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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Consigna: cerrar las consignas

En el verano de 1979, a raíz de la explosión sangrienta de unas bombas en diversas consignas de equipajes, la autoridad gubernativa decidió cerrar éstas en las estaciones de ferrocarril y aeropuertos del territorio nacional «hasta nueva orden». Hoy, dos años después, seguimos sin disponer de este servicio esencial. Los viajeros que, por ejemplo, tienen unas horas o un día para ir y venir por una ciudad quedan atrapados en la estación o el aeropuerto, prisioneros de sus equipajes, que no pueden guardar en ninguna parte. Ante tal situación caben algunas preguntas y consideraciones. ¿Se es consciente de los trastornos y perjuicios que está suponiendo para mucha gente? ¿Por qué permanecen las consignas cerradas? Dos hipótesis: La máquina de la Administración es a veces pesada y una medida se mantiene por inercia simplemente. Entonces hay que pedir que se revise el asunto.

Hay una razón públicamente presentable: el cierre es eficaz. En efecto: en consigna cerrada no entran bombas. Ahora bien, se atrevería la autoridad gubernativa a afirmar que, gracias a ello. las agresiones violentas han sido menos numerosas y graves desde el verano de 1979? Si así fuera. ¿por qué no decretó el cierre de cafeterías, bares, calles, plazas, etcétera. que han sido escenario desde entonces de agresiones semejantes no menos sangrientas que aquéllas? Y si en vez, de en las consignas las explosiones se hubieran producido, por ejemplo, en los lavabos, ¿estarían hoy las estaciones y los aeropuertos sin lavabos. o si en las taquillas, sin taquillas? Absurdo, claro. Absurdo, porque la eficacia del cierre es sólo aparente. Se cierra una consigna y ya no explota la bomba... en ella. Lo hace en otro lugar. Y no se podrán cerrar todos. Es evidente que a los ponedores de bombas no se les para cerrando consignas. Su actividad en estos dos años lo prueba con creces.

Parece ahora razonable pedir una vuelta a la normalidad en esta cuestión o, si tal normalidad se niega, una explicación convincente por parte de quienes mantuvieron la decisión de cierre. Lo demás será simple arbitrariedad del poder.

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Marginalmente, a los miles de extranjeros que, atónitos e incrédulos, descubren que en España no hay consignas de equipajes, ¿las oficinas de turismo les explican que se trata de un fenómeno typical spanish o de alguno, más moderno, de la familia de los atípicos? Tal vez se les deja comprender sencillamente que la próxima vez o no vengan o lo hagan en automóvil, como debe ser.

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