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"Guerra eclesiástica" en Alcorcón en defensa de un sacerdote

El domingo, 18 de octubre, los feligreses de la parroquia de Santa Sofía, del parque Ondarreta, en Alcorcón, protagonizaron un insólito acto de protesta para el mundo eclesiástico: el párroco, Fernando López-Echazarreta, iniciaba la lectura del evangelio durante la dominical misa de una, cuando un grupo formado por unas treinta personas abandonó silenciosamente el templo. No habían rebasado el umbral de la puerta cuando uno de los feligreses situados en las primeras filas gritó: "¡No queremos misa de este sacerdote. Que vuelva Benedicto!". Una señora no dudó en dedicar al párroco la palabra ladrón. A partir de ahí el caos dentro del templo fue total. Los insultos contra el párroco arreciaron y el coadjutor acabó de embrollar la situación al cerrar la puerta de la iglesia. A la vista de este panorama, el párroco optó por aumentar el volumen del micrófono en un desesperado intento por hacer oír solamente su voz y concluyó la ceremonia en un tiempo récord.

El origen de esta conflictiva situación está en la destitución del sacerdote Benedicto García, un hombre de cuarenta años nacido en la localidad leonesa de Villacorta, con quince años de sacerdocio a sus espaldas, que hace ahora dos años llegó a la parroquia de Santa Sofía en calidad de coadjutor y que en este tiempo ha conseguido ser un auténtico amigo y compañero de los vecinos de esta urbanización, a juicio del ambiente que se respira en el parque Ondarreta y de las indignadas declaraciones que hacen los feligreses de la parroquia, quienes no dudan en asegurar que no pararán hasta qué no consigan la salida del párroco titular, cabeza responsable de la destitución de Benedicto.Estas mismas personas no dudan en asegurar que Benedicto García, al que familiarmente llaman Bene, ha sido no solamente un elemento de conexión para el barrio, sino que con él se ha conseguido vivir en una comunidad católica mucho más participativa y auténtica, donde todo el mundo conocía al párroco. El problema estaba en que los católicos practicantes del parque Ondarreta habían llegado a confundir al coadjutor con el párroco y, por razones personalistas o para que nadie le recordara con su actitud cuál debía ser su papel, las diferencias entre coadjutor y párroco trascendieron a todo el escalafón eclesiástico, de forma que el vicario de Móstoles, Francisco Gil Peláez, resolvió el problema apartando de su cargo y parroquia a Benedicto García y prohibiéndole administrar los sacramentos en todo el área de Alcorcón. Francisco Gil Peláez se ha negado a explicar las causas de lo ocurrido, porque, según manifestó a EL PAIS, "no concedo entrevistas, ni es un asunto que merezca tratarse en un periódico". El mismo silencio, aunque por diferentes motivos, ha decidido guardar el protagonista del caso, Benedicto García, quien se niega a hacer declaraciones porque "éstas solamente. podrían perjudicarme aún más".

Indignación de los feligreses

Sin embargo, quienes sí que están dispuestos a hablar son los feligreses de esta parroquia. Según ellos, cuando hace ahora dos años Benedicto García llegó al parque Ondarreta (procedente de la localidad leonesa de Sahagún, cuya parroquia tuvo que abandonar por problemas semejantes a los que ahora sufre) se acababa de inaugurar el nuevo templo de la parroquia (un feo edificio de ladrillo visto) y la mayor parte de los feligreses apenas conocían a Fernando López-Echazarreta, párroco titular. "No le veíamos nunca en las reuniones de padres, ni en las catequesis ni en ningún otro acto semejante", explica Javier Paúl, vecino del parque. "La sala de jóvenes de que dispone la parroquia ha estado siempre cerrada para los muchachos ("los jóvenes degeneran y no son limpios de alma", llegó a decir a los que persistían en reclamar su espacio) y se ha utilizado exclusivamente para reuniones de representantes de firmas de cosméticos, comerciantes de la zona o comunidades de vecinos. A cambio, había que pagar 3.000 pesetas en concepto de donativo voluntario"."El coro de chicos del barrio", añade Claudia Fernández, "no nos podíamos reunir ni a ensayar, porque según el párroco gastábamos demasiada luz. En una ocasión llegó al extremo de reclamarnos un bolígrafo, un miserable bic que habíamos cogido para anotar unas cosas. La fotocopiadora que utilizábamos para reproducir las partituras aparecía todos los días milagrosamente estropeada, hasta que ya desistimos de utilizar la parroquia".

"La preocupación fundamental de la parroquia era el dinero, y al llegar el coadjutor empezaron a preocupar otras cosas. A nadie le gusta que le recuerden con su ejemplo cuál debía haber sido su actuación, y eso es lo que ha pasado aquí", resume Francisca Hernández, profesora universitaria y vecina asímismo, de la colonia.

Ante este panorama de desligamiento entre el párroco y los feligreses, la llegada de Benedicto García alteró totalmente las relaciones en la parroquia. De repente, había un cura con el que los padres podían discutir sobre todo tipo de actividades relativas a la vida católica. Se hablaba de la orientación que debía darse a la catequesis, colaboraba en la búsqueda de un lugar en que los cantantes del coro pudieran ensayar se relacionaba con la comunidad católica (un millar largo de personas, aproximadamente), visitaba el domicilio de cualquier familia; consiguió, en suma, ser conocido en la comunidad como una perso na accesible a la que se puede recurrir en todo momento.

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La novedad que representaba el comportamiento de Benedicto García supuso que la misa de una oficiada regularmente por él, fuera la más concurrida, y por ahí empezaron las diferencias con el párroco titular. "No se trata de que sus homilías fueran más progresistas o más izquierdistas que las del párroco", puntualiza Pilar Vázquez, "sino que veíamos que él estaba con nosotros y a nosotros nos apetecía ir cuando oficiaba él. Se ha dicho que éramos un grupo de izquierda y cosas semejantes, pero lo cierto es que entre los feligreses hay gente de la más diferente posición política".

Así las cosas, y con las diferencias entre párroco y coadjutor acentuadas hasta el punto de que aquél llega a decirle a éste que "su misión se reduce a abrir y cerrar las puertas y que se ha extralimitado en sus funciones", a finales del mes de julio Benedicto García mantiene una entrevista con el vicario de Móstoles en la que le plantea a éste que la única salida a su situación es la dimisión. El vicario le desaconseja tal solución y le pide que espere a la vuelta de las vacaciones estivales. Sin embargo, agotado el verano, el día 4 de octubre, cuando el coadjutor se encontraba en cama a causa de una depresión nerviosa, recibe una comunicación telefónica de la vicaría por la que se le prohíbe administrar los sacramentos y se le ordena desalojar la. vivienda de la parroquia.

Ayudado por un grupo de feligreses, traslada todas sus cosas a una vivienda que le cede en simbólico alquiler uno,de los vecinos y allí es atendido -y mantenido- por la comunidad. La única explicación que recibe la comunidad por parte de los feligreses es dada por el segundo coadjutor en la misa de doce del domingo día 11 de octubre, quien afirma leer un documento de la vicaría en el que se dice que Benedicto ha sido declarado en rebeldía al no acepta el nuevo destino asignado (se le ofreció la parroquia de San Juan Bautista, de Fuenlabrada, en calidad de coadjutor) y añade que se trata de una persona de carácter "introvertido, tozudo y obseso".

La comunidad de feligreses reacciona desde el primer momento y mantiene distintas entrevistas con el vicario para pedir que Benedicto García permanezca en la parroquia. Hasta un total de setecientas firmas le son entregadas a cardenal Tarancón para pedir la vuelta del coadjutor. La entrega de esas firmas, trasladadas a la vicaría, es minimizada por cuanto "en la urbanización hay 22.000 habitantes y muchos de los firmante desconocían el objetivo que s perseguía con las firmas", según afirmó el segundo coadjutor en la misa dominical del día 11.

Concentración frente a la iglesia

La respuesta de la comunidad de feligreses se va endureciendo y ese mismo día 11 se improvisa una concentración, en principio silenciosa, frente a la parroquia de Santa Sofía. La explicación de los sucesos del segundo coadjutor es contestada con gritos de "¡Sacerdotes cristianos, ni usureros ni tiranos!", "¡La Iglesia en comunión quiere curas con corazón!", "¡El templo es para rezar, no lo uses para engañar!".Agentes de la Policía Nacional aconsejaron a los vecinos que se disolvieran y éstos decidieron marcharse a sus casas y celebrar una gran manifestación el domingo día 18. Denegada la autorización por llegar la solicitud fuera de plazo, algunos vecinos no se resignan y se producen los incidentes reseñados al principio. Los planes inmediatos de los feligreses consisten en presentar una nueva solicitud de manifestación para el próximo día 8 y hacer pequeñas acciones para manifestar su repulsa por la situación. "No vamos a parar y esto no queda así", asegura Javier Paúl, "y ya hemos renunciado a la vuelta de Benedicto a la parroquia, pero no vamos a cejar en nuestro empeño hasta que consigamos la destitución del párroco. La jerarquía eclesiástica debe darse cuenta de que tampoco la sociedad religiosa puede actuar al margen de los deseos de los fieles. Nosotros ofrecimos al vicario la posibilidad de crear un consejo rector integrado por los feligreses, de forma que se limaran las diferencias entre coadjutor y párroco y se terminara todo tipo de protagonismos, pero esa oferta ni siquiera se ha considerado, pese al evidente beneficio que hubiera supuesto para la comunidad. Si actúan a espaldas de los feligreses, a lo mejor tenemos que seguir su ejemplo y actuar a espaldas de ellos".

Mientras tanto, según los ánimos de la comunidad se van encendiendo cada vez más, Benedicto García permanece al margen de esta peculiar guerra y su vida se reduce a sus clases de Teología en Madrid. Vive en contacto con la comunidad católica y persiste en no hacer ninguna declaración y mantenerse en el anonimato.

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