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Los países industriales secundan la propuesta de EE UU para endurecer los créditos del FMI al Tercer Mundo

ENVIADO ESPECIALEn una inesperada decisión, los países industriales más importantes, incluida Francia, endosaron ayer la demanda norteamericana para que el Fondo Monetario Internacional (FMI) endurezca su política crediticia con los países del Tercer Mundo, exigiéndoles la adopción previa de programas de saneamiento interno, y pospusieron indefinidamente un plan del organismo mundial para incrementar sus recursos, financieros mediante la emisión de 4.500 millones en derechos especiales de giro (DEG) y su eventual endeudamiento en los mercados privados de capitales.

La citada decisión, adoptada tras un debate que sorprendió por su moderación dentro del comité interino del FMI, fue adoptada tácitamente ante el sombrío panorama que afrontan en 1982 los países industriales, cuyas economías continuarán bajo la espada de los mismos problemas que en los dos años anteriores: altas tasas de inflación, fuerte desempleo, escaso crecimiento y continuación de los desequilibrios en las balanzas por cuenta corriente.

Sin que el representante norteamericano, el secretario del Tesoro, Donald Regan, tuviera que hacer uso de su oratoria, las tesis de Washington sobre la necesidad de políticas restrictivas y ajuste a nivel global apenas recibieron contestación por parte de los países miembros del comité interino, con la excepción de los representantes de los países en desarrollo, que días antes habían pedido la ampliación de la emisión prevista por el FMI a 15.000 millones en derechos especiales de giro para que el Fondo les asistiera mejor a resolver los problemas de desequilibrios externos de sus economías.

Pero la actitud más sorprendente fue la del ministro francés de Economía, Jacques Delors, que, contrariamente a la que parece ser la política tercermundista del presidente Mitterrand, adoptó un cauto silencio en el debate, lo que facilitó a su vez que las exigencias norteamericanas no fueran tan insistentes. Es más, el comité interino endosó, en el compromiso que supuso su comunicado final, la actual política crediticia del organismo, que ha permitido un relajamiento en los dos últimos años de la condicionalidad de los créditos concedidos a los países miembros.

Esta fórmula contradictoria de restringir la capacidad crediticia del FMI, al tiempo que se felicita a los que desarrollaron la contraria en los últimos años, resalta el ambiente de concienciación que inunda las sesiones previas de las 361 reuniones anuales del FMI y el Banco Mundial, que comenzarán formalmente hoy. Por España asisten el gobernador del Banco de España, José Ramón Alvarez Rendueles, y el ministro de Economía y Comercio, Juan Antonio García Díez.

Esta toma de conciencia de los asistentes quizá tenga su origen en el pesimista informe confidencial presentado por el director gerente del FMI, Jacques de Laroisiere, al comité interino, sobre las perspectivas económicas mundiales en 1982. Dicho informe, al que ha tenido acceso EL PAÍS, estima que el crecimiento económico en los países industriales apenas llegará al 2% el próximo año, frente al 1,2% en 198 1, y que el principal problema de las economías desarrolladas continuará siendo la inflación.

El temor de Estados Unidos de que el aumento de la capacidad crediticia del FMI, especialmente su emisión de más dinero en derechos especiales de giro, podría incrementar la liquidez de los ya inundados mercados de capitales y estimular la inflación mundial, fue compartido por Francia cuyo ministro de Economía llegó a manifestar que la nueva emisión de DEG era innecesaria.

El miedo al relanzamiento de la inflación también está presente en el informe del director gerente del FMI al comité interino. Este documento, que consta de dieciocho páginas, señala que cutlquier recuperación que se produzca en 1982 será «necesariamente modesta», y que el índice de desempleo en los países industriales, que ya fue del 5,7% en 1980, y se elevó al 6,5 % en 1981, no se reducirá en 1982. Asimismo, el informe especialmente pesimista sobre las expectativas de recuperación del comercio mundial, lo que inevitablemente agudizará los desequilibrios de las balanzas por cuenta corriente de los países industriales.

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