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Reagan y Mitterrand se entrevistan hoy en Virginia

El presidente francés, François Mitterrand, y el norteamericano, Ronald Reagan, inician hoy conversaciones en Yorktown (EE UU), en donde ambos se han dado cita para celebrar el doscientos aniversario de la victoria sobre los británicos en la batalla del mismo nombre. Los dos jefes de Estado confrontarán las divergencias profundas y las concordancias de su personalidad y de su política.

A estos dos hombres, a los que separa todo, los une el triunfo final que ha coronado su existencia. Desde que se conocieron en Ottawa, en julio pasado, parece ser que ambos descubrieron ese cordón umbilical que los ata por encima de las divergencias. Y, por ello, el socialista del tercer tipo y el ultraliberal se respetan.

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Estas dos vidas paralelas, y diametralmente opuestas, han encontrado una traducción en las relaciones de ambos países La Administración norteamericana va por su lado; la francesa, por el suyo. Para los funcionarios de Washington, el mitterrandismo es, en gran medida, sinónimo de ingenuidad ideológica, de igual manera que, en París, se le apellida egoísmo al desmadre de la iniciativa privada reaganista. Pero todo ello con respeto, es decir, sin estridencias.

Todo indica que durante estos dos días Mitterrand y Reagan van a afianzar esta nueva entente franco-estadounidense. Y ello a pesar de que los dos presidentes conducen políticas económicas radicalmente opuestas, en un Occidente en crisis, necesitado de colaboración profunda.

Reagan lucha contra la inflación con el rigor, y Mitterrand batalla contra el paro por medio del relanzamiento. Paralelamente, en vísperas de la conferencia de Cancún (México), entre países pobres y países ricos, el líder-francés y el noteamericano han reafirmado sus puntos de vista opuestos sobre lo que debe ser este foro mundial.

Norte-Sur

El objetivo último de esa conferencia, denominada Norte-Sur, tiende a paliar el hambre, que ya se sabe que hará cuarenta millones de muertos el año próximo. Para ello se intentará modificar profundamente la política de ayuda al Tercer Mundo, redefiniendo nuevas relaciones entre las naciones industrializadas y las demás.Mitterrand lleva en cartera un proyecto de política global de los países ricos que garantice el mínimo de generosidad. Reagan, por el contrario, tal como lo anticipó días pasados en Filadelfia, sólo concibe la evolución de los países pobres a través de los intereses privados y de las ayudas bilaterales. En este terreno, como en política interior, el dirigismo mitterrandista se confronta a la libre iniciativa de Reagan.

Y más ampliamente, en términos de geopolítica, el presidente norteamericano concibe su diplomacia mundial como una suma de elementos sometidos todos ellos al enfrentamiento Este-Oeste, que le garantiza su mano a mano prepotente con la URSS. Mitterrand, nuevo paladín de la independencia nacional francesa (asistido por su fuerza de disuasión), intenta mantener el tono de su país en el mundo. Pero, a la postre, algo une a Mitterrand y a Reagan: la fidelidad que el presidente galo ha jurado, con más claridad aún que sus antecesores, a la Alianza Atlántica y al sistema de defensa occidental.

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