La nueva etapa
Hace algunos años, no muchos, por cierto, la realidad deportiva de nuestro país, aparte del fútbol, no era más que una vieja decrépita que aun agonizante era salvada de cuando en cuando gracias a las bocanadas de oxígeno que le proporcionaban los triunfos de los Santana, Haro y Emiliano con su Real Madrid imbatible guiado de la mano de Saporta, que siempre iba por libre. Se comentaba que si imperaba el fútbol era porque estaba potenciado por el régimen político para distraer a la gente de otros problemas. Pero lo que sí es cierto es que hoy día el fenómeno del fútbol, con la conflictividad y emoción que genera, como se ha demostrado en la pasada Liga, y con otras características, tiene una constante continuidad.Sale a la calle, día tras día, para ser comentado en todos los ambientes sociales, cosa que no ocurre con los demás deportes, a los que se da un exacerbado triunfalismo en el momento de un éxito, pero pasan pronto a las frías estadísticas, penosamente olvidados. El fútbol está ahí, sigue imperando e imperará. Y, precisamente por ser el gran foco de atención, hace que pasen a un segundo plano no sólo los otros deportes, sino acontecimientos importantes de esta pausada evolución. deportiva, que comenzó divagante en los dos últimos años de Castejón como director del Consejo Superior de Deportes, hasta la aprobación, el pasado año en las Cortes, de la ley de la Cultura Física y el Deporte, con lo que comenzó la etapa de una auténtica racionalización y seriedad.
Castejón, sólo teórico
Castejón, teórico del deporte y padre del proyecto de la actual ley (nunca algún dirigente fue tan bien recibido), aunque se encontró en una época de cambio, no fue capaz de llevar sus ideas a la práctica, rodeándose de un equipo de colaboradores a alto nivel nefasto. Acabó sus días conformándose con la creación del proyecto dejando una casa que no había por dónde cogerla. Durante su mandato surgieron acontecimientos importantes, tales como la irrupción de las manifestaciones deportivas populares, un esbozo ligero de democracia en las federaciones, las asociaciones de deportistas, etcétera.
Con la nueva etapa, una vez aprobada la ley por las Cortes, fue nombrado Jesús Hermida presidente del Consejo Superior de Deportes con categoría de secretario de Estado para el Deporte, cargo que, aparte de ser mucho menos volátil que el de sus antecesores, le permitía mucha más capacidad de ejecución y respaldo. La labor de Hermida comenzó a ser buena cumpliendo a rajatabla la ley con las complejidades que ésta comporta, con un gran tacto y precisión basada en la legalidad, y dándole a los acontecimientos deportivos la medida justa. Ahí está el caso del fútbol y sus problemas en el que nunca, y muy acertadamente, se inmiscuye, además de prestarle vital atención e importancia al tema de la creación de instalaciones en concertación con los ayuntamientos y diputaciones. Para este año, por ejemplo, están destinados alrededor de 14.000 millones de pesetas. También está el tan cacareado asunto de las auditorias y, por qué no decirlo, la puesta en funcionamiento del comité de disciplina deportiva, que, recordémoslo, abarca tanto a dirigentes y directivos como atletas. Sólo cabe citar algunos temas de mayor interés, puesto que es imposible casi reflejar en unas líneas el sinfín de normas prácticas y eficaces.
Defectos
Sin embargo, existen lagunas que no nos permiten ser optimistas, algunas porque marchan con lentitud, como la democratización de las federaciones o la creación del Instituto de la Educación Física y el Deporte, en el que el tema de la investigación tendrá una urgente prioridad y muchos entrenadores no tengan que mendigar como pueden en la calle buscando especialistas para una mejora física y mejores resultados de sus atletas. Esto es triste. Otras, que, aunque están incluidas en la ley, como es la colaboración de las facultades de Medicina con el Consejo Superior de Deportes para que se formen especialistas, parecen una utopía, o como la problemática vidriosa de los institutos nacionales de educación física, que por un lado dependen orgánicamente del Consejo y por otro los requisitos de entrada, titulación, etcétera, deberán ser aprobados por el Ministerio de Educación. Y a la vuelta de la esquina está el asunto de las convalidaciones del profesorado de estos centros.
Tampoco hay que olvidar al Comité Olímpico Español, órgano del que Hermida es su presidente elegido democráticamente por sus miembros, un organismo que está ahora prácticamente muerto, apareciendo antes de cada Juegos Olímpicos, para que ocurra como en la anterior, que casi no llevaría un vallista con marca mínima « porque no les sonaba su nombre». Esa dualidad de cargos de Hermida no se debería dar, y el Comité Olímpico Español, a pesar de no tener una gran base en las federaciones amateurs, ha de ser más autónomo.
Sigue el hermetismo
Pero si antes escuetamente he culpado al fútbol de relegar a un segundo plano ciertos hechos de relieve de esta nueva etapa de evolución deportiva sin entrar en un análisis de esto -no era mi intención-, no menos culpa tiene Hermida de que su proyección no salga a la calle al convertir al Consejo Superior de Deportes en el gran mudo del país por su hermetismo y rigidez de normas. Quizá demasiadas. Efectivamente, ya no basta con crear instalaciones; urge una gran campaña de mentalización, de empuje, pensando en el bienestar físico del ciudadano de a pie, para que éste se eduque deportivamente y sepa dónde y cómo puede practicar el deporte que le guste. Nuestro secretario de Estado se ha olvidado de que aquella irrupción del deporte popular, que en un principio se manifestó con ese entusiasmo parecido al de esas colegialas de provincia que llegan a la gran ciudad y las sueltan a las puertas de unos grandes almacenes, no ha tenido continuidad. Aquella vaga campaña en la etapa de Castejón con el lema «andar y correr» se quedó en la nada, hace falta una orientación clara, con no menos dosis de motivación. Esta tarea no es fácil en las grandes ciudades por su masificación y por esta sociedad tan consumista y atrayente, en especial para los jóvenes. Urge también prestar atención a la mujer, que, si ya se ha tratado en la última conferencia de los ministros europeos del deporte, no se hace nada práctico; máxime cuando en nuestro país hasta hace muy, poco tiempo estaba mal visto que hiciera deporte.
Esta nueva etapa también se ha de completar con una concienciación de los padres de tantos y tantos alumnos que siguen pensando que la educación fisica de sus hijos es la típica asignatura maría que siempre lo fue, presionando muy poco al Ministerio de Educación para alcanzar mejoras. Dejemos ya todo en manos de ese pleno del Consejo Superior de Deportes, tan representativo de todas las fuerzas que .se relacionan con el aspecto deportivo, del que ya voy a aventurar que en lo sucesivo y a la hora de la distribución de esa parte de los presupuestos generales para el deporte, los grandes perjudicados van a ser los deportes de alta competición.
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