sino (y esto es más significativo) como represor de la derecha natural que ahora invoca, y promotor del equívoco derecha/dictadura. Tarde ha hallado que hay una mayoría natural, no dictatorial. Se sabía desde Costa, oiga.
Fraga, como todo autodidacta (se puede ser autodidacta con muchas carreras), es un condenado a la obviedad, Estamos rodeados por todas partés de mayoría natural, pero Fraga no la ha topado hasta ahora, que lleva siglos enredándo con su derecha artificial. Inventó la censura veinte años después que Arias-Salgado y ha inventado la derecha un siglo después que Strindberg. Siempre inventando.
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