El INI y las tecnologías de punta
Desde los primeros años setenta, al mismo tiempo que se planteaba desde el INI la necesidad de racionalizar el sector petrolero público, lo que ha empezado a hacerse este año, se formuló una política para el desarrollo de la industria informática en España. El Instituto realizó un estudio sobre el tema, encargado por el Ministerio de Industria (1972); se creó la empresa de servicios Eria y, algo más tarde, se constituyó Secoinsa, destinada a la fabricación de ordenadores, en asociación con una de las principales empresas japonesas del ramo.Al mismo tiempo, y quizá como consecuencia de estas primeras incursiones del sector público en el campo de la informática, IBM, primera sociedad en el mercado mundial y en el español, estableció en Valencia una fábrica para la producción de partes de los sistemas informáticos.
Concentración
No hay que insistir, casi diez años después, en la importancia de la informática en el desarrollo económico, tanto desde un punto de vista cuantitativo como cualitativo. De 1972 a 1981, el volumen del mercado español ha pasado de 10.000 a 100.000 millones de pesetas, sin que la crisis haya afectado en gran medida su crecimiento. Estas cifras se verán incrementadas fuertemente en los próximos años y no se concibe un país moderno que entre en el siglo XXI sin un acervo considerable de conocimientos acerca del manejo y fabricación de ordenadores y sus partes.
También es conocida la gran concentración del sector en el que dominan pocas empresas, principalmente americanas, con el liderazgo destacado de IBM, con una parte en aumento de las sociedades japonesas y el fracaso de los intereses europeos por crear grupos de consideración en campo (la única de cierta talla mundial, la inglesa ICL, parece que va a fundirse ahora con la americana Univac o alguna empresa japonesa).
Nadie pensó en 1972 que España pudiese iniciar en este sector un desarrollo autónomo. Se ofrecía, en cambio, la colaboración con una empresa americana, con el proyecto, entonces vigente, de creación de una europea, o con una japonesa. Se decidió tomar este último camino y se constituyó Secoinsa entre el INI y Fujitsu. Seis años después de su creación, pienso que la elección fue tan acertada como poco adecuado el aprovechamiento de esta alianza para el desarrollo, eficaz aunque fuera modesto, de la industria informática española.
Instaurar un marco
Creo que Fujitsu ha desempeñado con limpieza su papel, pero en el INI y en el Gobierno español no ha encontrado el socio agresivo decidido a potenciar la aportación japonesa a la fabricación y comercialización en nuestro país de ordenadores y sus partes. Fujitsu tuvo que empezar aceptando la recogida de los restos de una sociedad española de miniordenadores, Telesincro, con un pasado brillante, pero que había entrado en barrena. Después, la política a medio plazo, diseñada en 1972, no se ha aplicado con coherencia y energía suficientes, lo que no es demasiado extraño, si se piensa que desde entonces se han sucedido en el cargo siete diferentes presidentes del Instituto.
El tema del desarrollo de un sector informático español pone de manifiesto algo que me parece fundamental. En el pasado se han cometido errores crasos en inversiones disparatadas que el INI ha realizado; en los últimos años, lo más grave ha sido la carencia de una política de inversiones coherentemente apoyada por la Administración. El presidente actual ha repetido ya un par de veces la necesidad de que los esfuerzos del Instituto se concentren en el desarrollo de industrias punteras; la informática es un caso concreto, planificado hace largo tiempo y deficientemente ejecutado. Aún es tiempo de enderezarla.
Esta actuación del INI debería realizarse en un marco institucional de la política informática, que hasta ahora no ha sido capaz de instaurar ningún Gobierno de la dictadura o de la democracia.
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