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LA LIDIALAS VENTAS

El gesto torero de José Luis Palomar

José Luis Palomar salió con un lazo de luto en el brazo. Había fallecido su madre el día anterior, lo cual no le impidió estar veinticuatro horas después en Las Ventas para repetir, y aun superar, el éxito de su anterior actuación en esta misma plaza. Un gesto de torero que se valora aún más en los actuales tiempos de melindres, donde figuras y no figuras se caen de los carteles por un cuerno de más o un lobanillo de menos.El público, que se entera de todo (el público taurino es el Cossío parlante y andante), también valoró el gesto y le dedicó una ovación cerrada al torero cuando éste esperaba en la boca del burladero la salida de su primer enemigo. Y de ahí en adelante todo fue bueno en Palomar: los lances recios, mandando en la embestida y ganando terreno hasta el platillo; la lidia eficaz y ordenada, con un galleo por chicuelinas; las banderillas citando en corto, esperando la arrancada y ganando con guapeza la cara, para salir de la suerte andando; la faena de muleta, muy bien construida, con sentido lidiador, supliendo el arte que no tiene con la torera sobriedad que le desborda (extraordinarios los ayudados con que sacó a la res a los medios, un gran pase de pecho marcado al hombro contrario, perfecta ligazón), hasta el estoconazo final, que tiró al toro sin puntilla.

Plaza de Las Ventas

Domingo 9 de agosto. Cuatro toros de Martínez Benavides, bien presentados, cumplieron con los caballos, nobles. Segundo y sexto. de Fernández Palacios, con trapío, mansos y broncos. El Puno: estocada (vuelta con protestas). Estocada.(división y saluda por su cuenta). Manili: bajonazo descarado (silencio). Estocada caída (ovación salida al tercio). José Luis Palomar: buena estocada (oreja), Estocada contraria y descabello (ovación). Buena entrada. Palomar fue asistido en la enfermería de herida incisa en una pierna. de pronóstico leve.

Había sido noble el toro, aunque apagado, y por contraste el sexto fue manso de los que desarrollan sentido, al que asimismo banderilleó, aunque con menor lucimiento -era lógico-, y, sin quitarse la montera, a la manera de los clásicos, lo castigó por bajo en recias dobladas, y luego con muletazos de pitón a pitón. Toreo a la antigua el de José Luis Palomar, sin concesiones a la galería, para desarrollar la mejor tauromaquia, por no decir la verdadera, la del mando, la de la eficacia, aquella en la que el diestro impone su poderío y le gana terreno al toro en el dibujo de cada lance y de cada pase. José Luis Palomar tiene un sitio en cualquier cartel y en cualquier plaza, pero más en ésta, que ha sido la dé su resurrección para la fiesta. Nos gustaría verle mano a mano con José Fuentes -por ejemplo-, el otro resucitado -que dicen-

Lo de Fernández Palacios -segundo y sexto, en plan remiendo de la ganadería anunciada- salió con problemas. El segundo tenía media arrancada y Manili aguantó los parones con valor y torería. Lo de Martínez Benavides, que era lo que habíamos ido a ver, salió en cambio con nobleza, y tuvo dos toros de extraordinaria boyantía. Uno de ellos -quinto- le correspondió al mencionado Manili, que, a falta de recursos artísticos, se resobó en derechazos y naturales al estilo Dámaso González, sin que en ningún momento el público (ese Cossío andante y parlante) agradeciera los esfuerzos. Prendió, sí, la ligazón del cambio de mano con el de pecho (en la misma técnica del Dámaso referido), pero no todo lo demás. Al toro -entendemos- hay que darle distancia -su distancia- y no apabullarlo echándose encima, citando en las mismísimas narices. Es como cuando llega uno y (mejorando lo presente) te ofrece el periódico y te dice «lee aquí», y te lo mete en las gafas.

Así torea Manili, así torea la mayoría y así, naturalmente, toreaba El Puno, a quien correspondió el otro toro excelente, el primero, al que instrumentó una larguísima e incolora faena, en la que dentro del rosario de pases seriados hubo algunos muy ceñidos, otros de la firma y trincheras, y para su mal, vueltas y revueltas de corte tremendista que la afición rechazó de plano. El Puno no tenía en cuenta los gustos del público de Madrid, ese Cossío andante y parlante. También manejable el cuarto (el mejor lote le correspondió a este espada), repitió la cantilena de pases sin sabor. Una oportunidad perdida la` de El Puno, a quien se le abrieron de par en par las puertas para volver a Madrid y sus ferias con todos los honores. Más aún que al soriano recio Palomar (y no es por comparar, no), el cual tuvo, sin embargo, un gesto y una tarde torera, y ahí está, en alza, para lo que gusten mandar.

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